La dolorosa mayoría que votó por Milei y lo hizo presidente, no sabe qué votó. Es la primera vez en el mundo que gana un presidente anarcocapitalista y que gana con discursos propios cruzados: voy a hacer/no voy a hacer. Se nos hielan las venas: nuestro país será un laboratorio fascista en el que la crueldad y la estupidez serán celebradas, y perseguidos los cuadros políticos populares.
Desde la pandemia algo de nuestra salud mental individual y colectiva se alteró. No solo la nuestra, la del mundo. Empezaron diciendo que la tierra era plana y terminamos con un presidente que va a romper relaciones con China y Brasil, que abortará los grandes proyectos que podían darle una chance de crecimiento inédito a este país, va a privatizar otra vez (¡Otra vez!) los fondos previsionales, que va a desarmar la Anses y el PAMI. Y que liberará a los genocidas y reivindicará el terrorismo de Estado.
Nada de esto hubiera ocurrido si existiera el periodismo. En cuatro años, el único que lo incomodó fue Sergio Massa en el debate. Tuvo más pantalla que ningún otro economista en 2017 y 2018. Nunca le hicieron explicar ninguna de sus propuestas.
Y también hubiésemos podido evitar esta catástrofe si Alberto Fernández no hubiera jugado solo, aislado de sus aliados, y sin haber honrado su compromiso electoral con los últimos. El daño fue enorme.
Este país está roto. Rompieron la continuidad de la memoria histórica. Rompieron la moral de la mayoría de la sociedad, que dice detestar la corrupción y vota a un tipo que vendía las candidaturas.
Esta desolación me la permito esta noche, como todos debemos permitirnos ese abismo al que nos asomamos, porque en Milei y en sus seguidores vemos violentos y brutos. Pero mañana mismo, como otras veces, como siempre, empezará la tarea de secarnos las lágrimas y de construir una sociedad civil resistente a los abusos y el totalitarismo. Los pueblos se equivocan. Hoy la Argentina, y lo digo sin prurito pero con inmensa pena, se equivocó.
Saludos a los neutrales.