Las viviendas parcialmente destruidas de la ciudad de Tabqa están atestadas de minas, carecen de agua corriente y de puertas pero se convirtieron en la única opción para algunos sirios que huyen de Raqa, donde las condiciones son peores. Decenas de miles de personas huyeron de la batalla lanzada por combatientes árabes y kurdos sirios para expulsar al grupo Estado Islámico (EI) de Raqa, la capital de hecho de los jihadistas, en el norte del país en guerra. Algunas de ellas se fueron a Tabqa, a 50 kilómetros al oeste, una ciudad arrebatada al EI en mayo por estos mismos combatientes en enfrentamientos encarnizados que la dejaron casi en ruinas, con montañas de escombros en las calles. Un paisaje apocalíptico, pero la única salida para algunos desplazados. Con una pala, Anwar al Jalaf retira los escombros que cortan el paso al cuarto de baño y a las habitaciones en un apartamento abandonado de Tabqa. “Si no estuviéramos tan desesperados no estaríamos aquí. Pero no tenemos ningún sitio adonde ir”, afirma este obrero de 45 años que huyó de Raqa hace cuatro meses. Vivió en campos de desplazados en condiciones terribles, durmiendo al aire libre con sus cinco hijos, antes de llegar a Tabqa esta semana. Familias desplazadas de otras regiones controladas por el EI, como Deir Ezzor (este), llegan a diario a Tabqa. En las calles devastadas, niños muy delgados escalan los escombros en busca de algo con qué jugar. Van apartando los pedazos de vidrio y los hierros retorcidos.