El balance comercial contabiliza uno de los déficit más elevado de la historia argentina. La cuenta corriente de la Balanza de Pagos alcanza uno de los mayores desequilibrios registrados. La cuenta de servicios también es muy negativa. La fuga de capitales está en el rango de los máximos anotados. La inversión extranjera directa no aporta sustanciales dólares netos a la economía puesto que la remisión de utilidades a las casas matrices es casi equivalente. Este inmenso agujero de las cuentas externas, el histórico talón de Aquiles de la economía argentina, está siendo cubierto por un inédito endeudamiento en dólares en monto e intensidad en tan corto período. Mientras el análisis económico convencional se entretiene con que si se cumplen las imaginarias metas de inflación del Banco Central y presenta un leve rebote estadístico como el comienzo de un ciclo de crecimiento sostenido, el saldo de la economía en 21 meses del gobierno de Macri es de un desequilibrio externo inquietante.
La disputa electoral, la obsesión con cualquier cosa que pueda ser asimilada a la letra K, la desmesurada discusión con los fantasmas del populismo y las evaluaciones superficiales acerca de la actual evolución de la economía desplazan la atención acerca de la cuestión central: el profundo y peligroso déficit de las cuentas externas, que está siendo maquillado con la emisión desaforada de deuda en dólares. Esos déficit han sido históricamente el origen de las crisis más fuertes de la economía argentina con traumáticas consecuencias sociolaborales.
Quienes saben que es inviable el actual sendero económico lo relativizan diciendo que el mercado financiero internacional seguirá asistiendo a la Argentina, por lo menos, en los próximos dos años. Consideran que seguirá abierto el canal de financiamiento externo vía la banca internacional o, si es necesario, con los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Es una apuesta riesgosa por la inestabilidad de la economía mundial y, fundamentalmente, porque la percepción de la banca internacional sobre la situación argentina puede ser tan volátil como las cotizaciones de acciones y bonos. De un día al otro puede cerrarse el grifo de dólares, como en 1989 y en 2001, y el hombre alto, rubio y de ojos celestre se convierte en un presidente que no sabe modular, construir una frase coherente y no supo gobernar.
Balance
El intercambio de bienes con el exterior acumula un desequilibrio de 3428 millones de dólares en siete meses, que proyectado en el año lo ubica en uno de los déficit más elevados de la historia desde que se tiene registro (1910). Evaluar si es récord en términos nominales o uno de los más elevados en dólares constantes en 107 años es una sutileza que desvía la atención acerca del riesgo de esa tendencia. Concentrar el análisis en cuál es el orden de ese ranking evita apuntar a lo importante: la confirmación del fracaso teórico y práctico de ortodoxos y heterodoxos conservadores que postulan que las devaluaciones mejoran el comportamiento de las exportaciones. Si además se desarticulan las políticas de administración del comercio exterior y se liberan las importaciones, como lo ha hecho el gobierno, el sendero de la balanza comercial es de un desequilibrio creciente.
Al sumar el movimiento de rentas y de servicios se obtiene el resultado de la Cuenta Corriente y al agregarse el flujo de fondos especulativos y de inversión extranjera directa se alcanza la Cuenta Capital que completa la Balanza de Pagos. El Indec la define como un estado estadístico que resume sistemáticamente las transacciones económicas entre residentes y no residentes desagregadas en reservas internacionales, cuenta corriente, capital y financiera. Es una radiografía amplia del flujo de fondos de la economía. La cuenta corriente refleja el concepto de ahorro externo, o sea el endeudamiento neto de una economía con respecto al resto del mundo. Es el saldo más genuino de la situación del sector externo, lo que permite estimar la fortaleza o debilidad de la economía. Datos oficiales informan que en el primer trimestre de este año, el déficit de la cuenta corriente sumó 6871 millones de dólares, casi el 50 por ciento del monto de todo el 2016 (149.012 millones).
Este saldo negativo, que anualizado también lo colocaría entre los más abultados de la historia económica local, permite exhibir otra vez la debilidad teórica y práctica de las corrientes económicas dominantes que promueven la apertura comercial y financiera como la principal herramienta de convocatoria al capital. El gobierno de Macri ha concretado medidas pro mercado con un entusiasmo descomunal y ha fracasado: la inversión extranjera directa es igual o menor al monto de la remisión de utilidades a las casas matrices. El aumento del déficit de cuenta corriente es consecuencia del incremento en los pagos de intereses por mayor deuda y por la apertura comercial.
La consultora ortodoxa Economía & Regiones hizo un resumen de los montos acumulados en el sector externo en la gestión económica de la Segunda Alianza que son impactantes. Los enumera del siguiente modo, desde enero de 2016: hay fuerte toma de deuda externa (acumula 37.120 millones de dólares), la inversión extranjera directa está estancada (suma 4108 millones), la fuga de capitales del sector privado no financiero es creciente (la formación de activos externos totaliza 20.103 millones) y hay un déficit de cuenta corriente cambiario que se profundiza (-23.197 millones). No lo dice pero lo deja implícito: si esa tendencia no se altera, la evolución de las cuentas externas es explosiva.
El último informe de la heterodoxa FIDE describe esta situación con precisión. Afirma que se están acentuando todos los componentes estructurales de la restricción externa y que ese proceso es “la contracara del ‘set’ de políticas pro-mercado”. Los datos duros del sector externo son indiscutibles y sólo quienes están obsesionados con el kirchnerismo minimizan o directamente los ignoran para no debilitar el proyecto político del macrismo. La fuga de capitales, el déficit comercial y los desequilibrios en las cuentas de rentas y servicios han alcanzado niveles críticos, entre los máximos históricos, y no existen señales que permitan augurar una reversión de esas tendencias.
Placebo
“El endeudamiento disimula la velocidad y la peligrosidad de esta dinámica, pero la erosión en las reservas internacionales manifiesta con claridad que se trata de un placebo de corto plazo”, se menciona en el reporte de FIDE. Para agregar que se trata de una dinámica fuertemente inestable, ya que a la fuga de capitales se suma un deterioro creciente de todos los componentes de la cuenta corriente. El déficit de los servicios reales y financieros se ubica entre los máximos históricos “y esta brecha se ve agudizada por la ampliación del desequilibrio comercial”.
La consultora Abeceb detalla que en los primeros siete meses del año, las importaciones crecieron 29,9 por ciento y las exportaciones apenas 1,4 por ciento, lo que arroja el déficit comercial mencionado al comienzo de 3428 millones de dólares. La magnitud de este déficit queda en evidencia cuando el saldo fue superavitario en 1020 millones de dólares en el mismo período del año pasado.
En el suplemento Cash de esta edición, Santiago Fernández y Mariano Kestelboim advierten que este año puede anotar el déficit de cuenta corriente más elevado desde la última dictadura militar. En 1980 y 1981 había alcanzado el 6,2 y 6,0 por ciento del Producto Interno Bruto, respectivamente, según cifras del Banco Mundial. Calcularon que si se mantiene el actual ritmo de déficit de cuenta corriente del primer trimestre, el saldo negativo superaría los 27.400 millones de dólares, equivalente a entre el 5 y el 6 por ciento del PIB de 2017. Es un desequilibrio impresionante que el placebo de la deuda permite disimular.
Para financiar ese déficit la deuda en moneda extranjera seguirá aumentando y así se seguirá girando al exterior sin restricciones dividendos y facilitando las importaciones. Dos sectores privilegiados por la política económica están acumulando déficit comerciales crecientes. El energético anotó un saldo negativo de 1916 millones de dólares en el segundo trimestre de este año, 38 por ciento más que en igual período de 2016. Y el automotor aumentó de 60 a 70 por ciento la participación de unidades importadas vendidas en el mercado local. Con la desregulación total del mercado cambiario seguirá sin límites la posibilidad de comprar dólares. El endeudamiento externo es el único sostén de este esquema económico inestable.
Todos los componentes de la cuenta corriente muestran mes a mes un mayor deterioro. El ingreso de capitales especulativos, además de la emisión de deuda en dólares, permitió compensar ese déficit externo. Pero en este año la fuga de capitales ha empezado a adquirir mayor velocidad superando en varios meses la entrada de dólares para participar de la bicicleta financiera diseñada por el Banco Central. En julio, el último mes con registros oficiales, un millón de personas compraron 3000 millones de dólares, 200 mil individuos más respecto al mes anterior, la mayor cantidad desde enero de 2016. La compra de billetes fue de 17.906 millones en siete meses del año. En los mismos períodos del año anterior, las sumas fueron 1414 y 9656 millones de dólares, respectivamente. Esto significa que en 2017 se duplicó la compra de dólares. Las operaciones netas –descontando las ventas– totalizaron 10.152 millones de dólares, 36 por ciento más que en el lapso enero-julio de 2016.
Las traumáticas experiencias en la economía argentina enseñan que los profundos desequilibrios del sector externo, como el que se está desplegando en la administración macrista, culminan en crisis de proporciones dañando el aparato productivo y la estructura sociolaboral, dejando una pesada mochila de deuda externa que termina limitando aún más los estrechos márgenes de autonomía de una política económica reparadora.