Tanto reclamaron, suplicaron e insistieron los seguidores de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota por aquello de “sólo te pido que se vuelvan a juntar” que, finalmente, ocurrió algo parecido. Conocido el distanciamiento hasta ahora insalvable entre el Indio Solari y Skay Beilinson, todos los otros músicos que pasaron por la banda encontraron una alternativa por encima de ese diferendo. Y allí surgió la Kermesse Redonda, un evento en la Ciudad Cultural Konex con actividades relacionadas al imaginario de la banda que tuvo como coronación la salida a escena de todos sus integrantes emblemáticos más allá del binomio estelar.
Se trata, en efecto, de una idea que no es nueva, sino que encuentra dos antecedentes fundantes: la convocatoria del Indio al saxofonista Sergio Dawi, el bajista Semilla Bucciarelli y el baterista Walter Sidotti para grabar juntos en 2013 la canción “La pajarita pechiblanca” en Pajaritos, bravos muchachitos (su cuarto disco solista) y luego tocar ese y otros temas en un show de Mendoza de 2015; y la simultánea decisión de estos tres músicos de unirse por su cuenta en julio de ese año para un show a beneficio del monologuista Enrique Symns en El Emergente de Almagro. En aquella ocasión Dawi, Semilla y Sidotti tocaron seis canciones de los Redondos junto a Comando Pickless, la actual banda del baterista.
Este último episodio fue clave, porque los animó a seguir repitiendo el formato en otras salas con otros invitados redondos, hasta llegar a una cumbre extendida en diciembre del año pasado, cuando todos ellos se presentaron en Niceto.
En efecto, la Kermesse Redonda legitimó estas aspiraciones entre un combo ricotero que en la noche del sábado se despachó con una veintena de canciones junto a invitados por fuera de la banda. Clavadas las 20 horas y con una sala rebalsada de fanáticos y nostálgicos, la formación base compuesta por el trío en ciernes más el cantante Jorge Cabrera, el tecladista Fede García Vior y los guitarristas Osky Kamienomosky y Gabi Gómez (de Comando Pickless) salieron al escenario con “Semen up” y “Barba azul versus el amor letal”, hitos de Oktubre y Gulp, los dos primeros discos de Los Redondos. Luego llegó el turno de “Mi perro dinamita” (co-compuesta por Semilla, en una de las pocas excepciones de la discografía ricotera donde la creación no es monopolizada por Solari-Beilinson), “Héroe del whisky” (dedicada a Symns, tal como el Indio originalmente lo pergeñó) y, al instante, el primer invitado de la noche: Ale Kurz. El cantante de El Bordo se lució con dos interpretaciones sentidas de “Yo, caníbal” y “Rock para el Negro Atila”, demostrando también cómo los Redondos influyeron y se hicieron carne en generaciones rockeras posteriores a las que la banda fue contemporánea. El segundo convidado fue Manuel Quieto, de La Mancha de Rolando, para ponerle voz y guitarra rítmica a “Rock para los dientes” y el primer himno de la noche, “Todo un palo”, aquel que recuerda por siempre que el futuro llegó hace rato.
A la base Dawi-Semilla-Sidotti se le fueron incorporando poco a poco otros ex compañeros. El primero de ellos fue el Conejo Jolivet, fundador de Dulces 16, músico de los primeros tiempos y colaborador de Patricio Rey también en la década del ‘90, cuando supo ser invitado como segunda guitarra en distintos shows. En esta ocasión se despachó con “Ella está tan linda”, “Salando las heridas” (donde se sumó notablemente el cantante de Cielo Razzo Pablo Pino) y “Nene nena”, ocasión en la que también se sumó Tito Fargo, la otra segunda guitarra, aquella que sostuvo el vuelo de Skay y aportó sus propias líneas melódicas a los entrañables dos primeros discos de la banda, época en la que también se entreveraron los célebres “inéditos” que alimentaron tanto casete pirata.
Los últimos en agregarse a la formación fueron justamente dos estandartes de aquella era iniciática: el baterista Piojo Abalos y el saxofonista Willy Crook. Con esa formación desplegada, la banda (que se autodenominó Los Decoradores) desandó canciones de esa época como “La bestia pop”, “El infierno está encantador” o “Preso en mi ciudad”. A esa altura de la noche, el público estaba previsiblemente incendiado por semejante andanada, a pesar de que la ciudad se ahogaba en un diluvio bíblico. Fuegos sensatos que también sirvieron para alumbrar focos que deben mantenerse encendidos, como los permanentes reclamos por la aparición de Santiago Maldonado, cuya foto fue proyectada varias veces sobre las pantallas.
Para el final se sumó otro invitado “extracurricular”: Manu Varela, saxofonista de La Renga, quien arremetió con “Unos pocos peligros sensatos” en una interesante delantera a tres caños junto a Dawi y a Crook. Y, por último (como no podría ser de otra forma), absolutamente todos los participantes se plantaron sobre el escenario para cerrar la faena a la carga de “Jijiji”. El pogo más mítico del rock mundial se rubricó nuevamente con aquel pedido que en cierto modo dio origen a esta Kermesse Redonda: el grito de “sólo te pido que se vuelvan a juntar” repetido con mantra. Algo que parece difícil, aunque en esta noche, aunque sea por un ratito no pareció tan lejos como antes.