PáginaI12 En Colombia
Desde Medellín
Fueron seis días de mensajes hondos, amor y bendiciones que sacudieron la conciencia de Colombia. Ayer culminó la histórica visita del papa Francisco al país que logró acallar el fuego cruzado entre gobierno y ELN, y se dio justo en momentos en que las víctimas y los más excluidos intentan girar el rumbo de la historia hacia la justicia social. De miércoles a domingo, Jorge Bergoglio fue titular de días completos con mensajes de hermandad y reconciliación ofreciendo un apoyo decidido, amoroso y optimista frente al fin de la guerra con las guerrillas en Colombia.
El Papa, según expertos en el Vaticano, habían anticipado que el máximo líder religioso cree en los procesos y las negociaciones, y sus horas que parecieron sin cansancio fueron luz para los millones de feligreses en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena. Además de la paz, la corrupción, la prostitución, el narcotráfico, la ambición, la esclavitud, los inmigrantes y el medio ambiente fueron temas de la semana en sus discursos y oraciones que fueron asistidos incluso por los partidos e individuos opositores al acuerdo de paz que logró ya desarmar y convertir en partido político a la guerrilla más antigua del país, y tiene en diálogos a la segunda organización rebelde. Además, el grupo delincuencial heredero del paramilitarismo llamado Clan Úsuga manifestó a través de su líder la intención de participar también de este momento de transición ofreciendo verdades y compromisos de vida y verdad para el futuro.
El Sumo Pontífice vino para recalcar ante un público que no solo se compuso de católicos -jóvenes, ancianos, mujeres- que la base de la paz que se construye en Colombia no son apenas documentos y apretones de mano entre figuras del poder. Insistió en la cultura del encuentro, el dejar los odios atrás, conversar y alimentar la esperanza, sanar el corazón, y ayudar a los mayores a no acostumbrarnos al dolor y pasar la página de la violencia con participación activa y compromiso. Esclavos de la paz, dijo Francisco para invitar a los colombianos a luchar por su sueño más preciado en los últimos años.
Además, colorear la memoria colectiva y la primacía de la razón sobre la venganza fueron puntadas claves de su mensaje ad portas de la conformación de la Comisión de la Verdad y el Tribunal de Paz. También sus palabras se dirigieron a los integrantes de la Iglesia católica y sus religiosos quienes han sido protagonistas de la reconstrucción del tejido social en la Colombia profunda. En Tumaco, por ejemplo, donde la violencia no da tregua tras la firma de la paz a la par de la resistencia pacífica de la sociedad civil, el sacerdote José Luis Foncillas recibió como el momento más trascendental de la fe y la espiritualidad en Colombia esta visita emitida en vivo por todos los medios nacionales.
Su invitación más destacada fue a no dejarnos robar la alegría y obviar la cizaña que sectores del poder –políticos, empresarios, terratenientes– intentan cernir sobre los cambios que se están dando en Colombia con la dejación de armas de las FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), su paso a la política, y las actuales conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional. Que no se trata de apoyar a Santos o la oposición, ni de usar la paz como plataforma electoral, sino de superponer los egos y la ambición ante un mandato humano como es la paz, explicó en diversos discursos el líder del Vaticano.
El padre José Luis Foncillas, integrante de la Comisión de Vida, Justicia y Paz de la Diócesis de Tumaco y coordinador de la Casa de la Memoria del Pacífico Nariñense, le dijo a PáginaI12 que resalta, más que nada, el obvio apoyo al proceso de paz brindando por Francisco aunque nunca ni se haya referido a este de manera literal. “Ha sido muy suave políticamente para no generar mayores controversias, pero ha hablado de paz, de reconciliación, de dejar los odios, de dar una nueva oportunidad al país. Eso me parece muy importante porque en este momento se vive una gran polarización en el país y el Papa nos ha dejado claro que la paz está por encima de todo, y que la base es la reconciliación”.
Antes de despedirse de Colombia la noche de ayer, con cumbias y homenajes en Cartagena, Francisco insistió que si no hay una preocupación por los marginados, no podrá haber paz. Para entonces ya tenía en su rostro la huella de un golpe que recibió en el papamóvil mientras se desplazaba por un humilde barrio cartagenero. Allí recordó que la dignidad es lo más importante entre los pueblos, y recordó el llamado de su primer día en no perder de vista la equidad. “Colombia es el primer país más inequitativo en la distribución de la tierra, por eso fue fundamental su mensaje sobre la equidad”, comenta en conversación con este diario Foncillas.
En cuanto al mensaje dirigido a la Iglesia Católica propiamente, el sacerdote que lleva su apostolado en uno de los lugares más olvidados de Colombia, Tumaco, aseguró que éste fue muy interesante y necesario. “Nos ha dicho que hay que centrarse en el amor de Dios, no tanto en las leyes. Con respecto a la mujer ha dicho que no podemos reducir a la mujer a segundo plano desde posturas clericalistas inaceptables, palabras fuertes en una iglesia que ha marginado a las mujeres y además con su mensaje ha puesto a los sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas a que su función sea servir y servir a los más necesitados. Y que se venzan las tentaciones de poder, de riqueza, de cargos importantes, porque eso desvía el mensaje principal de Jesús que fue amar y servir a los más necesitados”.
Francisco le dice además a los jerarcas de la Iglesia que se comprometan con aportar a la paz y la reconciliación. “Y eso no está demás en nuestro país porque acá no fue tan claro el apoyo de algunas personas de la iglesia, personas con poder, a favor del Proceso de Paz. Ya no tienen ninguna justificación para oponerse”, dice José Luis agregando que gracias al Papa ahora es claro para millones de personas que antes no estaban convencidas de la paz que es preciso dejarnos de odios y revanchas. Solo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia –remató el Papa– desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros.