Desde La Habana
Será un monólogo el de este hombre que camina por la calle Belascoain. Un stand up a la cubana. Son las dos de la madrugada en una ciudad surcada por ríos de gente que se desconcentra después del homenaje a Fidel Castro en la Plaza de la Revolución. Empezó a las siete de la tarde hora cubana y terminó con el saludo final de Raúl Castro a las once y media.
La zona está oscura, como muchas otras. Negra. Solo hay un riesgo, si uno quiere evitar las veredas con escalones tipo La Boca y andar más rápido. Que alguno de los viejos Lada rusos tenga los focos mal y no distinga ni al monologuista doméstico ni a su interlocutor argentino.
El monologuista dice que fue corto el discurso de Raúl. Y muy histórico. Yo no pude escuchar algunas partes pero fue corto. Mire, hermano, está bien contar la historia, está bien hablar de cuando los mercenarios hicieron explotar ese barco francés que traía armas para la revolución, pero hay que poner los puntos sobre las íes. ¿Qué vamos a hacer de ahora en adelante? ¿Cómo va a seguir la economía? ¿Así que usted me dice que Raúl anunció que hablaría en Santiago de Cuba y que ése será su discurso principal? Pues me deja más tranquilo porque le digo, y disculpe que repita, hay que poner los puntos sobre las íes. Yo soy fidelista. Aquí todos somos fidelistas porque gente como Fidel hay uno por siglo. Usted no sabe lo que fue el período especial. Andábamos en bicicleta y hoy ya no ve casi bicicletas por la calle. Yo no sé por qué no hay, si se rompieron o qué, pero le aseguro que los cubanos de mi generación no quieren subirse más a una bicicleta. No había más ayuda de los soviéticos. Entonces, 15 kilómetros para ir al trabajo y 15 kilómetros para volver. Con lluvia o sin lluvia. Y un poco de arroz. De luz, casi nada. ¿Y quién nos sacó del período especial? Fidel. Era una mente superior porque miraba todo al mismo tiempo. Un genio. Si no fuera por él seguiríamos en esa crisis tremenda, mire hermano. Así como me ve yo estoy informado. Hasta ruso sé, y sé de misiles, porque trabajé en electrónica. Le digo que hubo errores, cómo no va a haber... Pero no muchos. ¿Dos? ¿Tres? ¿Qué son dos o tres errores en 90 años? Yo tengo muchos recuerdos porque soy hijo de la Revolución. Nací en noviembre de 1958. Mi mamá hizo una promesa. El dictador Batista ya se estaba cayendo. La promesa era que si se caía sin vuelta atrás ella no me cortaría el pelo hasta que la Revolución cumpliera un año. Fíjese, estuve con todo el pelo de cuando había nacido hasta enero de 1960, porque la revolución fue en enero de 1959. Un año y dos meses. De noviembre del 58 a enero del 60. Disculpe si le hablo mucho pero digo lo que pienso. No tengo miedo y estoy informado. Internet no tengo pero leo, leo hasta la última letra de cada discurso y miro la televisión. Hay mucha información en la televisión si uno tiene memoria, si uno se concentra y analiza los datos. Le dije que errores hubo. Yo nací en el 58 y de los ‘70 me acuerdo todo. Haber ido a Angola fue un error. Uno de los errores de Fidel. Y yo estoy de acuerdo con el internacionalismo y con lo que dijo el Che. ¿Usted de dónde es? Argentino. Entonces conoce lo que dijo el Che. ¿Se acuerda, otras tierras me reclaman? ¿Pero sabe qué? Para mí el internacionalismo es como en los últimos años. Con médicos y con educadores. Mi hija es médico. Ahora está en Brasil, en el Amazonas, trabajando por solidaridad por los médicos de Brasil me dijo que no quieren ir a algunos lugares de su patria. Mi hijo es ingeniero electrónico pero está en Cuba. Mire, hermano, lo de Angola debe haber estado mal porque después no hubo más expediciones militares a ningún lado. Médicos sí, educadores sí, pero militares nada. Para mí que se reunió el buró político del partido, evaluó que había sido un error, llegó a un consenso y dijo que no mandaría más militares para afuera. Y a mí no me asustan las armas, hermano. Pero del Malecón para afuera, para el mar, no voy. Afuera no voy a pelear. Ahora, si alguien quiere meterse con nosotros que me pongan por el faro, en el fuerte donde estaban los españoles, y voy a defender La Habana. Yo hablo con todos. Hace un rato me crucé con un señor norteamericano. Hablaba un buen español y era muy respetuoso. Otros vienen y critican. Yo critico a mi país, hermano, y no me gusta decirle al que critica que se fije primero en su país, pero lo pienso. Como en las escrituras bíblicas, hermano. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ahora es igualito. El que esté libre de problemas en su país que hable de los problemas de Cuba olvidándose. Y no es que no quiera escuchar, es que escucho mejor cuando primero hablan de sus problemas y después de los nuestros. Entonces también les hablo porque entiendo que ellos también entienden que no están libres de pecado, se lo digo de manera bíblica otra vez. Mire, si ahora mientras caminamos con usted y hablamos me da un patatús usted me lleva hasta el hospital más cercano, el Ameijeiras, a dos cuadras del Malecón. Usted no sabe quién soy pero alguien se va a enterar y les va a avisar a mis hijos. Supóngase que me tienen que poner un marcapasos porque el corazón no da más. Pues me lo pondrán. Después vendrá mi hijo, el que está en Cuba porque mi hija médico ya le dije que está en Brasil. ¿Y cuánto le van a cobrar por el marcapasos? Nada. Nada de nada. Gratis. Díganme en cuánto países se puede hacer eso. ¿Sabe cuánto pagué para estudiar? Nada. ¿Y sabe cuánto pagué para que estudiaran mi hija médico y mi hijo ingeniero electrónico? Nada. Díganme si eso se puede hacer en muchos lugares. Pero no sabe lo tranquilo que me deja. Ahora me cruzo, me compro una pizza con un refresco y me quedo contento porque el sábado voy a escuchar a Raúl. ¿Sabe por qué nada más que un refresco? Porque cervecita no venden. Por el duelo. Hasta el domingo.