La casa de los padres de Falu Carolei en Quilmes tiene enmarcada su primera obra, de cuando solo tenía ocho años. “Era como un científico loco con todas caricaturas del momento, desde la cara de Menem hasta lo que te imagines; copiaba fotos del diario”, recuerda el artista plástico de 30 años. Después de ver que el nene dibujaba todo el día, lo llevaron a estudiar caricatura y hasta deambuló por las aulas de Bellas Artes. Pero todo eso lo aburría. El click se dio cuando vio tapas de discos de rock y tablas de skate, generando un estilo propio que transforma en pop todo lo alternativo. Este sábado presentará Diferentes maneras, su primer libro, un compilado de sus ilustraciones que lleva el mismo título que la canción más emblemática de Massacre.

Falu forma parte de la pandilla de Local, un espacio en Palermo, a metros de Plaza Serrano, en el que podés tomar un café, hacerte un tatuaje o ver una muestra de arte, todo estrictamente relacionado con la cultura skater. Ahí hará la presentación del tomo este sábado 16/9 a las 18. Y en ese búnker de Gorriti 5045 recibió al NO para hablar de su libro. “Es un club donde pasa mucha gente talentosa todo el tiempo; es un nexo”, describe mientras hojea la primera edición de Diferentes maneras, recién salida de la imprenta. “Todavía no caigo, cuando todo el mundo se entere, ahí cálculo que me daré cuenta.”

El primer despegue del skateboarding en Argentina con el comienzo del nuevo milenio enganchó a Falu con doce años, y dibujando todo el día. Por entonces atendía las canchitas de fútbol de su viejo en Quilmes, pero largó todo para pasarse el día entero arriba de la tabla. “Le dedicaba el 100 por ciento de mi vagancia, el primer mural que pinté fue en un supermercado abandonado al que íbamos a patear”, reseña. Hasta cumplir la mayoría de edad se vio ligado a esa cultura pero en el medio hizo stencils, remeras, decoró lijas de tablas y nunca dejó de hacer bocetos. “Lo que me gustó del arte lo encontré en tapas de discos de rock y en tablas de skate”, resume. “La tapa de 40oz to Freedom de Sublime me partió la cabeza, cada tanto la busco para apreciarla.”

Rodney Mullen, quizás el skater que más hizo por el skateboarding callejero, escribió en su autobiografía The Mutt sobre cómo el antimarketing del skateboarding cambió a partir de la marca World Industries, que recreaba simpáticos dibujos animados al estilo Disney pero en plan macabro (Flame Boy, Wet Willy y el mismísimo diablo). Esas tablas imposibles de publicitar en un diario le partían la cabeza a los pibitos que ahorraban monedas para armarse su primer skate. Los diseños atrapantes generaron millones de adeptos al skateboarding y todo fue por lo innovación de los artistas. “Ahí se juntan el skater con el dibujante y tienen total libertad, siempre fue así. Son dos cabezas que pueden hacer lo que quieren, sin marcas en el medio. Es transgresor”, explica Falu, que distribuirá su libro hacia todo el mundo desde falucarolei.com.

Su locura más desproporcionada se dio en 2015, junto al ilustrador y tatuador Joel Menazzi. Hicieron una calavera pirata gigante en el bowl de Miramar, la parada más profunda para los skaters del país. “No me di cuenta de cómo quedó hasta que vi una imagen de drone, por momentos tenía que saltar y tirar un brochazo de pintura para terminar algunas partes.”