Javier Milei, el nuevo Presidente de la Argentina, asume el próximo 10 de diciembre. Ese día, debe jurar como la máxima autoridad gubernamental del país y, después, sucede el traspaso de mando. La tradición indica que el nuevo Presidente debe recibir la banda y el bastón, símbolos de poder y de mando gubernamental, de manos de su antecesor.
El origen del bastón presidencial es antiguo y foráneo. Se adoptó en Argentina a comienzos del siglo XIX y, desde entonces, varios mandatarios nacionales ostentaron su obtención en los actos protocolares de asunción.
Una vez finalizado el mandato, los Presidentes deciden el futuro de sus bandas y bastones: algunos lo conservan en sus viviendas, otros deciden donarlo a museos nacionales.
Dónde se inventó y con qué fines
La costumbre data desde la antigüedad. Las primeras civilizaciones buscaban representar que una persona tenía poder de mando a través del diseño de objetos y vestimentas con elementos especiales y poco usuales, como piedras preciosas, telas finas, entre otros. En tanto, el acto de obsequiar alguno de estos distintivos se volvió muy habitual en distintas culturas.
De acuerdo con el Museo de Historia Nacional, en Asia y África, con el surgimiento de las primeras jerarquías de las sociedades de la Mesopotamia y Egipto, aparecieron los primeros elementos que daban cuenta de que una persona había sido elegida o aceptada para gobernar al resto de los habitantes de un territorio.
Luego, la tradición se extendió a Europa. El bastón consistía en una vara de metal precioso con el que reyes y emperadores ostentaban su poderío y dignidad. Para las monarquías europeas, se definía como báculo o cetro.
Sin embargo, además de las monarquías, el bastón o cetro también se utilizó para repúblicas. Esta costumbre y simbología se adoptó en América a partir de la herencia europea.
Cuándo se implementó en la Argentina por primera vez
Para 1808, la idea de otorgar un bastón de mando comenzó a generar interés en el Cabildo Nacional, para que, entre las nuevas jerarquías, las figuras de autoridad pudieran destacarse y hacerse más reconocibles entre los habitantes.
No obstante, tras la Revolución de Mayo de 1810, este símbolo de tradición española que portaban los alcaldes y regidores que respondían a la Corona quedó en desuso. Durante la Batalla de Tucumán, en 1812, cuando el General Manuel Belgrano proclamó la victoria, hizo entrega de un bastón a la Virgen de la Merced, a quien le había rezado por sus tropas antes del combate. Ese bastón había sido confeccionado con mimbre, y fue posteriormente reemplazado por uno de marfil con empuñadura de oro enviado desde Buenos Aires.
Pero esta costumbre volvió a tener relevancia en la región poco después. Tras la aprobación de la Asamblea de 1813 y la creación del Directorio -el primer Poder Ejecutivo- en 1814, se implementó el bastón y banda presidencial. El primer Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata en usar estos distintivos fue Gervasio Antonio de Posadas.
El Museo de Historia Nacional señala que fue Domingo Faustino Sarmiento el primer presidente (entre 1868 y 1874) que asumió en ceremonia protocolar con la banda y el bastón como símbolo de poder.
¿De qué están hechos los bastones presidenciales?
En Argentina, cada presidente tiene su propio bastón de mando. Es decir que se hace entrega de uno completamente nuevo a cada jefe de Estado. Una vez finalizado el mandato, en la ceremonia protocolar se obsequia un bastón diferente, y no se traspasa el mismo de presidente a presidente.
Asimismo, los mandatarios nacionales deciden el futuro de sus bandas y bastones: algunos lo conservan en sus viviendas, otros deciden donarlo a museos nacionales.
En 1932 se establecieron las normas para la confección de los bastones de mando presidencial: la madera debía ser de caña de malaca barnizada; la empuñadura, de 8 centímetros de largo, debía ser de oro macizo de 18 quilates y tener el escudo nacional esmaltado; la longitud dependía de la altura del mandatario; y el regatón que recubre el extremo inferior del bastón, también debía ser de oro.
No obstante, desde el retorno de la democracia en 1983, con la asunción del expresidente Raúl Alfonsín, el bastón es confeccionado por el orfebre Juan Carlos Pallarols, quien aplica un diseño que él mismo ideó y que se destaca por su impronta patriótica.
Realiza sus bastones con materiales como la plata, un metal noble y emparentado con el nombre en latín “Argentum”; y el urunday, una madera incorruptible proveniente de Misiones y del Chaco que no necesita pulidos porque brilla por sí sola.
Además, incluye símbolos muy nacionales: una flor con veinticuatro cardos, representando a cada una de las provincias y la Capital Federal, y tres pimpollos, que representan las Islas del Atlántico Sur. Desde el 2011, el orfebre le añadió un detalle: dos manos estrechándose como símbolo de unión.
En 2015, el expresidente Mauricio Macri rompió una tradición de 32 años al pedir que el orfebre Damián Tessore trabajase en la confección de su bastón de mando. Cuatro años más tarde, para la investidura de Alberto Fernández, Pallarols fue convocado nuevamente y diseñó el último bastón, que lleva la frase "Argentina de pie" grabada a pedido del actual mandatario.
Según reveló este año al programa Noche de Mente de la TV Pública, el orfebre ya tiene lista la empuñadura del próximo bastón de mando que levantará Javier Milei. Lo único que hará falta será añadirle los detalles que pueda llegar a pedir el próximo presidente.
Una costumbre que involucra a todos los argentinos y argentinas
Por otra parte, desde 1983, es costumbre que Pallarols lleve la empuñadora del próximo bastón a las escuelas, instituciones y otros sitios de todo el país para que los argentinos le den un golpecito con un martillo, como un símbolo de que el nuevo presidente viene con la fuerza de los millones de argentinos.
Luego, se procede a entregar un cuaderno para que la persona que golpeó la empuñadura del bastón pueda escribir un mensaje para el futuro presidente.