Martín Buscaglia-Fernando Cabrera, Fernando Cabrera-Martín Buscaglia... Este dúo intrageneracional de titanes uruguayos arrancó a principios de año, a instancias de Leandro Quiroga, dueño y curador de Medio y Medio, el espacio musical de Portezuelo que no les es ajeno a ninguno de los dos. A Buscaglia, porque ha tocado allí junto a Lisandro Aristimuño, y a Cabrera, porque hizo lo propio junto a Kevin Johansen. Esto para empezar. Para seguir, cuentan como importantes los conciertos que ambos darán, en dúo, hoy, mañana y el sábado en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1557). También, y no es menor, mella la circunstancia que ambos nunca se habían cruzado en un proyecto específico, aunque hayan compartido varios shows. Confluyeron en una de las Expo Zaragoza, con Laura Canoura. También en un par de recitales de Fito Páez, cuando el rosarino presentó Solo piano en el Uruguay; y en el homenaje a Alfredo Zitarrosa, que se realizó el 11 de marzo del año pasado en el Estadio Centenario, a treinta años de su muerte.
Pero también hay encuentros tácitos, que superan lo puntual. Que devienen como reminiscencias fuertes del pasado. Uno de ellos, Martín, es el hijo del impresionante poeta, director y actor Horacio Buscaglia, que fue un importante ladero de Eduardo Mateo, en las épocas locas de las musicasions montevideanas. El otro, Fernando, no solo grabó un disco a dúo con el mismísimo Mateo en 1987, sino también hizo lo propio con Eduardo Darnauchans, que a su vez conjugó talentos con Horacio. “Bebemos de una misma fuente, sin dudas”, determina Buscaglia hijo, que no solo vio a Cabrera en su yunta con “Darno”, sino también la presentación en vivo de Mateo-Cabrera, cuando era apenas un chico. “Los fui a ver como fana de Mateo, y de Darno. En aquel toque en el Solís, creo que Cabrera estrenó ‘La casa de al lado’. No sé, para mí es como muy obvio que toquemos juntos, en cambio para otros es rarísimo. Es cierto que cada uno tiene sus obsesiones, bagajes y herramientas. Fer escuchó más Astor Piazzolla y más Chico Buarque, tal vez, y yo otras cosas. Pero hay una raíz común que tiene que ver con el toque de las guitarras. Y sé que a él le pasa algo similar, porque ambos hemos desarrollado un lenguaje propio”, señala Buscaglia, que también viene de compartir disímiles dúos con Kiko Veneno, Antolín y la cubana Yusa.
El show del Tasso será entonces como una continuidad de esta díada singular, que empezó en enero en Medio y Medio, donde el imperativo estético fue hacer confluir dos guitarras eléctricas, de una manera muy particular. “Todo el show es con dos guitarras eléctricas peladas, todo. Es algo que Fernando hace mucho y yo no tanto pero me encanta, porque creo que compartimos un toque que no es similar pero sí es equivalente... Hay una cosa rítmica de mano derecha que nos hace caminar juntos y bien”, define Buscaglia. “Lo que hacemos es seguir la escuela que dejó Mateo, relacionada con la subdivisión rítmica, con un manejo muy minucioso en ese sentido, que genera un contrapunto hermoso entre lo que tocás y lo que cantás”, extiende Cabrera. Ambos están también abocados a sendos nuevos discos solistas. El de Buscaglia ya tiene un título, pero dice que prefiere no dar a conocer para que no le pase lo que a Axl Rose con Chinese Democracy.
“Con este disco, siento que estoy volviendo a un lugar mío, después de irme un rato, producto de las experiencias a dúo con otros músicos, porque los dúos tienen la gracia de que hacen salirte de vos un rato. La gracia, por ejemplo, no está en que Fernando se acople a mis temas como una guitarra más y viceversa, sino en generar una interacción”, cuenta Buscaglia, sentado en un bar montevideano, justo antes de que Cabrera se haga un nudo en un laberinto etimológico sobre de cómo pronunciar correctamente los apellidos Larbanois (por Eduardo, el guitarrista que comparte dúo con Mario Carrero) y Darnauchans, para luego volver sobre Buscaglia hijo: “Para mí es una gran comodidad tocar con alguien tan dúctil y talentoso como Martín. Todo se facilita por su swing, también. Siento que me beneficia y me aporta cosas. Da mucho placer hacer música entre dos y que haya sintonía”, sostiene Cabrera.
Los dos no se muestran muy dispuestos a deschavar las canciones que harán juntos, pero alguna perla meten. “Me puse a escuchar discos de él, elegí las músicas que más me gustaban y chau”, despeja certero Cabrera. “También aprovechamos para hacer temas inéditos de los dos, porque creo que vos te encontrás con la gente que te escucha, pero también la generás. Y creo que los dos tenemos un público que no nos pide que hagamos siempre lo mismo. Al menos es lo que yo imagino... Entonces hacemos temas de toda la vida, claro, pero también estrenos o temas inéditos”, arriesga el multiinstrumentista, acerca de un set combinado, que en general abren con “El viento en la cara”, de Cabrera. “Es una canción que tiene un espíritu muy particular. La verdad es que no sé si transcurridos tantos años, hoy soy capaz de transformar en canción una atmósfera así; es algo que me ocurría más a menudo en la juventud”, refiere él, yendo al momento en que grabó el disco homónimo: 1984. “Mostrar canciones entre dos a la gente es parte de un aprendizaje tan importante como el que generan otras facetas relacionadas con la composición o la grabación. Al tocar con otro encontrás un coloque interactivo, que no solo tiene que ver con vos. Es algo más íntimo y más difícil de explicar, porque te obliga a pensar en dos. O hay una música que piensa por los dos”, determina Buscaglia. “También hay un momento en el que hacemos microcanciones, creemos que la hondura de la canción no va en el largo”.
Respecto de sus devenires solistas, ambos están con disco en puerta. Buscaglia piensa “volver a ser él”, tras los discos con Antolín (Experiencias musicales) y Kiko Veneno (El pimiento indomable). Cabrera, en cambio, está nervioso porque aún no sabe cómo le va a poner a su decimosegundo trabajo. Adelanta que están grabadas todas las canciones, y que va por la parte de la mezcla. “Me estoy tomando la mezcla de un modo compositivo y arreglístico. Estoy haciendo una nueva visión de las canciones, poniendo, sacando y recortando. La expectativa era que saliera en la primavera, pero veré si llego”, duda el guitarrista que se codeó con Buscaglia padre en el momento de su debut, con el grupo MonTRESvideo, en septiembre de 1977. Hacia allá va, entonces: “Atilio Pérez, el poeta, organizaba unos encuentros medio clandestinos en una casona inmensa de la calle Paysandú. Era una especie de happening donde había actores, músicos nuevos, poetas, y entre ellos estaba Horacio en uno de los cuartos, diciendo sus mojos, que eran como recitados muy locos. Ahí lo conocí. Años después, ya fallecido Mateo, se le hizo un homenaje en el Teatro Solís, y ahí también lo vi junto a Litto Nebbia, Urbano Moraes y Mandrake Wolf, entre varios más”, evoca Cabrera, que ve en Martín una “composición” entre su madre Nancy Guguich, fundadora del mítico colectivo musical Canciones Para No Dormir La Siesta”, y su padre. “De Horacio, Martín tiene la hiperactividad tremenda. Son personas que nunca se detienen, con una expresividad corporal que yo no tengo. Yo soy una estaca que nunca baila”, afirma el hombre que alguna vez tituló un disco con un nombre que lo pinta perfecto: El tiempo está después. “A mí no me cuesta, soy hiperkinético y me gusta bailar... y creo que nos complementamos bien, hasta en esto”, cierra Buscaglia hijo.