El resultado de las urnas es indiscutible: Javier Milei es el nuevo presidente de la Argentina. ¿Qué eligió la ciudadanía? El cambio como un valor que, sin importar el precio, se puso por encima de toda otra cuestión. Se eligió un cambio, sin importar el cómo. Un cambio que no reparó en riesgos a lo desconocido. Por el contrario: el votante decidió lanzarse a lo desconocido para rechazar cualquier posibilidad de continuidad a la situación crítica que se vive en estos momentos.
¿Por qué ganó Milei? Es un interrogante difícil de responder desde la racionalidad política de quien escribe estas líneas. La mayoría de los votantes eligió para orientar los destinos del país a una persona que –en muchas oportunidades– antes y durante la campaña ha dado claras muestras de evidentes desequilibrios emocionales. El mismo candidato que –al compás de las presiones de quienes lo apoyaron en distintos momentos– fue cambiando de posiciones y de propuestas. Milei ni siquiera fue el mismo antes de las PASO enfrentado a JxC y después de esa primera ronda cuando gozó del apoyo de Patricia Bullrich y de la dirección técnica de Mauricio Macri.
La elección de la ciudadanía tampoco puede estar basada en las propuestas económicas de LLA porque las más resonantes (dolarización, eliminación del Banco Central, quita de subsidios, etc.) nunca fueron explicitadas en su implementación.
Los resultados del balotaje son, casi matemáticamente, la suma de los votos de LLA más JxC. Fue un voto con hastío, con bronca y crítico por los resultados del gobierno de Alberto Fernández. Fue un voto de rechazo a la situación económica y social que se vive. Fue también un voto antiperonista, un voto antikirchnerista.
Milei construyó su victoria con un discurso antisistema, también anti política. A ello contribuyeron los errores de los últimos gobiernos. También las carencias de una democracia que fue insuficiente para responder a lo fundamental: garantizar derechos fundamentales mediante la mejora permanente de calidad de vida de la personas.
¿Cuál es la Argentina que viene? Comenzando por lo que pasará ahora mismo. En su discurso Milei se desligó de la suerte del país hasta el 10 de diciembre. Hay muchos interrogantes. Milei insiste en “una Argentina liberal”. Pero hay incertidumbre acerca de que hará Milei en el gobierno sobre todo después de la fusión forzada por Macri entre JxC y LLA. En su discurso de victoria Milei reiteró que “no hay lugar para el gradualismo, no hay lugar para la tibieza”.
Se abre una nueva agenda política, con otros actores. No todos nuevos. Al margen de Milei uno de los triunfadores es Mauricio Macri, el gran operador después de la primera vuelta. El artífice de la alianza postrera entre Bullrich y Milei. Una gran pregunta es cuál será el rol del propio Macri y de sus equipos en el futuro gobierno. Seguramente, Macri y los suyos tendrán una incidencia fundamental en lo que ocurra de aquí en más.
No menos importante es el papel que jugará la electa vicepresidenta Victoria Villarruel, un estandarte del negacionismo, de la exaltación de la dictadura, que en sus dichos y en sus prácticas contradice toda la política de derechos humanos pilar de la recuperación de la democracia.
Acerca de la recomposición del mapa político hay más preguntas que respuestas.
¿Qué pasará con LLA, una fuerza sin historia política, con una escaza representación parlamentaria, sin gobernadores propios y que, por todo ello, necesita generar alianzas para gobernar? ¿Con quién? Seguramente con los seguidores de Bullrich y con sus cuadros políticos. Pero ¿qué ocurrirá con el radicalismo en sus distintas versiones? Es poco creíble que como una sola tropa se sumen a las filas del nuevo gobierno. Pero el interrogante es también acerca del futuro de JxC.
Frente a la previsible resistencia que los cambios propuestos por Milei tendrá en importantes sectores de la población ¿cuáles serán los métodos de resistencia que podrán implementarse desde los sectores populares, de los pobres, de los trabajadores y cuál será la actitud del gobierno triunfante? El presidente electo dijo que no “hay lugar para los violentos”. Pero la violencia y la represión pueden venir desde el nuevo gobierno para imponer determinaciones que ofrezcan resistencias. Los nuevos habitantes de la Casa Rosada no han demostrado –al menos hasta el momento– demasiada predisposición para el diálogo y la negociación. La motosierra no ha sido el mejor símbolo en ese sentido.
¿Y el peronismo en la oposición? Nadie puede predecir, ni aún en esta crisis, el fin del peronismo. Pero está claro que ese movimiento requiere una severa autocrítica, en sus contenidos, en sus métodos y en sus modos de gestión.
Lo que queda por delante ahora es una enorme tarea. Desde la oposición es preciso volver a cargar de sentido a la democracia y a la política como método para hacerla posible. Para todo ello hay que revisar profundamente los modos de hacer política y traducir lo nuevo en otros mecanismos de participación para dejar atrás la crisis de representación desde abajo hacia arriba y con surgimiento de nuevos liderazgos, traducidos en nombres y estilos.
En la agenda no puede faltar tampoco la resignificación de los derechos fundamentales en función de los nuevos datos que nos ofrece la realidad. Memoria, verdad y justicia: definitivamente sí. Pero ¿cómo se traduce eso hoy en la vida cotidiana de ciudadanos y ciudadanas? Y por añadidura: ¿cuál es la lista de nuevos derechos personales, de comunidades, ambientales, comunicacionales? ¿Quiénes son los nuevos, las nuevas titulares de esos derechos emergentes? ¿Cuáles son los métodos para luchar por esto desde la oposición?
Todo esto y mucho más debe estar contenido en un proyecto de futuro, un proyecto de comunidad, de nación y de país. Un proyecto que –desde mañana y ahora desde la oposición– realimente esperanzas y otro sueño de futuro. Hay que proponerse y encontrar los modos para que las generaciones más jóvenes se entusiasmen en ser protagonistas de su propio futuro, el de sus mayores y el de sus hijos. Tendrá que ser con otro relato, nuevas herramientas y una pedagogía política y comunicacional que quizás ni siquiera conocemos ni imaginamos en este momento.