La crisis de inflación sin respuestas que protegieran a los sectores populares produjo una crisis de representación que fue aprovechada por un grupo de aventureros pese a que en la campaña demostró escasa preparación, desconocimiento del Estado y de los problemas que deberían resolver. Argentina tiene un presidente electo, Javier Milei, que no sabe cuánto cobra un jubilado ni lo que cuesta un kilo de pan o el boleto de colectivo. Pero fue votado por una amplia mayoría que no pudo vencer la desconfianza hacia los partidos políticos.
Hay una base ideológica conservadora, de derecha, neoliberal, que acompañó antes al macrismo y en esta ocasión se volcó al candidato ganador. Esos sectores, que también son numerosos, no son democráticos, se han opuesto a las políticas de derechos humanos, laborales y sociales. Han acompañado al macrismo y tienen claro que el libre mercado implica recortar derechos y ajustar la economía, es decir privatizaciones, desempleo y bajos salarios.
Pero las que inclinaron la balanza fueron capas de la sociedad menos politizadas, muchos de las cuales sienten que fueron frustradas sus expectativas en un gobierno que votaron. Sólo escucharon las diatribas contra los que veían como responsables de sus frustraciones y problemas a los que el candidato calificó de “casta”. No escucharon las propuestas de destrucción de lo público, que es lo que pertenece a todos. En consecuencia, lo que pertenece a todos, pasará a pertenecer a una corporación, desde Aerolíneas, o YPF, hasta las jubilaciones, como prometió Milei en su campaña.
Para el pueblo que lo votó, más que promesas son amenazas. No hay forma de que esas medidas ayuden a un pueblo, que está mal, pero que a partir de ahora estará peor. Los que lo votaron no tardarán en percatarse.
Las corporaciones como Techint y un personaje como Mauricio Macri se encargarán de ponerle los técnicos que le faltarán al grupo de Milei. Si el grupo de ultraderecha neoliberal que ganó las elecciones cumple sus promesas, los movimientos de desocupados estarán en problemas, el movimiento de mujeres y de minorías igual y por supuesto, el movimiento de los derechos humanos y las centrales de trabajadores.
Todos ellos han sido puestos en la mira. Quieren que la ex ESMA deje de ser un recordatorio de las atrocidades del terrorismo de Estado para convertirlo en un parque de diversiones. Ramiro Marra exaltó la pornografía y anunciaron que erradicarán la Educación Sexual Integral de las escuelas. Cortarán subsidios y planes. Y flexibilizarán las relaciones laborales para beneficiar al empleador.
El camino de la dolarización, o el que lleva a entronizar los mercados sobre las personas, ha generado injusticias y desigualdades máximas en la historia y es lo que ha prometido Milei y lo que esperan de él Techint y Macri.
Ese panorama implica un horizonte de violencia. Nadie se dejará atropellar ni arrebatar sus derechos y las políticas que se anunciaron han sido muy agresivas. Esas dos fuerzas enfrentadas implican la inminencia de días violentos, de protestas y represiones y de profunda inestabilidad. Todo estaba dicho antes y durante la campaña. Nadie podrá darse por sorprendido, solamente los que votaron con una bronca, que ahora se transformará en furia. O le seguirán echando la culpa a una casta que ya no tendrá ninguna responsabilidad. Seguramente habrá motivos para la bronca. Pero a partir de ahora, la responsabilidad de todo lo que les pase no estará en la casta sino en los que votaron con bronca.
Argentina ya pasó por estas situaciones en las que la fragmentación será la estrategia del nuevo gobierno para aplicar sus políticas antipopulares y en las que la unidad del pueblo en la resistencia fue la única defensa.
Todo lo que se privatice, desde Aerolíneas, YPF o las jubilaciones será riqueza que perderán los argentinos y será muy difícil de recuperar. Se repite la experiencia menemista que culminó en un desastre, con una economía de servicios y especulación financiera y no de producción, con millones de desocupados y excluidos y la salud y la educación públicas descuartizadas.
Desde el llano, el peronismo tiene dos caminos: dividirse como en el macrismo, o permanecer unido y aliado a las fuerzas políticas de toda la oposición. Cuando asumió el macrismo sedujo a gobernadores, dirigentes políticos y sindicalistas peronistas. No fueron muchos, pero con esos pudo gobernar. Macri estará nuevamente en el gobierno con Milei.
La calle será otra vez el teatro principal de la política. Es el único territorio que no ha podido colonizar el poder económico. Es el lugar de expresión natural de los perjudicados y vapuleados por la historia. La casta que han criticado en la campaña de la derecha no es un bloque homogéneo. Muchos de ellos son los próceres, como Alberdi que extrañamente reivindicó Milei en su discurso. Juan Bautista Alberdi impulsó la intervención del Estado en la economía para favorecer a las mayorías. Milei tampoco conoce la historia del país que gobernará. Los políticos como Alberdi y los demás próceres de nuestra historia serían, según Milei, la casta política del pasado, como Belgrano o Moreno, que eran proteccionistas como Alberdi.
La división principal entre los políticos no es entre buenos y malos, que también los hay, sino entre los que ejecutaron bien o mal los mandatos populares y los que aplicaron las políticas del poder económico. Milei y su grupo son parte de esa pandilla que ha sido el verdadero responsable de la decadencia.
La palabra “resistencia” tiene resonancia en este país. En otros lugares la conocen con otros nombres. Los argentinos han llamado resistencia a luchas populares en desventaja, cuando parecía que todo estaba perdido, resistencia frente a gobiernos autoritarios y dictaduras, frente a gobiernos de minorías con proscripción de mayorías, gobiernos que engañaron con falsas promesas a las mayorías, gobiernos que quisieron gobernar en contra del pueblo. Parte del pueblo podrá ser engañado y hasta podrá equivocarse para votar, pero hasta ahora ningún gobierno pudo vencer al pueblo cuando pasó a la resistencia.
Como es una palabra que está en la esencia de los argentinos, el poeta Juan Gelman se refirió a ella: “Hay que aprender a resistir/ ni a irse ni a quedarse/ a resistir/ Aunque es seguro que habrá más pena y olvido”.