Las distintas formas que asumen las masculinidades hegemónicas y que refuerzan la matriz dominante se forjan desde diferentes discursos: la historiografía, el psicoanálisis pero también las representaciones literarias, audiovisuales y artísticas. Intelectuales y académicos que vienen trabajando el asunto hace mucho como Alberto Mira, José Amicola, Irene Meler, Pablo Ben, Lucas Martinelli, Carolina Rocha, Ariel Sánchez se reúnen en Cuerpos minados. Masculinidades en Argentina (UNLP) para analizar esa variedad de discursos que pueden ir desde La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig, pasando por las fotografías de combatientes de Malvinas o la revista Eroticón en los años ochenta del siglo XX.
¿Por qué tomaron la categoría de “cuerpos minados” para hablar de masculinidades?
–Evitamos deliberadamente hablar de “varones” porque la masculinidad, o masculinidades, no siempre tienen que ver con esa categoría. Hablamos de “cuerpos” para hacer lugar a una amplia variedad de nociones, o versiones, o encarnaciones de la masculinidad. Y “minados” alude al hecho de que las masculinidades tradicionales están siendo actualmente socavadas o cuestionadas. Además sugiere que en algunos cuerpos lo masculino y lo femenino fluyen de manera impredecible, desbordando el dualismo. El libro reúne ensayos diversos sobre masculinidades igualmente diversas: heterosexuales, femeninas, gays, trans. La idea era abarcar las múltiples expresiones que asume la masculinidad, así como los discursos y debates que suscita.
¿Qué personajes y figuras artísticas han producido discursos diferentes y resistencias frente a las masculinidades hegemónicas?
–Uno de los objetivos que nos planteamos con José Maristany al momento de compilar el libro fue evitar centrarnos únicamente en masculinidades “periféricas” o en discursos de resistencia, por dos motivos fundamentales: al poner el foco sobre lo que se resiste a la norma, ésta queda incuestionada, no se analiza en profundidad cómo opera, se la da por sentada; por otro lado, puede que en un discurso de resistencia emerjan elementos normativos, y al revés: que un discurso normativo contenga en su interior contradicciones o fugas que puedan dar lugar a cierta subversión. En el libro hay varios ejemplos de esta ambivalencia, por ejemplo en el trabajo de Marcos Zangrandi sobre la narrativa de David Viñas, o en el de Fermín Acosta y Lucas Disalvo sobre la revista Eroticón.
¿De qué manera se manifiestan hoy las violencias derivadas de la dominación masculina?
–En relación con esta pregunta, hay un ejemplo muy interesante en el artículo de Alfredo Martínez Expósito sobre la película Solo de Marcelo Briemm. Alfredo habla de tres articulaciones nuevas de homofobia, en primer lugar lo que llama micro-homofobias –actos cotidianos de violencia no física contra homosexuales, que muchas veces se superponen con discursos que parecen tolerantes o hasta abiertos a la homosexualidad–; en segundo lugar, el uso de discursos antihomofóbicos que en realidad intentan imponer modelos normalizados de homosexualidad, reproduciendo valores heteronormativos, la monogamia. Finalmente, la apropiación de discursos homosexuales con finalidades homófonas, como en el pinkwashing o el homonacioanalismo. En un momento en el que avanzan las legislaciones antidiscriminatorias y se amplían los derechos para las comunidades lgtbqi, las masculinidades normativas se “reinventan” y siguen intentado ejercer su dominio con otras armas, quizá más sutiles, pero no menos efectivas.
De la cama al sauna
Sin duda, las masculinidades se forjan también en contraposición al fantasma de la homosexualidad y en la intersección entre homosexualidad y homoerotismo. En su anterior libro Paisaje de varones, Peralta analizaba las maneras en que los sujetos crean los espacios eróticos a la vez que son creados por ellos. Según el autor, “el espacio homoerótico se forja en la intersección entre un entorno físico inmediato y una actividad humana que modifica momentáneamente su estatus habitual. Así, por ejemplo, un baño público se transformaría de ‘lugar’ en ‘espacio homoerótico’ a través de las prácticas desarrolladas en su interior. No todos los baños públicos serían espacios homoeróticos y tampoco lo serían todo el tiempo, sino solo cuando los sujetos se reapropiaran de ellos y los resignificaran”. En otro libro Paisaje de varones, Peralta analizaba las maneras en que los sujetos crean los espacios eróticos y a su vez cómo son creados por ellos. Analizaba textos literarios entre 1914 y 1957. Sin duda, las masculinidades se forjan también en contraposición al fantasma de la homosexualidad y en la intersección entre homosexualidad y homoerotismo.
Para vos “el espacio homoerótico se forja en la intersección entre un entorno y una actividad”. ¿Qué más define ese espacio?
–Los espacios homoeróticos favorecen la socialización y el encuentro entre varones en un sentido amplio. Hablo de homoerotismo y no de homosexualidad porque homoerotismo no define una identidad específica; por ejemplo, la cárcel o el ejército son espacios que pueden llegar a ser eventualmente homoeróticos sin que las personas que están ahí se identifiquen como gays. Hay muchos espacios públicos –calles, parques, plazas, baños– que también pueden ser re-apropiados, usados por hombres que se relacionan con otros hombres. Antes la socialización homosexual se desarrollaba exclusivamente en este tipo de espacios; después empezaron a surgir paulatinamente lugares gays “legítimos” (saunas, discotecas, clubes de sexo). Foucault habla de “heterotopías”, lugares diferentes que invierten las normas. Los espacios homoeróticos son un ejemplo de heterotopías.
¿Qué otros espacios homoeróticos aparecen en tu investigación?
–La garconnière, el colegio y el internado, la oficina y la pensión como lugares íntimos que posibilitaban el acercamiento entre hombres conviven con lugares de “yiro” como el Paseo de Julio, la zona del Bajo; la plaza Mazzini, la estatua de Las Nereidas, ciertos urinarios ubicados alrededor de Plaza de Mayo durante la primera parte del siglo XX. Como señalo en el libro un baño público se transformaría de “lugar” a “espacio homoerótico” a través de las prácticas desarrolladas en su interior. No todos los baños públicos serían espacios homoeróticos y tampoco lo serían todo el tiempo, sino solo cuando los sujetos se reapropian de ellos y los resignifican.
¿Qué textos literarios daban cuenta de la violencia derivada de las masculinidades hegemónicas durante la primera parte del siglo XX?
–La novela Reina del Plata, por ejemplo. Bernardo Kordon muestra en forma pionera el espacio del “yire” en los bosques de Palermo y un asentamiento de “maricones” en una villa miseria. Ambos espacios ilustran un nuevo paisaje urbano, en la novela se nota un prejuicio hacia esas figuras disidentes pero yo sería cuidadoso al momento de hablar de “homofobia”. Lo que inquieta a los personajes “heterosexuales” es que haya varones que desafíen las normas de género y sexualidad, eso es algo que perturba, que desconcierta, pero hay otros factores en juego –como la clase o el estatus social– que están intrínsecamente ligados con la cuestión sexo-genérica. Por ejemplo, los jóvenes “proletarios” le roban y le pegan a una “marica” vieja y rica, pero la paliza no es por su condición de “marica”, sino para que no los denuncie. Y en la novela queda claro que hay jóvenes que sí aceptan las proposiciones sexuales de hombres mayores a cambio de dinero y regalos.
Cuerpos minados. Masculinidades en Argentina se presenta en La Plata el viernes 15 de septiembre, a las 18, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Calle 51 e/ 124 y 125, Ensenada). Y en la Ciudad de Buenos Aires, el martes 19, a las 19, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Santiago del Estero 1029).