“¿Están listos para la fiesta? Anoche fue fantástico, pero hoy será mejor”, vaticinó Nile Rodgers, mandamás de Chic, mientras el público recuperaba el aliento tras el paso de “Everybody Dance”, camión sin frenos del groove con el que inició la segunda de sus dos fechas en el Gran Rex. De todos modos, remató el impacto inicial con una adaptación más corta de “Dance, Dance, Dance (Yowsah, Yowsah, Yowsah)”, otro de los clásicos del primer álbum de estudio de su banda, titulado igual que ésta, y que en 2017 cumple 40 años. Desde ese entonces, hasta ahora, mucha agua corrió bajo el puente. Pasaron los discos, las modas, los sistemas políticos, las tecnologías y también los integrantes del grupo: esta nueva encarnación es más funcional a la excelsa obra del guitarrista y productor neoyorquino que al proyecto cofundado junto a los desaparecidos Bernard Edwards y Tony Thompson. Si bien el repertorio que brindaron no dista de lo que desplegaron en su tardío debut en la Argentina, en el Personal Fest de 2009, hay un detalle que marcó la diferencia: la segunda chance que tuvo Rogers al ganarle partida al cáncer de próstata en 2013.
Pero en el comienzo del show, el sonido era el de 1978, año en el que “I Want Your Love”, del segundo álbum de Chic, C’est Chic, rankeó bien arriba en las carteleras musicales. Kimberly Davis, la bendecida y platinada corista que acompaña a Rogers en esta formación, seguramente era muy chica cuando lo escuchó y nunca imaginó que su voz sería capaz de opacar a la de Alfa Anderson. A partir de entonces, el frontman repasó los hits que hizo fuera de la banda para otros artistas, no sin antes advertir que, gracias a eso, hoy tiene uno de los mejores shows en vivo del mundo. Entonces comenzó el bombardeo con dos éxitos conocidos a través de la voz de Diana Ross, “I’m Coming Out” y “Upside Down”, a los que le secundaron otras dos municiones gruesas de funk y música disco: “He’s the Greatest Dancer” y “We Are Family”, inmortalizadas por Sister Sledge. A continuación, el violero dio muestras de lo enraizada que están sus canciones en las nuevas generaciones, al hacer “Soup For One”, de Chic, de la que el dúo francés de house Modjo sampleó su guitarra para su himno “Lady”, cuyo guante tomó Rogers a mitad de tema.
Además de patentar un estilo único al momento de tocar su instrumento, lo que acompañó en vivo con su baile característico (hincando el tronco, levantando un poco las piernas y dando unos pasos cortitos), si algo le sobra a Nile Rodgers, amén de carisma (“si no saben inglés, canten igual”), es un ego inmenso. Y eso hizo un poco de ruido, más allá del que él le pedía al público. Al punto de que tanta pirotecnia junta por momentos empujaba al espectáculo hacia la idiosincrasia del casino. Más allá de esto, es cierto que buena parte de las 2000 personas que asistieron a la noche del miércoles no se imaginaban que la influencia del músico de las rastas trascendía la música negra y dance para insertarse también en la cultura pop. Sucedió cuando tocó “Like a Virgin”, de Madonna, “Notorious”, de Duran Duran, y “Spear”, de Sheila (and) B. Devotion (Rodgers fue coproductor de todos esos discos). Sin embargo, antes de recrear “Get Lucky”, de Daft Punk, y tras compartir la historia de enfermedad que lo puso contra las cuerdas, el guitarrista advirtió que Chic no era una banda de covers, sino que esos temas eran también suyos.
Su colaboración con el tándem galo, devenido en la gran canción de 2013, fue lo que le devolvió la contemporaneidad a Rodgers, a manera de premio por ganarle la pulsada a la muerte y por su maravilloso legado. También fue lo que permitió su vuelta a Buenos Aires acompañado por una banda descomunal, de la que destacaron, aparte de la otra corista, Folami, la base rítmica: el bajista Jerry Barnes y el baterista Ralph Rolle. Si bien en el recital del día anterior el músico salió vestido de azul, en la segunda fecha apareció ataviado de rojo, al igual que las cantantes. Ese fue quizás el único cambio performático sustancial, pues se respetó a rajatabla la lista de temas, cuyo final, tras dejar atrás a “Chic Cheer” y “My Forbidden Lover”, ambas de su grupo, arengó al público con “Let’s Dance”, de David Bowie (otro álbum del que fue coartífice). Pero el cierre de la fiesta no sólo sucedió abajo en las sillas, sino en el escenario, arengado por los amigos locales del músico, con dos temones de Chic: “Le Freak” y “Good Times”, que revolucionó la forma de entender el hip hop. Bien lo dijo Rodgers antes de despedirse: “somos funk, R&B, disco y dance”. Y claro: él es el puto amo.