"Tengo un nudo en la garganta", dice Marisa con apenas un hilo de voz. David, su hijo mayor, la abraza fuerte, no la suelta. La aprieta como si su mamá fuera a desplomarse entre sus brazos de un momento a otro. El abrazo dura un minuto que parece eterno. Ninguno de los dos dice una sola palabra y el silencio se vuelve más espeso en medio del ruido abrasivo de los bombos, los cantos y algunos proyectiles. Sergio Massa había admitido la derrota una hora antes y para ellos, que siguieron el discurso por las pantallas gigantes montadas en las adyacencias del búnker del oficialismo, ya estaba todo dicho. El lenguaje del abrazo fue el que ellos –y decenas como ellos a su alrededor– encontraron para explicarse el resultado, pero también como una forma de protegerse frente a la etapa del país que se estaba abriendo ante ellos. “Va a ser una pesadilla”, dice Marisa a Página/12 cuando logra reponerse. “Pero ya vivimos cuatro años de resistencia con Macri, y supimos recuperarnos. Y también sobrevivimos a la década del 90. Y antes que nosotros, hubo gente que peleó por la democracia. Esta vez tengo una sensación en el cuerpo de volver a estar en peligro, pero no quiero ni voy a concederles eso. Como tantas otras veces, toca empezar de nuevo”, dice.
La esquina de Corrientes y Dorrego, en Chacarita, fue el epicentro de la concentración de militantes de base y de a pie de Unión por la Patria. Miles llegaron con la idea de "hacerle el aguante" al candidato, pero también de compartirse los nervios durante las horas de espera. El resultado ya se intuía adverso entrada la tarde por la información de las mesas testigo que algunos dirigentes dejaban filtrar desde dentro del "Complejo C". A la noche, se convirtió en el escenario de una catarsis colectiva. "Estoy devastada", dijo Isabel, con el torso apoyado sobre el local de la esquina y rodeada de banderas de Barrios de Pie. “Yo creo que la gente no logra entender lo que votó. Puedo explicarme la frustración por la situación económica, por la inflación, que mucha gente haya querido cambiar de gobierno. Lo que no entiendo es que hayan caído en esto. No es un chiste, no es un León, es la extrema derecha, es peligroso. Es terrible porque se metieron con nuestros muertos, con nuestra historia", se lamentó.
Otros militantes, como Andrea, del MUP (Movimiento Universitario Peronista), trataron de dejar de lado el lamento y pensar en lo que viene. “No estaba preparada para esta diferencia, es la verdad. Pero no creo que todos los que votaron a Javier Milei quieran exterminar el peronismo, como él mismo dijo y decía también Patricia Bullrich. Hubo mucho voto contra la situación económica y evidentemente algo mal hicimos estos años. Creo que nuestra tarea de acá en adelante es retomar la idea de la campaña de Massa, que me parecía muy buena y tenía que ver con reconstruir consensos. Cristina también habló de eso en algún momento", reflexionó.
"Yo voté por primera vez hace 40 años. Nunca pensé que me iba a encontrar con esto", se explayó Andrea, una jubilada de Almagro que, contó, apagó el televisor cuando se publicaron los primeros resultados y caminó las pocas cuadras que separan su departamento del búnker. Cuatro años atrás, las había recorrido para festejar el triunfo de Alberto Fernández. Esta vez no quería quedarse sola. "La campaña fue una agonía, la verdad, se hizo muy larga. Después de las generales creíamos que la dábamos vuelta, pero evidentemente algo hicimos mal, algo falló, creo que no hicimos un buen gobierno", dijo. "Tuve esperanza hasta última hora, pero no pudo ser", siguió.
Mientras los sindicatos y las organizaciones sociales habían sonar los bombos y las trompetas, de las columnas de la militancia universitaria comenzaron a surgir algunas de las canciones clásicas del movimiento de derechos humanos. "Como a los nazis, les va a pasar..." y "somos la vida, somos la paz", fueron algunas. La referencia al discurso negacionista de la fórmula ganadora era evidente. “A mí me parece peor (Victoria) Villarruel que el propio Milei. Ella tiene la frialdad de los torturadores", dijo sin filtro Gustavo, enrolado en su bandera del Peronismo 16 de Junio. "Se viene un país de represión, de recorte de derechos, de odio”, opinó.
Lidia, de 50 años, llegó desde el barrio Obligado, de San Miguel. Milita en la Corriente Popular Eva Perón. “En el barrio nos fue bien, pero no alcanzó”, dijo. Para ella, la elección la definieron "los jóvenes". "Ellos no vivieron lo que vivimos nosotros. La forma en la que ellos votaron explica muchas cosas. Nosotras en el barrio intentamos hablar con ellos, pero no hubo forma. Muchos no saben que pudieron estudiar y tener lo que tienen por los años en los que reconquistamos derechos”, aseguró. "Dimos todo, pero no alcanzó", agregó.
Soledad, abogada laboralista y docente de la UBA, se acercó ni bien oyó el primer ruido de los bombos. Vive a pocas cuadras del búnker. También le cuesta hablar, y pide abrazos a sus compañeros que pasan por Dorrego:
—Yo tampoco puedo creer lo que está pasando, el gobierno que vamos a tener —le dijo a este diario—. Yo, por mi parte, voy a seguir haciendo lo que hago: defender trabajadores, convencer a todo el mundo de que el camino no es Milei, no es el negacionismo. Es la solidaridad, la construcción común. Aunque se me parte el corazón, voy a seguir peleando.