o me vuelvo, como sea, pero me vuelvo. Si hace falta camino los 400 kilómetros”. Belén Casetta quería llegar a Mar del Plata para abrazar a su mamá y a sus tres hermanos. Sin embargo, el paro general del 9 de junio de 2015 no respetó reencuentros, despedidas, ni el hecho de que su papá, Edgardo, hubiese fallecido luego de lucharla con uñas y dientes contra un cáncer terminal.

Belén partió a Mar del Plata con un familiar que la pasó a buscar desde Rosario. A la mañana bien temprano despidió en el cementerio a su viejo, a las 12 del mediodía regresó a Buenos Aires y a las 19, voló a Perú. En Lima corrió los 3000 metros con obstáculos más rápido que nunca antes en su vida (9m55s57/100), grabó un récord nacional y regresó con la medalla de bronce en el bolsillo.

Pero es necesario ir hacia atrás, unos meses antes apenas, para entender cómo llegó Belén a la capital peruana cuando estaba muy lejos de su mejor versión deportiva.

Entre el deseo y la acción

“Manu, ¿vos creés que si me entreno fuerte podré clasificarme para el Sudamericano de Lima? ¿Tendré chances?”. La pregunta sonó más a un deseo que a una realidad. Su interlocutor era Manuel Méndez, un veterano de las pistas que dobla en edad a la protagonista de esta historia. Manu escuchó atento, respiró profundo. Necesitaba ganar tiempo para meditar una respuesta que fuera lógica y genuina, pero que no sonara lapidaria. Al menos ese era (sigue siendo) su estilo y esta vez no iba a romper con ese código de amigo mayor: ayudar, empujar, incentivar mas nunca lastimar.

No faltaba mucho. En realidad quedaba nada para que Lima recibiera a los mejores atletas sudamericanos de 2015. Y Belén, por entonces, era una mujer de 20 años que sabía lo que quería, pero le costaba mucho afirmarse. “Estaba segura, siempre fue muy decidida”, describe Silvina, la mamá de Belén. “Pero estaba con un tema interno que no la dejaba desplegar todo su potencial. Vos me entendés. Ya conocés la historia”, insiste la madre. Ese “vos me entendés” también aplica sobre la propia Silvina. Se refiere a Edgardo, su esposo y motor de la familia Casetta, que aún dicen convencidos que está muy presente en cada uno de sus días. 

Carlos Sarraf

 

Camino a la fama

“Me cuesta mucho entrar en confianza. Puedo parecer osca, pero lo que pasa es que soy vergonzosa y para decir cualquier pavada prefiero quedarme callada”, sostiene Belén. “En confianza soy otra”, se anima a asegurar. Hace un puñado de horas que arribó a Mar del Plata. El largo viaje empezó a principios de julio: tres largas semanas en la soledad de Cachi, en Salta, para entrenarse para el Mundial de Londres. Después, los Juegos Universitarios de Taipei y, finalmente, unos días de descanso en Europa. Con el jet lag aún atragantado, la marplatense agrega: “Todo esto es mucho para mí. Que me reciban en mi ciudad y de esta forma no me lo esperaba”. Llegó el lunes a la noche y el martes, antes del mediodía, su grupo de entrenamiento le hizo una agasajo en Tronador Concert (frente al Torreón del Monje). Concentrada como cada vez que le toca codearse con un óvalo sintético para saltar los obstáculos y llegar lo más lejos posible en el foso de agua, Belén no deja caer una lágrima. En realidad, no se lo quiere permitir, aunque la emoción la doblega. “Todo me desbordó mucho. No esperaba que lo del Mundial tuviera tanto rebote”, cuenta.

Con el experiencia de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 como respaldo, la carrera deportiva de Belén empezó a acomodarse. Accedió a una beca de 6000 pesos mensuales durante 24 meses que este año aumentó un 20% (se incrementó a $ 7200), pero con revisión anual. Ahora, con la final lograda en Londres, sus honorarios mensuales es muy probable que asciendan a $ 9600. Belén jamás imaginó que ese sprint final, en la instancia clasificatoria, le significaría casi 30.000 pesos extras. En rigor, ese plus que dio en la carrera, que ella explica como un acto de arrojo y desparpajo, la catapultó por 30 centésimas a la gran final. No es mucho, es cierto, pero en la Argentina del ajuste es un incremento valioso. 

Como mínimo (Casetta en la final quedaría 11° con una marca aún mejor de 9:25.99 contra los 9:35.78 con los que se clasificó finalista), la atleta deberá subir un escalón en los índices con los que el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) califica y clasifica a sus becados con frialdad y sin que el factor humano pueda inmiscuirse. 

Además de la mejora económica, claro, Casetta no volverá a vivir de polizón en la altura de Cachi a 2300 metros sobre el nivel del mar como le sucedió en 2015 previo al Sudamericano de Lima. Aquella vez, sin beca alguna, Mariano Mastromarino (reciente campeón nacional de Medio Maratón) y María Peralta la cobijaron en la cabaña que el Enard les había alquilado como parte de una concentración en la altura. “Lo hicimos para cuidarla y tenerla cerca. Ahora es ella la que haría lo mismo con los más chicos”, admiten los propios maratonistas olímpicos. 

El presagio de Belén

“London 2017. IAAF World Championships. 9’42”43 (marca personal), 9’42”00 (marca mínima), 9’38”73 (récord sudamericano). 3000 mts con obstáculos. 9’35””. La frase, de puño y letra, le corresponde a Casetta. “Es creer o reventar. Lo hizo, lo logró y lo escribió ella misma. Ese papel lo encontré de casualidad sin que ella me dijera nada”, admite mamá Silvina. “El papel lo encontré cuando estaba ordenando su habitación. Estaba pegado enfrente de su cama, en la pared, y se cayó. Barriendo el piso lo encontré tirado”, relata la madre. 

El papel, en evidente premonición, lo descubrió el jueves 10 de agosto último. Es decir, un día después de que su hija consiguiera la clasificación para la final. “La información, a veces, sale un poco distorsionada. Lo cierto es que cuando encontré el papel le mandé una foto”, continúa. “Estaba pegado enfrente de su cama en la pared, y se cayó”, dice Silvina.

-En todo este resultado de Belén están sus entrenadores Leonardo Malgor y Daniel Díaz, pero ella tiene un “soldado” o compañero silencioso: Facundo, su novio que estuvo en Londres, pero que la acompañó en sus dos últimas concentraciones en la altura de Cachi...

-Es cierto. Facundo es la piedra fundamental. La apoya y la sostiene. A Belén le cuesta ir sola a entrenarse a la altura. Cada vez que sube a Cachi debe ir contra su cabeza. Y esta vez, en realidad es la segunda, Facundo la acompañó. Él la súper apoya, le cocina, le controla la medidas de las comidas,corre con ella a la par. En este último tiempo fue clave porque se sumó en silencio al trabajo que ya hacen hace tiempo Leonardo [Malgor] y Daniel [Díaz]. Jugó y juega un papel muy importante en lo emocional. Siento que a Facundo se lo mandó a Belén su papá desde el cielo. 

Ese papel no es el único que escribió Belén. Como un hábito, la marplatense lo hace cada vez que compite como una estrategia para potenciar su fortaleza mental. “Me gusta reforzar lo que quiero y lo que siento. Es un ejercicio casi mental que me sirve mucho. Lo mismo hice con otros torneos”, cuenta Belén. “Tal vez sorprendió a muchos lo que hizo Belén en Londres, pero cuando la vimos correr por primera vez nos dimos cuenta de que había algo distinto en ella”, describe Leo Malgor, uno de sus entrenadores. “Tiene una entereza y una fortaleza mental propias de una corredora ya madura. Y Belén tiene apenas 22 años. Eso la define”, añade Daniel Díaz, su otro coach.

Medicina latente

Los libros y los apuntes de medicina se combinan con resaltadores en la mochila de Belén. Mezclados con zapatillas, zapatos con clavos y ropa deportiva, puede aparecer el guardapolvo blanco. El paisaje cotidiano de Belén es ese y ella dice disfrutar que sus días sean extra large. La estudiante de tercer año de Medicina combina sus dobles jornadas de entrenamiento con la Universidad Fasta, donde cursa la carrera que a futuro piensa desarrollar. “Uno como atleta tiene un tiempo, una edad. Después vienen años distintos. Soy joven y para eso me falta mucho pero me voy preparando en algo que me gusta”, señala. Y continúa: “Sé que mi ritmo es diferente y en la Universidad me ayudan con eso. Es cuestión de organizarse bien. Que la Facultad me ayude y que me den una mano los profesores es parte de mi éxito”, afirma. “Muchas veces me toman exámenes antes, o mueven la mesa para que pueda rendir. Siempre me llevo material para estudiar en los viajes. En los próximos días rindo las mesas de exámenes de septiembre. El estudio me ayuda para distraerme. No estoy pensando todo el tiempo en correr. Empezás a leer y tenés la cabeza enfocada en otra cosa”. 

Piensa en presente Belén. Pero también en futuro. “La mejor ecuación es disfrutar el hoy, el aquí y ahora, pero pensar y mirar qué querés para el futuro. Y yo quiero ser médica, pero hoy me siento atleta. En realidad, estoy lista para lo que venga”.