Sin los dragones de Game of Thrones dando vueltas habrá un cambio forzado en los Emmy. Dado que su estreno fue posterior al calendario permitido para las candidaturas, el gran ganador de las últimas entregas no estará en la 69ª velada más importante de la TV estadounidense. Una ceremonia para que la industria revalide la noción de una “nueva era de oro” del medio. Aunque en este período de segmentación de audiencias también se palpitan aires de cambio. La gala se verá en TNT desde las 20; E! Entertainment estará en la pasarela con las celebridades, a partir de las 17.30.
Entre las constantes, HBO volvió a ser la señal más nominada (111) con la pole position desde hace más de una década. Ante la ausencia de GoT, varias ficciones salieron a ocupar su lugar. Se destacan Westworld (con 22 candidaturas es la más nominada) junto a notables miniseries como Big Little Lies, The Night Of, más Veep y Silicon Valley, comedias que esta Academia adora recompensar. El avance de las plataformas digitales es otra tendencia invariable. Netflix dejó de ser el invitado sorpresa para ser uno de los que acapara la atención. El gigante digital estuvo cerca de duplicar su cantidad de nominaciones: de 56 pasó a 91, la segunda cadena más tenida en cuenta gracias a su fuente inagotable de programación. A la cabeza aparece Stranger Things (18 rubros); le siguen The Crown con su recreación histórica; la comedia Master of None y veteranos como House of Cards y Orange is the New Black. Tantas diferencias de género y estilo constatan aquello de la denominada “Peak TV”, que apunta a nichos con muchísima oferta y un alto estándar de calidad. El streaming tiene más para ofrecer con Amazon (Transparent, Mozart in the Jungle, The Man in the High Castle) y Hulu gracias a ese favorito de la crítica que es The Handmaid’s Tale (13 nominaciones en 11 categorías).
La tercera cuestión inmutable tiene nombre y apellido: Julia Louis-Dreyfus. Ganó como protagonista en comedia desde 2012 por Veep donde interpreta a la primera presidenta de los EE. UU. Si hoy subiera al estrado del teatro Microsoft marcaría un record. La única que le podría hacer sombra es Allison Janney, que ganó en varias ocasiones por la sitcom Mom (esta vez pasó de secundario a protagónico). Pero es difícil que no exista la chance de vitorear a quien da vida a Selina Meyer. Por méritos propios y para saber si hace algún comentario al residente actual, y real, de la Casa Blanca. Algo parecido sucedería si Alec Baldwin ganara como comediante por su imitación de Donald Trump vía Saturday Night Live. Las parodias políticas y obsesiones sobre el trumpismo situaron en el candelero al programa de Lorne Michaels y ayudaron a sus 22 nominaciones, algo que nunca había sucedido en sus 42 temporadas. El terreno de la comedia es uno de los más interesantes tras años algo opacos. Otro de los motivos tiene que ver con ficciones como Atlanta y Master of None, cuya frescura pasa por dotar de existencialismo agridulce a los envíos. Donald Glover y Aziz Ansari son protagonistas, guionistas y directores de ficciones en las que manda la premisa de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Es una camada de Woody Allen millennials que trabajan descaradamente, y sin la búsqueda de la risa efectista, tópicos variados (multiculturalismo, urbanidad, elecciones sexuales diversas, familia, arte y amor).
En 2016 Ryan Murphy fue uno de los grandes ganadores gracias a su representación del juicio contra O.J. Simpson en American Crime Story. Este año seguramente haga lo propio con Feud y la historia de la enemistad entre Bette Davis y Joan Crawford. Es notable cómo el hombre que creó musicales como Glee y ficciones terroríficas como American Horror Story, logra intrincadas criaturas televisivas como productos de digestión masiva. Antologías, obsesión por los discursos mediáticos, el oro y el barro de géneros demodé. Ahí encuentra su filón Murphy y es una apuesta segura.
Otra de las novedades es el anfitrión, Stephen Colbert, quien cuenta con múltiples nominaciones por su Late Night. Sería la primera vez que el presentador gane más de un premio. Su figura emergió hace algunos años en The Colbert Report, como un alterego extraño de sí mismo, un republicano a ultranza que ridiculizaba a derecha e izquierda por igual. Estará al frente de los primeros Emmy con Trump como mandatario. ¿Hasta dónde llegará el sarcasmo o la reflexión política contra el objetivo usual de sus afilados dardos verbales? “Esta será la audiencia más grande que presenciará unos Emmy, punto. Tanto en persona como en todo el mundo”, dijo parafraseando las palabras que usaro en la Casa Blanca sobre la baja asistencia durante el juramento presidencial. Se da por descontado un poco de ruido mediático.
Días atrás se entregaron los premios técnicos. Allí picaron en punta Stranger Things y Westworld, con cinco cada una. La primera es una declaración de amor al consumo mainstream y de culto de los 80 con una historia entre la adolescencia iniciática y lo sobrenatural. La segunda, bajo el contexto de un parque temático con androides rebeldes, se presentó como un sistema de relojería complejo y oscuro, con un elenco y una puesta en escena notables. Las emparenta su afición por la ciencia ficción más perversa, y cómo lograron dotar de legitimidad a lo que antes era del universo clase B. Ambas aspiran al premio mayor de la noche: mejor drama. El único batacazo vendría por el lado de This Is Us, de la NBC (aquí se ve por Fox): sería la primera vez en una década para un programa de aire. Hasta el anacrónico Prime Time podría tener su festejo en estos Emmy.