Este año, las bibliotecas populares argentinas celebrarán su día (se instituyó en 1990 el 23 de septiembre, para conmemorar que en esa fecha, en 1870, fue promulgada la ley que las creó) con una jornada que rescatará su historia. Al presidente de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), Leandro de Sagastizábal, le genera cierta reticencia decir que es la primera vez que sucederá. “Detesto el concepto de ‘la primera vez’, eso de ‘somos fundadores de algo’. Y además tampoco estoy tan seguro de que lo sea, porque es una institución que tiene 150 años, tal vez alguna vez hubo. Pero sí me gusta decir que uno es parte de una historia construida entre muchos en 150 años”. Sobre eso tratarán, entonces, los trabajos de investigación que se presentarán en la I Jornada de Historia de las Bibliotecas Populares (en el Museo del Libro y de la Lengua, Las Heras 2555, el viernes 22 de 9 a 18, el programa se puede consultar en conabip.gob.ar): de una larga historia social, la construida por “gente que puso horas de su vida, talento, gestiones, a lo largo de la historia”, para que hoy, a siglo y medio de la ley que empezó todo, haya más de dos mil bibliotecas populares (1300 de ellas reconocidas oficialmente por la Conabip) distribuidas en todo el país.

–Como organismo del Estado, la Conabip tiene mucho rigor y exigencia para dar de alta las bibliotecas y mantenerlas regularizadas. Se pide su personería jurídica, que tengan actualizados sus balances, formadas las comisiones, realizadas las asambleas. A muchas bibliotecas se les hace muy difícil, pero son requisitos. Al estar reconocidas, pueden acceder a los subsidios para la compra de libros, como la de cada año en la Feria del Libro.

–¿Con ese subsidio el Estado sigue empardando el dinero que logra recaudar entre sus socios cada biblioteca?

–Sigue siendo así, y es lo más apasionante de esto: es algo único. Vengo de Lima, de compartir una mesa redonda en un encuentro internacional, y todavía este caso es excepcional. No hay experiencias parecidas en otros países.

–¿Hay registros históricos de qué títulos o tipo de libros compran las bibliotecas populares con esos subsidios?

–El registro es relativo. Les pedimos que nos manden las encuestas de las compras, no todas las completan, pero no obstante lo que tenemos nos permite ver un panorama e ir tratando de encontrar síntesis globales. Primero, es muy sorprendente la riqueza de títulos. No está concentrado, y es muy abierto también el panorama de editoriales. Además de a los grandes grupos, Penguin Random House o Planeta, Se compra a editoriales pequeñas, universitarias. En términos de tendencias, diría que ante todo optan por la ficción y por libros infantiles, por lo menos en los últimos cinco años.

–¿Cómo ve el panorama a futuro para las bibliotecas populares?

–La tendencia básica es mantenerse, no decrecer ni crecer. Creo que tiene que ver con el ritmo y la exigencia propia de las asociaciones civiles. El otro día estuve en la biblioteca Alberdi, de Villa Crespo. Como en ootras, el 95 por ciento de la gente que está vinculada a las comisiones de la biblioteca son voluntarios. En un contexto como el que vivimos, pensar que va a haber muchos voluntarios en muchos lados armando bibliotecas creo que no es realista. Pero sí estamos procurando que el crecimiento sea de los usuarios.

–¿Por qué cree que cuesta ese crecimiento de usuarios?

–Por empezar, por la cuestión tecnológica, sin duda. Paradojalmente, las bibliotecas populares hoy tienen una cantidad de material nuevo, las nuevas bibliotec as son muy atractivas y muy lindos lugares para ir a leer, pero la gente tiene menos tiempo. Si  bien hay préstamos domiciliarios, ir a la biblioteca de alguna manera rutiniza tu actividad: tenés que ir a pedir el libro, después devolverlo, son cosas que requieren de comportamientos cívicos, de un ritmo.

–Tal vez esas cosas funcionen más fácilmente en lugares pequeños.

–El escritor Oche Califa comentaba que en Argentina hay 1300 librerías, de modo que también hay un acceso al libro importante. Si bien hay sectores que no pueden acceder, otros sí, y además hay mucho préstamo entre amigos. ¡Acá mismo, en Conabip, tenemos circuito de préstamo! Yo no hubiera leído algunos libros si no me hubieran prestado acá. Pero al recorrer el país y conocer la situación de distintas bibliotecas, así como ves la dificultad, también ves la potencia. En junio, en el encuentro de bibliotecas de Virasoro, había dos que habían llegado con  comisiones encabezadas por chicos de 35 años, la de El Soberbio, en Misiones, y la Mocoretá, en Corrientes. En la de El Soberbio, el chico era geógrafo y profesor universitario; en la Mocoretá, ella era licenciada en Comunicación y la vice directora, una abogada. Hay gente que tiene ganas de estar metida y pertenece a esa generacón. Es importante.