El proyecto de ley de Presupuesto entró a Diputados en tiempo y forma. El Gobierno diferirá el tratamiento hasta después del 10 de diciembre, con una integración más propicia de las Cámaras. Será primera minoría en diputados, segunda en Senadores. Si se confirman las tendencias de las Primarias Abiertas (PASO) la cantidad de legisladores de PRO crecerá en parte a expensas de los aliados radicales.

Bajar el déficit fiscal es uno de los objetivos proclamados, el punto es donde se ajusta o a quién se sisa. El oficialismo se ufana: el gasto social aumentará un 22 por ciento, más que la inflación prevista con voluntarismo.

El rubro de gastos que más sube es el pago de servicios de la deuda externa que empieza a gravitar y a “doler”. Facundo Suárez Minujin, representante del (nada glorioso) JP Morgan propone soluciones en un reportaje que Clarín publicó ayer. Hay que bajar las cargas sociales, el costo laboral y tomar más deuda, propugna. Agarrate Catalina.

El endeudamiento –explican el colega Claudio Scaletta en Página 12 o la ex presidenta del Banco Central Mercedes Marcó del Pont– es un talón de Aquiles del programa macrista, revive experiencias ya padecidas.

Se acude a la imagen de la bomba de tiempo. Espectador contumaz de películas de acción, uno sugeriría que la comparación es imperfecta porque se desconoce cuándo termina la cuenta regresiva. Quizá sea más preciso hablar de un plazo incierto: la detonación es inexorable pero se desconoce el momento.

La convertibilidad es una referencia válida. Se prolongó más allá de lo razonable y conveniente, gestando una hecatombe social, económica y política. Pero perduró más allá de los presagios. Imaginar una reacción social mientras el daño se incuba (en silencio, pongalé) es ingenuo, si se piensa en precedentes cercanos. La toma agigantada de deuda, el Megacanje y el Blindaje pasaron sin afrontar movilizaciones masivas para bloquearlos. La revuelta estalló con el corralito. Las maniobras que comanda el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, tienen destino de catástrofe anunciada, como la que co-produjo años ha. Pero por ahora sigue añadiendo explosivo a la bomba. Fomentando la bicicleta financiera… y dotando de plata dulce al Estado. Ya será amarga, para otras y otros.         

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Las “demás” provincias, aspiran los gobiernos nacional y bonaerense, deberán ajustarse también. Será crucial la pugna desatada por la gobernadora María Eugenia Vidal para recuperar el Fondo del Conurbano Bonaerense. Reclama la chancha, las veinte, la máquina de hacer chorizos y hasta devolución retroactiva.

La brasa multimillonaria arde en las manos de la Corte Suprema de Justicia. Sus Señorías solo se apuraron para conceder el 2x1 a los represores terroristas de estado. Para otros temas candentes se valen de la cronoterapia o la hibernación. De modo ruin respecto de la prisión de Milagro Sala, con cierta lógica institucional en las querellas “de la política”. Convocarán a una serie de audiencias con gobernadores, de a uno en fondo. Si al tiempo le pido tiempo, no me lo niega jamás.

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El frente táctico de gobernadores es hijo de la necesidad conjunta, tanto de los peronistas como los de otras banderías. Las reuniones se repiten, habrá jugadas colectivas. La unidad en la acción forzará pactos, fotos posadas, algún desafío verbal.

La empatía entre los gobernas del PJ o zonas linderas es escasa, en una de esas nula. Nadie lidera al conjunto, todos se creen primus inter pares, ninguno es conocido o popular allende las murallas de la propia provincia.

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La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner les plantea otro reto. Casi todos maquinan como sacársela de encima después de octubre, ninguno tiene la fórmula ni su piné.

Cristina tampoco la hace sencilla porque no intenta conducir al peronismo o al espectro opositor: se postula como líder referencial en base a la popularidad y los votos que consiga.

El resultado del 22 de octubre alumbrará un ranking provisorio que solo tomarán en serio los ganadores.

La carta del presidente del Partido Justicialista (PJ), el diputado José Luis Gioja, apoyando la lista de Cristina para octubre comprueba que el número cuenta en la lógica de los compañeros. Produjo un gesto tan potente cuan simbólico: es improbable que le agregue un sufragio al caudal de Unidad Ciudadana. La señal es indigesta para el ex ministro Florencio Randazzo que está llevando al PJ a una derrota más rotunda que la polémica sobre cómo se reparten las corresponsabilidades entre él y Cristina.

El diputado Sergio Massa cumplirá su más floja performance en las urnas desde 2013. Su “regreso” al peronismo (que siempre practica la política de puertas giratorias) parece ser cuestión de tiempo. Será en breve, da la impresión.

El rompecabezas, la victoria nacional de Cambiemos que parece indescontable, el torniquete fiscal lucen funcionales o imperativos para promover algo parecido a la unidad. A veces la necesidad instiga a la virtud o al sentido común. No siempre… Habrá que ver.