Circuitos imposibles detrás de la pista que va dejando un transa, hoteles destartalados, colchones con manchas de humedad, mesas donde se acumulan vasos con cerveza caliente, habitaciones con las persianas bajas para negar la mañana. Todos ellos huelen a encierro, y son los espacios por donde se mueven dos personajes: Martín (interpretado por quien también es el director de la película, Edgardo Castro) y Guadalupe, una travesti que vive de la prostitución. Las criaturas de Castro (él incluido) son sonámbulas. Están metidas en una batahola que nunca baja, salvo a los subsuelos de los bares. La noche además de una ópera prima premiada por la crítica (en el Bafici, en el Festival Asterisco, en FestiFreak y en festivales internacionales), catalogada por la prensa como “escandalosa” con espectadores que abandonan las salas, es una crónica social y sexual. Un microensayo de una fiesta interminable, en la que a pesar de la mugre reinante es posible el encuentro. Lo más difícil de lograr en La Noche, según su creador, era evitar montar escenas en las que los personajes quedaran expuestos a una mirada que los juzgue, evadir la bajada moral y “que no sea una apología de la cocaína ni de la prostitución. No podían terminar recontra bien, pero tampoco morirse a modo de moraleja. A pesar de todo, es una película sobre la soledad de la noche y de lo dura que es esta ciudad salvaje. Ellos no son novios, no ‘los salva el amor’, son dos seres que se acompañan.”
¿Por qué la elección de un elenco con mitad de actores y mitad de no actores?
-Antes de director, soy actor. Los actores tenemos un gran ego y pensamos que la ficción sólo se crea a través de nosotros. Mentira. A la ficción la crea cualquiera, y se desprende del trabajo de montaje de la película. Los actores argentinos (me incluyo) tenemos graves trabas morales a la hora de trabajar. Así fue también para mí: nunca había hecho escenas de sexo explícito. Una cosa es lo que hacés en tu casa y otra es con dos cámaras y un sonidista. Y después manipular ese material y que te vean en una pantalla enorme. Creemos que no pero somos muy decorosos. Todos los actores a los que les proponía ser Martín me decían: “esto lo hago pero esto otro no”. La condición era moral.
¿Esos pruritos tenían que ver con actuar sexo explícito o con actuar sexo gay?
-Y… algo que escuché mucho fue: “me pongo en bolas pero no con un chabón”. Sos actor, te tocó ésa. A mí me gustan los chicos, trabajo en películas, me tengo que apretar chicas y no digo “ah, no, yo soy puto”. Con Paula Ituriza y Willy Prociuk, enormes actores, hacemos un trío. Y si les hubiera pedido otra cosa, se hubieran animado seguramente.
Son actores hétero los dos…
-Sí, pero yo ya no uso esas categorías. La Noche habla de la libertad y no de los géneros. Tanto actores como personajes acá son lo que son, seres con elecciones que pueden ir cambiando. Martín está con chicos, chicas, travestis. No es un reventado, sino que excede los géneros y los sexos. Si no, se limitaría a ser una película gay, y es más que eso.
Guadalupe, tu coprotagonista, es todo un hallazgo. ¿Cómo llegaste a ella?
-Quería que la compañera para Martín fuera una chica trans. Empecé a recorrer privados y VIPs. Ella se iba a dedicar a la prostitución, que es lo que una gran mayoría de las mujeres trans tiene como única opción de supervivencia. Es la vida que les toca en este país, que tiene cosas geniales, pero también un costado muy facho, muy mataputo. Iba a un VIP de travestis en Díaz Vélez. Ese lugar no aparece en la película porque lo cerró la policía. Yo trabaja con Flor de la V en ese momento, un personaje en La pelu. Las chicas trans veían mucho a Flor, me veían ahí, después me veían en la noche. Les daba confianza. Iba charlando con chicas pero no encontraba a la actriz que quería. Un día llego y el de seguridad me dice: “Hay una chica nueva que podría ser tu chica”. Era Guada, había llegado de San Juan hacía cinco horas. Trabajamos durante cuatro años, filmando cuando podíamos porque no tuvimos subsidio alguno.
¿Pagaste toda la película?
-Toda. El arreglo siempre fue que cuando apareciera plata la repartiríamos en partes iguales. No había ningún tipo de subsidio. Les fui hablando durante cuatro años de estas películas a ellas y a mucha gente más. Todos en ese universo creían que mentía, que estaba drogado, que era un loco o un cheto que inventaba.
Está muy lograda la estética de porno casero.
-Sin embargo en la película hay ninguna erección porque es una noche atravesada por la cocaína. Los espectadores se quedan prendidos de las escenas sexuales, se quedan con la idea de que sólo va de eso, pero hay una trampa enorme: parece un documental en el que todo sucede de verdad pero es una gran ficción. Mi línea de formación actoral, que viene principalmente de Catalán y de Ricardo Bartís, busca llegar a una actuación que dé idea de verdadero. El porno, sin duda, es otra cosa. Aún así mucha gente se levanta de la sala.
¿Qué fibra te parece que la película toca para que el público reaccione así?
-No fue hecha para escandalizar. Tampoco me puedo hacer el ingenuo: sé que tiene materiales que todavía escandalizan a la gente, como ver a una chica trans desnuda. Soy de quedarme atrás en la sala para ver las reacciones y algo que pasa muchísimo es que durante esas escenas la gente mira al que tiene al lado. Hay un tipo teniendo sexo con otro, y no puedo relajarme y verlo, sino que lo que más me preocupa es lo que piensa en que tengo al lado. Y eso debe tener que ver con muchas cosas: la historia de represión que tenemos en primer plano.
Y se agrega una trasgresión más: cuerpos por fuera de los cánones…
-Son personas. Como gesto político me parece importante mostrar el cuerpo de una travesti. Y también mostrar un abanico de cuerpos posibles por fuera del taxi. Sinceramente yo veía y veo belleza en estos universos nocturnos que muestra la película. Hay belleza en la noche dentro de la sordidez. Elegí un mundo de enorme soledad en el que ni la merca, ni el sexo, ni nada de eso alcanza para tapar nada. Mi trabajo de experimentación con el Grupo Krapp tiene vinculación con la búsqueda de otros cuerpos en escena. Llevamos muchos años trabajando llevando el cuerpo al límite. Algunos son bailarines, algunos somos actores, algunos gordos, bajitos y todo lo que te puedas imaginar.
Decías que habría que desprenderse de todas las etiquetas para los géneros y los sexos. Sin embargo, cuando en la película llega la violencia aparece en forma de varón heterosexual…
-Este micro mundo de la noche de Buenos Aires entre el Abasto y Chacarita está cargado de violencia. Sin duda no quería hacer una película donde hubiera sangre, ni terminar en el final aleccionador. Pero sí quería que algo de esa violencia estuviera. El personaje del chongo, Fede, no es actor, es el encargado de un bar que se llama “Mamita”. En la película es quien lleva adelante esa violencia, castiga al protagonista. Lo histeriquea, lo hace caminar en busca de un transa, lo mete en el Once. El espectador va pensando: lo va a matar. Quería que algo de esa exposición y de la fragilidad a la que están expuestas ciertas vidas estuviera. Fede es todo lo contrario a su personaje, mientras filmábamos yo tenía que decirle por lo bajo (“¡Macho!, ¡macho!, ¡violencia!”). Ese personaje es el macho argentino con todas sus contradicciones. Se encierra todo el día en un hotel con Martín pero no quiere que pase nada. Tiene un texto que dice: “A mí me seducen las situaciones”. No son los géneros, sino situaciones y personas. Ojalá lleguemos a un mundo así. Nuestros nietos cuando lean esto se van a cagar de risa con estas discusiones que tenemos hoy.
¿Por qué te enoja que digan que tu película es polémica?
-Muchos usaron esa palabra pero pocos han visto que la película es política por estar denunciando esta realidad. Y el costado político de la película incluso tiene que ver con que me haya costado tanto encontrar a la travesti para el papel. Era difícil que alguien que vive en la noche pudiera comprometerse con un proyecto a largo plazo donde encima no había plata, y eso deriva de un modo de vida al que las arrastra la sociedad. No hay travestis trabajando en bancos, panaderías… El ejemplo más crudo: muchas de las travestis que aparecen en personajes secundarios en la película no podrán venir al estreno porque están muertas. l
La noche se estrena este viernes 2 de diciembre a la medianoche en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. Y desde el 15 de diciembre también se podrá ver en Espacio Incaa Gaumont, Av. Rivadavia 1635.