“Una familia para contar un país”, se tituló desde estas páginas en relación al reciente estreno de Cuéntame cómo paso, que va por la TV Pública. La mafia solo mata en verano (que estrena hoy a las 21 por el canal 201 de Directv) podría ser otra remake de ese clásico español que ya lleva 18 temporadas por la TVE. Aquí no se trata de los Martínez ni los Alcántara, sino los palermitanos Giammarresi. El contexto no es el de la Argentina que va desde 1974 hasta el comienzo de la democracia, ni el período ibérico tras la caída del franquismo, sino el de la Italia de esa misma década con su milagro económico, sus Brigadas Rojas, el secuestro de Aldo Moro, el crimen de Pasolini y la Fiat como emblema cultural. Sin embargo, no es una reversión de esa ficción, ya que está basada en una epónima película (puede verse por Netflix). Una notable comedia agridulce dirigida, escrita y actuada por Pierfrancesco Diliberto, conocido en su país bajo el alias de Pif, y que se alzó con varios premios del viejo mundo, entre ellos el de mejor comedia europea de 2014.
“Fueron los años de plomo, del terrorismo, de los gobiernos cayendo como moscas, mientras Palermo... Palermo es siempre hermosa, siempre hay sol. E incluso dicen que hay una mafia, pero la mafia tiene algo que no ves. Simplemente no pensás en ella. Pero si estoy aquí para decirles que nuestra historia es así porque en algún momento la mafia entró en nuestras vidas y nuestras vidas cambiaron”, dice con tono zumbón el propio Pif, que además de ser el guionista es el encargado de narrar cada uno de los doce episodios.
El punto de vista de La mafia sólo mata en verano es el del hijo menor de los Giammarresi. Salvatore, un chico de 10 años que mira todo a su alrededor con extrañamiento y gracia, aprendiendo cuál es la panadería que hace los cannoli perfectos y tratando de comprender el mundo de los mayores. Todos esos años son los que marcan su crecimiento, como eterno enamorado de una compañerita inalcanzable, perdedor nato en esta historia donde lo íntimo y lo social copulan. La ficción tiene su encanto de fábula iniciática combinado con la acción de la Cosa Nostra. Ese es uno de los puntos más atractivos de esta entrega, que está a años luz de Los Soprano, Boardwalk Empire e incluso su compatriota Gomorra. La mafia no es el objeto a desentrañar sino toda la sociedad palermitana. Su padre no es un criminal sino un oficinista al frente de un clan prototípico con esposa maestra, hijo e hija. Alguien adepto a mirar al costado mientras el crimen organizado transforma a la ciudad en un regadero de sangre. El rol de los adultos, en este sentido, es puesto bajo la lupa, ya que pasaron de negar la existencia de la mafia a ser sus cómplices silenciosos, y le temieron hasta que comenzaron a manifestarse en su contra.
Pif, con su tono inocente pero nada naif, sobrevuela hechos terribles y anécdotas como sátira para sobreponerse a la violencia. Todo para responder una pregunta inquietante. “¿Por qué la gente no se rebela? Pongo con frecuencia el ejemplo de las hombreras en los años ‘80. La gente las usaba con normalidad, pero eran horrendas. ¿Por qué las hombreras entraban en mi vida y yo no decía nada? ¿Cómo es posible que en Palermo la mafia se involucrase de esta manera en la vida de la gente y pocos dijesen algo? Volviendo a oír las declaraciones de los políticos de la época, todo encaja. Algunos estaban involucrados, otros no negaban la existencia de la mafia, pero sí su peligrosidad. Yo mismo vivía en una burbuja. Pensaba que el peligro no me afectaba”, dijo su creador.
Aquí se retrata a la mafia de una manera irónica, con sus tics, pero para desacreditar a los jefes y ponderando a los escasísimos hombres de ley que se le opusieron. En lo estético, el envío televisivo tiene más uniformidad que la película, ya que no apela juega tanto al collage con las imágenes de archivo de una ciudad continuamente enlutada. “Estoy feliz de que la RAI haya producido una serie que utilice este tono. Es un programa en el que no hay un buenazo o un villano estereotipado, donde sólo vomitamos la depravación y la corrupción. Es una serie que también se aventurará en las casas de los mafiosos, para quitarles su caramelo y despreciarlos. Porque la mafia no tiene sentido del humor: si se puede ver el lado humano, divertido, entonces, es un triunfo”, planteó Pif.