Andrés Kreiner es una eminencia dentro del sector nuclear argentino. Físico egresado de la Universidad de Buenos Aires y doctorado en la Universidad Técnica de Munich con una amplia trayectoria internacional que incluyó trabajos como investigador y profesor invitado en los laboratorios de Brookhaven, Oak Ridge y Lawrence Berkeley (Estados Unidos); el Instituto de Física Nuclear de Orsay de la Universidad de Paris Sud, el Centro de Investigaciones Nucleares de Estrasburgo (Francia) y el Laboratorio Nacional de Legnaro, Instituto Nacional de Física Nuclear (Italia). En la actualidad se desempeña como investigador superior de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y del Conicet. En diálogo con PáginaI12, se mostró preocupado por los recortes presupuestarios que viene sufriendo el sector de ciencia y tecnología durante la presidencia de Mauricio Macri y en particular por el futuro incierto de la actividad nuclear debido a los ajustes que debe enfrentar la CNEA y la falta de avances en la construcción de la cuarta y la quinta central nuclear. “El inicio de la cuarta central se demoró mucho. Se suponía que ya debería estar en marcha, pero no se ven avances concretos”, aseguró.
–¿Cómo evalúa la política de ciencia y técnica del gobierno de Mauricio Macri?
–Un poco antes de las elecciones presidenciales, Macri hizo declaraciones rescatando la política de ciencia y técnica que había llevado adelante el gobierno anterior, alabó al Conicet y presentó la confirmación de Lino Barañao como una garantía de continuidad de una política que había sido exitosa. Además, prometió elevar el presupuesto de ciencia y tecnología al 1,5 por ciento del PIB. A pesar de eso, cuando envío su primer presupuesto hubo un ajuste en todo el sistema científico-tecnológico y como punto muy crítico se vio el corte en la incorporación de becarios doctorales y posdoctorales al Conicet. Se disminuyó el número de ingresantes a la carrera a la mitad y no por razones presupuestarias. El presupuesto que hubiera implicado incorporar a 500 investigadores más era de unos 200 millones de pesos anuales, una cifra despreciable frente a otros números de la economía, como los 10.000 millones de dólares de pago a los fondos buitres. Fue una decisión política que lamentablemente las autoridades que continuaron al frente del Ministerio de Ciencia avalaron y empezaron a justificar diciendo que el Conicet no podía continuar con ese ritmo de crecimiento, que era insostenible, lo que de ninguna manera es cierto. El número de investigadores por 1000 miembros de la Población Económicamente Activa en nuestro país es de aproximadamente 3, la meta prevista en el plan Argentina Innovadora 2020 era de 4,7 y países como Canadá, Estados Unidos y Australia tienen entre 8 y 9. Todavía estamos muy lejos de tener un sistema de ciencia y tecnología de tamaño adecuado.
–Usted había señalado en una carta pública difundida antes del ballotage presidencial los peligros que suponía para el sector de ciencia y técnica un triunfo de Macri.
–Lo advertí con mucha angustia porque no era una fantasía o un prejuicio sino una preocupación basada en declaraciones y acciones de no apoyo a iniciativas legislativas que se habían llevado adelante. Había un trasfondo que permitía pensar que muchos de los logros conseguidos iban a estar en riesgo. La política de ciencia y tecnología de Macri lamentablemente confirmó todos los temores que tenía.
–¿En el sector nuclear también hay preocupación?
–A principios de este año nos enteramos que la CNEA había sufrido un recorte presupuestario importante en términos reales. Exceptuando la construcción del RA-10 y el reactor CAREM (primer reactor de baja potencia realizado íntegramente con tecnología nacional), el presupuesto de todos los demás proyectos se redujo a cero. En ese momento, se advirtió que no era posible llevarlos a cero porque había contratos firmados y órdenes de compra emitidas, las cuales hubieran desembocado en juicios. Con buen criterio, las autoridades de la CNEA restituyeron parte del presupuesto, retrayendo dinero de los otros grandes proyectos, como para cubrir los compromisos y eso permitió que estemos trabajando, con mayores o menores dificultades según el caso.
–¿Hubo alguna explicación de por qué se habían llevado esas partidas a cero?
–Las únicas manifestaciones que recuerdo fueron por parte de Julián Gadano (subsecretario de Energía Nuclear) que esbozo que se seguía invirtiendo, pero revisando las prioridades. La CNEA tiene planes que no se definen de un momento para el otro, había muchos proyectos de investigación y desarrollo que ya estaban en marcha e involucran a gran parte del personal. Son temas que hay que mirar con cuidado, discutir y evaluar. No son decisiones que se puedan tomar a “manu militari” de un día para el otro.
-¿Explicitaron por qué algunas cuestiones eran prioritarias y otras no?
–No, la declaración de Gadano fue muy de circunstancia para tratar de minimizar el recorte presupuestario. Pensemos que Gadano, al igual que Lino Barañao, había sido un funcionario del gobierno anterior y sus críticas de ahora no se las escuché antes. No es mi intención iniciar una polémica con Gadano, pero como usted me preguntó aclaro que lo único que escuché fueron sus declaraciones.
–Gadano dijo el año pasado en una charla en el Centro Atómico Constituyentes que la CNEA se tiene que dedicar a tareas de innovación dejando de lado el desarrollo aplicado.
–Estuve en esa charla. Realmente todas esas palabras que dijo no tienen demasiado significado. ¿Innovación para qué? La innovación tiende a atacar problemas que son aplicados. Innovar para desarrollar nueva tecnología que resuelva problemas que están sobre la mesa. Lo de Gadano apunta a tratar de quitarle a la CNEA actividades netamente productivas.
–¿Cuáles serían esas actividades?
–Esto se remonta un poco a lo que pasó en la década de 1990 cuando la CNEA fue dividida en tres partes. Le sacaron la operación de las centrales nucleares y se creó Nucleoeléctrica (NASA) y las actividades de contralor y control y se creó la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN).
–La generación de energía eléctrica nuclear ya está en manos de NASA. ¿A qué se apunta ahora?
–Hay rumores de que el Carem quedaría en manos de alguna empresa que podría involucrar capitales privados. La idea del gobierno es transferir ese tipo de negocios a la actividad privada. Si bien el Estado ahora está invirtiendo fuertemente en el desarrollo y en la construcción del CAREM lo que uno teme es que a la hora de cosechar lo que la sociedad argentina ha invertido eso termine beneficiando a unos pocos.
–El Gobierno había anunciado que la quinta central nuclear se iba a construir en Río Negro, pero la legislatura de esa provincia votó luego una ley que prohíbe la instalación de centrales nucleares de generación eléctrica. Hubo varios cuestionamientos por cómo se manejó ese tema.
–Lo que hemos intercambiado con otros colegas de la CNEA es que evidentemente no hubo un manejo inteligente de la cuestión. Se puso como un hecho consumado que la quinta central se instalaría en la provincia de Río Negro sin haber hecho un trabajo previo de esclarecimiento, de debate público, como para disipar dudas genuinas, quizás impulsadas por desconocimiento. La obligación del Estado es poner toda la información a disposición y tratar de convencer a la sociedad de que los beneficios son mayores que los potenciales perjuicios. Eso no se hizo y el gobernador Weretilneck, inicialmente a favor de la central, cambió su posición forzado por la presión de ciertos sectores de la sociedad civil de Río Negro.
–Macri lleva más de un año y medio de gobierno y todavía no hubo avances en la construcción ni de la cuarta ni de la quinta central nuclear.
–Esa es otra de las grandes preocupaciones que hay en CNEA. El inicio de la cuarta central se demoró mucho. Se suponía que ya debería estar en marcha, pero no se ven avances concretos.
–Los contratos definitivos todavía no se firmaron.
–Parecería que todavía faltan concretar algunas cosas, pero más allá de eso lo que nos preocupa es que se garantice la participación del sector nuclear, tanto estatal como privado, en estas grandes obras porque transformarnos en un país comprador de tecnología llave en mano de los chinos no es algo razonable.
–Fuentes del sector nuclear coinciden en que, una vez firmados los contratos, la elaboración del proyecto técnico de la cuarta central podría demorar la construcción unos 18 meses. Eso lleva a suponer que recién comenzaría a construirse a fines de 2019.
–Eso es un poco lo que uno también escucha. El gobierno perdió bastante tiempo y no se ve todavía la concreción de esos planes. Esa es una gran preocupación así como la falta de información sobre la letra chica de esos contratos porque uno tiene temor de que no se siga aprovechando la capacidad que la Argentina tiene en el sector nuclear. Siempre se ha puesto como un gran logro haber desarrollado una industria de tecnología relevante como la nuclear. No queremos que eso se pierda.