“Brujo, brujoooo, ¿dónde estás?”, preguntó desesperado el amigo de Santiago Maldonado el 2 de agosto, cuando llamó a su celular y durante 22 segundos sólo escuchó ruidos. Ariel Garzí había acudido en forma espontánea a la Defensoría, y cuando fue a declarar, el juez federal Guido Otranto debió implementar el mecanismo de protección de testigos porque había sido víctima de feroces intimidaciones. Si bien el magistrado se lo ofreció y él aceptó, nunca ejecutó el programa. Al contrario, pocos días después la ministra de Seguridad hacía pública su identidad y todos sus datos personales en plena audiencia en el Senado. “Vas a confesar o no hijo de puta, quienes son los mapuches de la RAM”, le dijo en julio un policía rionegrino, y le gatilló cuatro veces en la sien izquierda. Por episodios constantes y similares es que los testigos insisten en que no tienen garantías en la justicia de las provincias patagónicas.
Ariel tiene 26 años, es artesano, vive en El Bolsón pero nació en Neuquén capital. Forma parte de la Red de Apoyo a la Lof en Resistencia Cushamen y es uno de los tres procesados por la justicia federal de Esquel, que el 10 de enero ordenó un desalojo violento con uso desproporcionado de la fuerza de Gendarmería y que derivó en una feroz represión con decenas de mujeres varones y niños heridos. Garzí es una de las personas sobre la cual se solicita una medida cautelar con carácter de urgencia ya que en tres oportunidades fue detenido, hostigado y perseguido por fuerzas policiales de la provincia de Río Negro.
A las dos semanas de haber sido liberado de la cárcel federal de Esquel por orden del juez Otranto, Garzí salió de su casa de Barrio Esperanza de El Bolsón y a las dos cuadras fue interceptado por un móvil policial y con la excusa de efectuar un “control de rutina” le pidieron su documento de identidad, le sacaron fotos con un teléfono celular, le revisaron la mochila y al momento de decirle “vos andas con esos indios de mierda tira piedra”, lo golpearon en diferentes partes del cuerpo. “Cuidate mucho pibe”, fue la advertencia que le dejaron. Esta situación se puso en conocimiento del juez de Paz Marcelo Mucillo al momento de interponer un habeas corpus preventivo a favor de Garzí, pero el pedido fue rechazado in limine.
El segundo y el tercer episodio de hostigamiento se da de manera verbal y nuevamente por agentes de la policía de Rio Negro, quienes de violenta manera amenazan al joven diciéndole: “deja de joder con los mapuche, deja de apoyarlos, si vos no sos mapuche, que carajo tiene que hacer con ellos pelotudo tira piedra”. El cuarto hecho fue el más grave y ocurrió el 15 de julio, cuando Garzí salió de un local nocturno donde estaba con amigos escuchando una banda de rock. Mientras caminaba hacia su barrio lo alcanzó una camioneta Ford Ranger del comando policial de Río Negro, se bajaron dos agentes y le dijeron que se suba a la parte de atrás. Allí comienza un paseo por la zona periférica de la ciudad, hacia la ruta 40 donde ya no hay luces de alumbrado público. Mientras dura el largo recorrido lo interrogaron con golpes en las costillas para que cuente quienes son los mapuches de la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), organización a la que NO pertenece ninguno de los miembros de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen a la cual él apoya. Garzí manifiesta no conocer a nadie de ese grupo, que no sabe de nadie que sea de la RAM.
En ese momento el conductor detiene la marcha del móvil y el que iba a su lado en la parte de atrás de la camioneta doble cabina, extrae de una mochila negra que tenía entre sus piernas un arma no reglamentaria. El testigo afirma que era un revolver 38 negro. Con esa arma el policía le apunta en la cabeza y le dice “vas a confesar o no hijo de puta, quienes son los mapuches de la RAM” y le gatilló el arma. Le sacaron el calzado, lo bajaron y el joven tuvo que caminar 6 kilómetros con un frío bajo cero. Garzí le mando un mensaje de texto a una amiga contándole lo sucedido.
Hubo un quinto episodio el sábado previo a la desaparición de Santiago Maldonado, cuando estaba en pleno centro de El Bolsón, con dos oficiales que, una vez más, le pidieron documentos y revisaron sus cosas. Ariel reconoce al oficial que le había gatillado en la sien, y lo mira a los ojos. Esa vez sus documentos quedaron en manos policiales, y nunca los quiso recuperar por temor a represalias.
Aún así, cuando estuvo ante el juez Otranto el joven dijo ser amigo personal de Maldonado, a quien conoció una semana después de que el joven tatuador desaparecido llegara a El Bolsón proveniente de Chile. Se conocieron durante la primera semana de abril y no se separaron más. Compartían muchas cosas y muchas horas al día. Santiago se incorporó al grupo de amigos de Ariel. Garzí afirma que Maldonado nunca había ido al Pu Lof, a pesar de que se interesaba por la lucha mapuche y el proceso de recuperación territorial iniciado en el año 2015. Al día siguiente de los hechos Garzí recibió un mensaje por WahtsApp donde se difunde la noticia de un joven desaparecido en Cushamen. Reconoció su rostro en la foto e inmediatamente lo llama por teléfono al número que tenía agendado en su lista de contactos como “Brujo 2” (ver foto) a las 15:23. Alguien responde y mantiene la comunicación abierta durante 22 segundos. El testigo lo llama a su amigo “brujo, brujoooo, donde estas!”. Al sentir que nadie responde del otro lado y solo se escuchan ecos de unos pasos como si fueran botas en un lugar grande y cerrado, comienza a insultar por teléfono. Cortan la comunicación.
Garzí se presentó de manera espontánea el 7 de agosto ante la defensoría federal de Esquel. Al ver que era un asunto serio Fernando Machado insta una audiencia ante el juez Otranto. A las 11:00 de la mañana de ese día lunes estaba declarando ante el juez. Lo filman y lo graban en su deposición. Aporta la foto de la captura de la pantalla donde está registrada la llamada al teléfono de Maldonado. Otranto le garantizó seguridad en virtud del carácter de testigo de identidad reservada pero nunca le da intervención al programa de protección de testigos de la justicia federal argentina. “Garzí quedó a la intemperie absoluta. Regresó a su casa solo y sin acompañamiento. Una semana más tarde en el Senado de la Nación la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich en una interpelación pública y en cadena nacional mencionó su nombre, su domicilio y lo que es, pero su testimonio”, dijo a PáginaI12 con bronca contenida el abogado Cabaleiro.