Un personaje de una novela de Roberto Arlt remonta el tiempo y desde otro plan escénico prolonga su vigencia hasta estos días. Es el Astrólogo, el de Los siete locos, pero sin el ladero Remo Erdosain y sus oscuras tramas conspirativas, ni el Rufián Melancólico y el confuso universo de los burdeles. Ahora es un predestinado del mundo del arte, está cerca de críticos y marchands, tiene museo propio y está listo para mostrar al mundo la obra que, asegura, cambiará la realidad y los modos de percibirla. “Es el paso de Arlt-al-art”, bromea Abel Gilbert, autor del texto y compositor de la música de El astrólogo (un cuadro), el experimento escénico que el mismo Gilbert define en el cruce entre el oratorio, la micro ópera y el monólogo teatral, que puede verse viernes, sábados y domingos de septiembre en el Teatro de la Ribera, en La Boca, con la dirección escénica de Walter Jakob y el protagónico del polifacético Gabo Ferro.
Los músicos en escena son el mismo Gilbert junto a Mauro Zannoli, encargado además del live electronics. Participa también el Nonsense Ensamble Vocal de Solistas, integrado por Virginia Majorel y Lucía Lalanne (sopranos), Evangelina Bidart (mezzo soprano), Martín Díaz y Marco Cuozzo (tenores), Alejandro Spies y Jonatan Favilla (barítonos) y Valeria Martinelli (contralto y dirección musical). El asistente de escena es Gabriel Zayat, el ingeniero de sonido Pablo Formica, la iluminación es de Eduardo Pérez Winter, el vestuario de María Emilia Tambutti y la escenografía de Ariel Vaccaro.
“El Astrólogo propone algo más que un juego de palabras, en un universo donde ese arte abandonó cualquier ilusión de transformar el mundo para decorarlo en medio de un paisaje infinito de archivos digitales. Todo gira alrededor de una obra que será exhibida, mientras el curador y dueño medita sobre sus potencialidades transformadoras a partir de un monólogo alucinado. Lo que sucede en relación con ese objeto define la trama. Nuestro Astrólogo dice venir del fondo de los tiempos. No sabemos si fabula cuando asegura haber estado en la antigua Babilonia escrutando las estrellas, pero, por debajo de su delirio y su máscara, habla todo el tiempo del presente”, reflexiona el compositor y escritor de esta obra, líder del grupo de rock progresivo Factor Burzaco.
–¿Por qué un personaje de Arlt hoy?
–Roberto Arlt es un disparador, una posibilidad de explorar el universo de su novela clave de manera oblicua, esencial, trabajando algunas de sus ideas más fuertes: la relación entre política y locura, el uso de las ficciones para producir efectos de realidad, la conjura, el ilusionismo, los ensueños de poder, la glosa sarcástica de ciertos discursos. En Los siete locos se trata de la política; en esta obra, del estado del arte. “¿Es imbécil o loco?”, le preguntan a Astrólogo en la novela, y ese interrogante se pone ahora en otra escena: nuestro personaje ha abandonado Temperley, ahora es dueño de un museo muy chic.
–Un ensamble vocal que trabaja en torno a la música de tradición escrita, un cantante que atraviesa la música popular, elaboración electrónica... ¿Con qué idea de sonido pensó el orgánico de El Astrólogo?
–El proyecto ha tratado de conjugar dos modos de excelencia. Gabo Ferro viene del mundo de la canción y la performance. Puso a su disposición toda su soltura y su capital expresivo. Convirtió al Astrólogo en un personaje que sorprenderá. Y el proyecto encontró su complemento extraordinario en el Nonsense Ensamble Vocal de Solistas. Ellos acaban de hacer Sinfonía, de Luciano Berio, en el Colón. Tienen diez años de trabajo y dos discos maravillosos con buena parte del mejor repertorio vocal del siglo XX. Y aceptaron sumarse a una experiencia apuntalada en la música electrónica. Y además he contado con la colaboración de Mauro Zannoli, un joven compositor que tiene un gran conocimiento del procesamiento electroacústico en vivo. Mauro hizo también su aporte compositivo en El Astrólogo.
–¿De qué manera trabajan y se relacionan música y texto en esta obra?
–El texto fue trabajado bajo la tutoría de Walter Jakob, que es el director de El Astrólogo, y además un tremendo actor y dramaturgo. A lo largo de un año, discutimos mucho cómo resolver esa tensión entre lo cantado y hablado, la acción y el estatismo. Y aquello en lo que no habíamos pensado surgió de lo que Gabo y el Nonsense fueron inventando en ese museo imaginario que Ariel Vaccaro construyó en escena, a lo que Walter le fue dando sentido.
–¿Cómo coloca a El Astrólogo respecto al resto de su producción?
–El Astrólogo me permitió llevar a otro plano lo que vengo haciendo desde hace años y a través de cuatro discos con mi ensamble Factor Burzaco: poner en juego la fricción entre géneros, hacer jugar a lo culto y lo popular, lo alto y lo bajo, el rock y la música contemporánea y, si se quiere, desde lo textual, el ensayo y la ficción. Esta vez, la máquina narrativa y musical descansa en las mejores voces y cuerpos, los de Gabo y el Nonsense.