Nando Díaz nació en un lugar donde los límites sólo existen porque los determinan los mapas: Jujuy no se define por lo que dictamina la geopolítica sino por su milenaria condición de nodo de intercambio social, económico y cultural; desde ser hervidero de pueblos indígenas o la conflictiva barrera entre los Virreinatos del Alto Perú y el Río de la Plata hasta convertirse en favorita de los mochileros del mundo que quieren penetrar la Sudamérica profunda. Como toda zona de frontera, fue también siempre tierra de nativos, conquistadores, negociantes, soñadores, farsantes y curiosos. Por eso es que los dos notables discos de Nando también se mecen entre límites difusos donde el influjo andino se articula con uno de los lenguajes universales: el rock.
Díaz es un gran cantautor, un delicado orfebre de las cuerdas al servicio de una historia para contar. Pero además tiene otro talento: es un agitador incansable. Creador de proyectos, generador de escenas, productor de ciclos que rescatan a viejos cantores jujeños o problematizan la actual escena cultural de la provincia, su aporte va más allá de sus canciones, que por cierto son muy bonitas y se podrán escuchar en vivo el 27/9 en el ciclo Música Jujeña, en el Torquato Tasso.
De chico todo le generaba interés: el folclore que ponían sus papás y lo que llegaba por las únicas tres radios. “Tenía un radar; hasta veía La Pantera Rosa y quedaba conmovido por la música de Henry Mancini.” El rock apareció de adolescente, en Palpalá, segunda ciudad más grande de la provincia, una especie de espejo del conurbano bonaerense con fuerza fabril y mucha convulsión, de la que salió el primer grupo jujeño que grabó un disco: Sangre en Polvo.
Tiempo después vino una mudanza clave en medio de la Quebrada de Humahuaca. “El silencio de Tilcara me religó con el folclore; no sólo de acá, sino de todo el mundo”, afirma quien ahí encontró su lenguaje: “Jazz, música clásica, cumbia, punk, todo era lo mismo para mí. Las diferencias de estilo las descubrís de grande. Ahora entendemos esta pelotudez de tener que estereotiparnos, que a veces es negativo, pero sirve para identificar una obra”.
En sus órbitas musicales conviven desde el Uña Ramos, quenista humahuaqueño consagrado en Francia, hasta Ministry, pasando por el prócer jujeño Ricardo Vilca o Depeche Mode. Y también películas o hasta el teatro japonés. “¡Si en definitiva somos la misma cagada!”, afirma. “Seremos humanos con sentimientos similares; amores y odios que nos llevan a hacer cosas bellas o teyibles.”
* Miércoles 27/9 a las 21 en C.C. Torquato Tasso, Defensa 1575. Junto a Bruno Arias y La Cangola Trunca.