Pocas tareas más efectivas a la hora de indagar las coordenadas de una subjetividad que rastrear los usos de los giros lingüísticos en una época y lugar determinados. Por ejemplo, llama la atención el actual y generalizado empleo que se hace del "olvidate" en los diálogos cotidianos. En principio todo indicaría que responde a la intención del emisor de dar por sentado y seguro alguna afirmación u observación sobre determinada situación, circunstancia u objeto. --¿Lindo el finde, no? ‑-Olvidate, impresionante?.
También se emplea para responder ante una requisitoria: "¿Venís esta noche?" Ni en pedo, olvidate. También el "olvidate" se distingue por su función de realzar un momento o experiencia que aparenta desbordar la capacidad de asimilación del sujeto: "Sí, estábamos ahí, solos, ella y yo, sentados frente al fuego... olvidate". Hasta aquí un nivel de análisis acotado al eje imaginario conformado por dos personas, otro cantar se insinúa con la inclusión del Gran Otro, es decir: ese horizonte de significaciones contra el que se recorta un diálogo más allá de las intenciones conscientes del emisor y receptor. Si, tal como afirma Lacan: "el inconsciente es el discurso del Otro", bien podríamos aventurar que esta vocación por transmitir la certeza de un juicio a través del olvido no hace más que evidenciar un contexto signado por la perentoria obtención de satisfacciones efímeras y pasajeras: una furia metonímica que, por convocar a la desmemoria, poca chance le brindan a lo nuevo y mucha al cálculo anticipado de satisfacciones. Por ejemplo: "olvídate, el sábado salgo con mis amigos y me tomo todas las pastillas !!", tal como a menudo escuchamos en el consultorio.
En este punto se hace interesante poner al "olvidate" en diálogo con el "ponele", otra de las muletillas que la época ubica en boca de unos y otros, más allá de ideas, religiones, edades y clases. Si el primero se distingue por su certeza, el segundo suele deslizar una enunciación condicionada que, bien sugiere un ejercicio argumentativo: "...porque ponele que..." o la aceptación de una hipótesis que anticipa un nuevo punto de punto vista: "ponele que si, pero...". Hasta aquí no mucho para destacar, salvo que en un contexto donde las certezas se manifiestan por su convocatoria al olvido, el "ponele" podría considerarse el complemento ideal para una defección en el compromiso: ‑-Entonces: ¿estás de acuerdo? --Sí, ponele.
Así, la demanda del "olvidate" junto con el condicional del "ponele" conformarían el testimonio de una época signada por la inhibición para acceder al acto.
*Psicoanalista. Hospital Álvarez.