Hace más de un mes que venimos exigiendo: ¡Aparición con vida! para Santiago Maldonado. Quiero poner en tensión el tratamiento que se está haciendo de esta desaparición con otra, -de las tantas‑ que ha habido en nuestro país. Ocurrió en nuestra ciudad en abril de 2003, fue la de una estudiante de derecho que estuvo desaparecida sólo 30 horas y apareció lastimada en una localidad cercana. Apenas se supo los estudiantes de Derecho tomaron la facultad; el Rectorado se pronunció por el esclarecimiento del caso; los docentes llamaron a un paro por tiempo indeterminado; se organizaron marchas; el ministro de Gobierno, Carlos Carranza, viajó a Rosario para monitorear la búsqueda, y desde la policía se organizó un fuerte operativo de rastrillaje para dar con la mujer. En una concentración a las puertas de la sede de la gobernación, en la ex jefatura de policía, en la que le gritábamos en la cara a los policías allí de guardia y pedíamos: ¡Aparición con vida! el querido Rubén Naranjo me preguntó, visiblemente amargado: ¿Cómo contamos la Argentina?

Sí, lo sabemos: La historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. ¿Cuál es la cantidad de farsa para que eso a un pueblo le resulte insoportable? Robert Alexy, jurista del postnazismo, recurrirá al argumento de la "contradicción insoportable" para definir la validez jurídica. Es contundente cuando dice: "Ni los órdenes sociales absurdos -en los que está permitido cualquier acto de violencia y en los que no existen fines coherentes sino contradictorios, cambiantes e incumplibles‑ ni los órdenes 'predatorios' (bandas de dominadores armadas) son derecho".

Alain Badiou, en una conferencia dictada en esta ciudad en el 2004, dice que la justicia es oscura en tanto la injusticia es clara, que hay una disimetría entre el damnificado por la injusticia y la idea de justicia. Y que un mundo justo sería aquel en que esto no ocurriera, con lo cual se mete de lleno en lo que llama ética de la víctima, porque justamente toda idea de la justicia se levanta a partir de la existencia de la víctima. La justicia es entonces pasar del estado de víctima al de alguien que está en pie. Implica una transformación subjetiva.

Hay dos inscripciones que realiza el Otro de la cultura: El nacimiento y la muerte. Y es lo que nos constituye como sujeto. Una de las producciones fundamentales de la cultura es la tumba, el rito funerario, esto es: prácticas relacionadas con la muerte y el enterramiento de una persona que son específicas de la especie humana.

Vengo diciendo desde el 2000 que los DDHH son los significantes mínimos, significantes de la modernidad, para que el sujeto se constituya como sí, como en su lugar en un parentesco, como existente, como representante de un sexo y hasta como muerto. Actualmente agrego que esos significantes mínimos hacen a la identidad del sujeto. Decíamos de la modernidad, dado que los DDHH surgen con la Revolución Francesa, no obstante, la inscripción de la muerte es tan vieja como el hombre. Al punto que el Juez Federal Gabriel Cavallo en el histórico fallo por el que anuló las leyes de obediencia debida y punto final se refiere a ello como "derecho de gentes". En el mismo sentido Luis Gusmán habla del Derecho a la muerte escrita, y dice: "Por eso podemos afirmar que la cuestión de la identidad se ve afectada por la existencia o no del epitafio".

Nuevamente: ¿Cómo contamos la Argentina? Uno, veinte, trescientos, cuatro mil, treinta mil y uno, veinte... Julio López, Luciano Arruga, Franco Casco, Miguel Bru. ¡Maldita policía!, ¡maldita gendarmería! Debe ser insoportable. No podemos sino considerarlo insoportable.

Lo siniestro de todo esto es que Santiago Maldonado sigue desaparecido. Sabemos  que esta figura tiene que ver con la muerte. Por eso hemos hablado de la falta de tumba, de la falta de epitafio. La madre de Santiago, su familia, lo esperan vivo: ¡Aparición con vida! fue y sigue siendo la consigna que tensa la contradicción. Que digan dónde está. ¡Vivos se los llevaron, Vivos los queremos! clamó el mundo entero por los estudiantes de Ayotzinapa.

De la bella muerte, heroica, de los por siempre jóvenes semidioses y hombres de la Grecia clásica a la siniestra muerte argentina, como la llamó, a treinta y cinco años del golpe, el querido Osvaldo Bayer: la desaparición forzada de personas. Que no puede estar anclada sino en la impunidad, que no pueda estar sostenida sino en la indiferencia.

¿Cuándo, cuándo esto será definitivamente insoportable y podamos decir Nunca Más?

*Integrante del Foro en Defensa de los Derechos Humanos del Colegio de Psicólogos. También en https://delderechoreves.com.ar   www.campopsi.com.ar/lcapella.htm