La inocencia puede ser una forma de la sabiduría. Y así es en Las piedras, última obra de Agustina Muñoz, estrenada en Amsterdam en 2016 y a la que le quedan dos semanas de funciones en el Centro Cultural San Martín. La cándida voz en off de la directora da comienzo al espectáculo, mientras en una pantalla se replica el texto por escrito. Esta voz dice y se contesta, como dialogando consigo misma. O como si todas las voces fueran partículas de lo mismo. Luego, a través de otras imágenes, situaciones y diálogos, y sin una estructura convencional, Las piedras va instaurando un sentido. Es una obra filosófica, universal, posiblemente atemporal. Se presenta jueves y viernes a las 21 y domingos a las 20.30 en Sarmiento 1551.
Aquella voz en off es el puntapié del sentido que se va construyendo muy de a poco. Luego aparecen cuatro actores con vestimentas contemporáneas –Bárbara Hang, Denise Groesman, Rafael Federman y Vladimir Duran–, que conviven e interactúan con piedras de diferentes colores y tamaños. Primero apiladas en una esquina y después desperdigadas por el escenario, estas piedras envían a la acción cierta energía e información, a la vez que otorgan a la imagen un carácter primitivo. “Va cambiando cómo abordamos lo que la obra es a medida que pasan las funciones. Pero hay algo de la relación con lo colectivo. Como humanidad, especie, familias, personas que viven en un país y que comparten problemas”, dice la directora a PáginaI12.
Estuvo viviendo en Amsterdam durante tres años, por una beca de teatro y performance, y este espectáculo es resultado de esta experiencia. También está impregnado por ella. Por preguntas que le aparecían a la dramaturga y actriz viviendo en otro país, y en uno tan distinto al de origen, por primera vez. “Llevaba dos años allá y me di cuenta de que quería hacer el trabajo final con actores de la escena local con los que venía trabajando. Necesitaba el habla de acá, algo de los gestos, cierta cosa contemporánea. Después de haber trabajado con personas de muchos lados, necesitaba algo de la pertenencia, la identidad”, cuenta Muñoz. Tres actrices llegaron a Amsterdam, y en un intenso y frío mes armaron junto a ella la primera versión de esta obra. La del C. C. San Martín, estrenada un año después de su regreso, es distinta. Es más extensa e incorporó a los dos actores, que reemplazaron a una de las mujeres.
“Lo colectivo en uno, en lo individual. Y lo individual entendiéndose como parte de un colectivo. Las voces de uno y las de los otros en uno”: aunque sea difícil hallarle un tema, podría decirse que éste es el eje conceptual de la obra, que consigue trasladar cuestiones muy abstractas al aquí y ahora de la ceremonia teatral. Hay más preguntas que respuestas. Y filosóficamente habilita una lectura spinoziana. Dios es todo, Dios somos todos. “Trata de recuperar algo de las personas. A veces pareciera que nos olvidamos de todo lo que convive en nosotros. Lo que nos muestran el noticiero y el diario, si estás enamorado de alguien, lo que leés, tu historia familiar. No somos sólo sujetos políticos, trabajadores o personas sentimentales, sino todo eso. Fuertes y sensibles a la vez”, expresa Muñoz, que ha definido a este material como un “punto de inflexión” en su carrera.
Con recursos de diferentes disciplinas, dirigiéndose en cada escena hacia un lugar inesperado, avanza Las piedras, con su propósito de ilustrar cierto estado de lo humano, una “sensación vital” en palabras de Muñoz. Puede ser con un alocado baile con luces de colores, un relato extraído de un libro o diálogos planteados de diferentes formas. El momento más divertido es la recreación, por parte de los actores, de obras plásticas de épocas pasadas. “Me parece una linda experiencia que el espectador se deje llevar a distintas formas y momentos, y que se le vaya armando el sentido, una vez que abandona cierta intención de narrativa más clásica”, sostiene la directora. Destaca “la potencia colectiva” de la creación, que dio este resultado, y el trabajo del asistente de dirección, Lionel Braverman, que proviene del cine y halló la “línea interna” que une todo lo que ocurre.
Una particularidad de Las piedras es su carácter luminoso. “Me dicen bastante eso. Que la obra transmite una sensación esperanzada sobre la vida y la humanidad, sin ser naif o sin negar lo que ocurre. En Europa hay un teatro muy político, de denuncia, que genera, al final, una especie de sinsentido, de sinrazón. Y siento que eso cierra, que te deja inhabilitado para después salir a la calle y lidiar con lo que hay, que es lo que nos queda. Lidiar con el afuera, con los otros. Es un mundo muy difícil. A veces veo películas y estoy sin vida después. Está bueno pensar cómo se construye otra cosa que nos dé herramientas para seguir defendiendo el mundo en el que uno cree”, analiza Muñoz.
Cuando regresó de Amsterdam, la actriz dirigió el ciclo de performances de Yoko Ono en el Malba, estrenó Extinción en el Teatro Nacional Cervantes junto a Soledad Barruti y co-creó junto a Bárbara Hang El espíritu es un libro, para la Bienal de la Performance. Además, participó en la obra Kantor, de Mariana Obersztern, que formó parte del ciclo “Invocaciones” del C.C. San Martín. Junto a ella, una de sus maestras, presentarán el 29 de septiembre un trabajo en el marco del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, que consiste en la reproducción de una de las últimas entrevistas que se le hicieron a Simone de Beauvoir. Muñoz es, además, la actriz protagónica de la última película de Matías Piñeiro, Hermia y Helena.