Desde Esquel
La fiscal federal de Esquel Silvina Ávila recibió ayer la declaración testimonial de Ailinco Pilquiman, testigo central de la represión de la Gendarmería dentro de la Pu Lof en Resistencia Leleque que terminó con la desaparición forzada de Santiago Maldonado. El primero de agosto, ella estaba dentro de la Pu Lof, en la casilla de guardia, y presenció la secuencia que fue desde el hostigamiento previo de la Gendarmería que disparaba sus escopetas para provocar la reacción de la comunidad, el grito del comandante a cargo “¡avancen!”, el inicio de la persecución a Santiago Maldonado, Matías Santana y otro peñi (miembro de la comunidad), que todavía no brindó su testimonio ante la Justicia pero sí dio su versión de los hechos ante los abogados de la CIDH. También presenció el ingreso y salida de un Unimog. Su testimonio reafirmó la hipótesis de las querellas que indica que la Gendarmería entró al predio para “apresar manifestantes”, sin flagrancia a la vista y que los uniformados estuvieron mucho más que cinco minutos -como alega el Gobierno- a la veda del río.
La testimonial de Ailinco fue adelanta el lunes por PáginaI12, identificada como testigo A. Su declaración estaba prevista para el martes de la semana pasada, pero el juez federal de Esquel, Guido Otranto, privilegió escuchar la voz de los Gendarmes, que fueron bien acompañado por el funcionario Gonzalo Cané, Secretario de Coordinación con los Poderes Judiciales. Tras la suspensión, Otranto la había reprogramado para el lunes pasado, pero ese día ocurrió el mega allanamiento dentro de la Pu Lof, también con el sello del Ministerio de Seguridad. Ante la dilación manifiesta por parte del juez, Ailinco Pilquiman declaró ante la fiscal, para que su testimonio quede registrado en la causa que investiga la desaparición forzada de Santiago Maldonado.
Ella llegó al territorio el 31 de julio, cerca de las 19. Pasó la noche allí. Al día siguiente, diez minutos antes de las once, observó que llegaba un camión de gendarmería de color oscuro, una camioneta blanca y varios uniformados caminando. Se frenaron delante de la “guardia nueva” donde está ubicada la tranquera. “Los gendarmes bajaron a los tiros”, narró la testigo.
Sus palabras fueron precisas. Pudo localizar en tiempo y forma a los uniformados que estaban fuera del territorio y sus primeros pasos en el inicio de la cacería. Sobre un costado de la casilla, Ailinco observó dos gendarmes que ya estaban dentro del territorio, como queriendo iniciar la persecución. La persona al mando (probablemente haya sido Pablo Escola) les pedía a los uniformados no avanzar. Del otro lado de la tranquera seguían disparando. Entre los uniformados y la comunidad había aproximadamente 30 metros.
Algunos comuneros respondían con algún piedrazo pero todos estaban como “distendidos”, distribuidos por el perímetro de la casilla. En realidad, no creían que los uniformados fueran a ingresar al territorio, menos de la manera en que lo hicieron, narró Ailinco.
Pero de repente, la testigo escuchó la voz del gendarme de manera clara: “¡Avancen!”. Ahí se inició la cacería. Los 30 metros que separaban a los peñis de los uniformados se volvieron centímetros. En ese momento, presenció cómo Santiago Maldonado corría para agarrar su mochila y celular y salir raudamente hacia el río, junto a Matías y el otro peñi que ya ofreció su testimonio ante los abogados de la CIDH pero no en la Justicia, tal cual fue contado en la edición de PáginaI12 del lunes pasado. En el allanamiento del pasado lunes, Santana, junto a otro compañero, estuvieron detenidos durante 12 horas, con sus manos precintadas. Gonzalo Cané y el juez Otranto se olvidaron de contar que los efecticos del Grupo Especial de Operaciones les formularon preguntas sobre la RAM, sus actividades personales y les tomaron las huellas digitales. Literalmente, estuvieron detenidos. Fue un claro mensaje intimidatorio, ante el aval de Cané y Otranto, para con el resto de la comunidad que podría declarar en las próximas horas.
Ailinco Pilquiman relató ayer que la entrada de los gendarmes a la comunidad el 1 de agosto, entre disparos y gritos, generó la corrida de Santiago, Matías y el otro peñi. Los gendarmes los perseguían muy de cerca. Su visión llegaba hasta antes de que empiece a descender el terreno. Lo que sucedió en el río ya fue narrado por Santana, quien dijo que a Santiago Maldonado se lo llevó la Gendarmería. Pilquiman asegura que los gendarmes estuvieron más de media hora a la veda del río, y no cinco minutos como alegan los uniformados. Durante su testimonial, pudo apreciar la herida del subalférez Emmanuel Echazú (la fiscal le mostró fotos del operativo) y en ese momento escuchó las burlas de algunos gendarmes hacia la comunidad mapuche. Pero lo más relevante de su testimonio, que está en sintonía con otras declaraciones, fue su visualización de dos Unimog en el territorio. Hasta el momento, ningún gendarme afirmó haber ingresado con este vehículo dentro de la Lof. Sin embargo, sus huellas fueron registradas por Fernando Machado, Defensor Oficial, quien le solicitó a Otranto pericias sobre las mismas en al menos tres oportunidades.
De los dos Unimog, uno se retiró del territorio a los pocos minutos de haber ingresado, según relató Ailinco. ¿Será ese el vehículo que vio el testigo Santana, donde subían a Santiago Maldonado? Quienes están trabajando con el expediente de la causa por desaparición forzada consideran relevante una imagen en la que puede apreciarse un Unimog flanqueado por una hilera de gendarmes en actitud de esconder algo, reproducida en la edición de hoy.
Ailinco Pilquiman estuvo retenida en la casilla durante 7 horas. Cuando se fueron los gendarmes, todos se enteraron que “faltaba el Brujo”. Según su testimonial, otra mujer que no estaba en la Pu Lof recibió un mensaje de uno de los comuneros que pudo cruzar el río y dar aviso. “Se llevaron al Brujo”, fue la información. Andrea Millañanco fue quien recibió ese mensaje. Ayer también declaró ante la fiscal Avila.
Ailinco contó ante la fiscal que, enterados de esa situación, iniciaron la búsqueda de Santiago por los Escuadrones de El Bolsón y Esquel. Nadie les decía nada. “No, nosotros no estuvimos a cargo del operativo”, les decían en El Bolsón y lo mismo ocurría cuando iban al Escuadrón de esta ciudad. En ese momento de su relato y de los hechos narrados, Ailinco sintió el peso de la ausencia de Santiago y el atropello hacia su comunidad.