-¿Hicimos bien en hacer la denuncia? - le preguntó Giuliana Peralta a su mamá, Patricia Urbina, después de la hoguera mediática que sobrevino a la denuncia judicial por violación contra el jugador de fútbol Alexis Zarate. “Fue un dolor devastador para ella verse en las fotos. Decían que quería fama. Y ella no quiere subirse a un colectivo y que comenten. La idea mediática es que hacer una falsa denuncia es fácil sin conocer todos los costos que tiene para una mujer enfrentar un proceso por violación”, le contó Patricia a Las/12, en la nota “Triple violación”, del 30 de mayo del 2014, en donde replicó: “Ella es la víctima y fue abusada por este muchacho. La sociedad debería estar acusando al violador, si no parece que estamos haciendo apología de la violación”.
En esa apología mediática de la violación que protege a los violadores y estigmatiza a las jóvenes que quieren bailar, divertirse, gozar e ir tras sus deseos, el conductor Ari Paluch preguntó si Giuliana era “fiestera” y aseguró que “si él la hubiese penetrado pero acabado afuera, no hubiera habido escándalo”. No fue el único. En estos tres años periodistas deportivos, jueces y abogados, incluso representantes de organismos de derechos humanos, a Giuliana la acusaron de botinera, fiestera, promiscua y mentirosa. El embate fue cruento. Tanto, que después de la sentencia, ni Giuliana ni Patricia quisieron hablar con los medios. La violencia no tuvo un solo violador, se multiplicaron con saña hacia ella. Y también hacía otras chicas que quieren salir, ir a bailar, dormir o tener sexo con el que les gusta. Y que son acusadas cuando denuncian una violación por no ser monjas, mojigatas o mujeres enclaustradas.
El 16 de marzo del 2014 Giuliana fue a bailar a Lyndin, en el centro de Quilmes, con amigas. Chateó con Martín Benítez (en ese momento jugador de Independiente) con el que salía y tenía ganas de verlo porque él había estado en Misiones, su provincia natal. Él fue a buscarla. Charlaron, bailaron y tomaron algo. Querían ir a un hotel. Pero no les alcanzaba. Él le propuso dormir en lo de un amigo, en Wilde. Se quedaron abrazados y siempre adentro de una habitación. Pero después llegaron Alexis Zárate y Christian Nicolás Pérez, también de Independiente. El abusador entró a la habitación sin golpear y sin llamar, con la excusa de agarrar un cargador. La agarró fuerte de un brazo y la abusó.
“Giuliana viene a mi casa y me cuenta con la cara desfigurada en llanto, los ojos hinchados, que la habían violado. Empezamos a abrazarla y a pedirle que nos contara qué pasó. Vino el padre y nos subimos inmediatamente al auto con mi ex marido y fuimos al departamento: “Salí, violador, violaste a mi hija”, empezamos a gritar. Mi hija ni lo conocía. Lo había visto dos veces pero no había hablado con él. Siempre tuvimos la convicción de hacer la denuncia”, relató Patricia.
El lunes 18 de septiembre, el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Lomas de Zamora, condenó a Alexis Zárate a seis años y medio de prisión. “Yo estuve tres años y medio encerrada mientras él estaba libre. Se hizo justicia por mí y por todas las chicas que vivieron una situación similar”, afirmó Giuliana, en tribunales. La fiscalía había pedido una pena de siete años y medio de prisión, Raquel Hermida Leyenda, la abogada de Giuliana, doce años y que la detención sea inmediata. La justicia, de todos modos, determinó que espere en libertad mientras dure el proceso de apelación.
Pero, más allá de la Justicia, en la cancha se juega un partido clave. El 18 de septiembre Zárate tenía que jugar con la camiseta de Temperley contra Rosario Central. Hasta último momento hubo discusiones en el club sobre que decisión tomar hasta que se lo quitó de la lista del partido. El Presidente del Club Alberto Lecchi anunció, el martes 19 de septiembre, en conferencia de prensa: “Hemos licenciado a Alexis Zárate por tiempo indeterminado. Durante este tiempo no podrá venir a jugar. Es un momento delicado y la decisión puede traer fracturas hacía adentro. Este es el caso más duro que viví como dirigente. Afecta a la sensibilidad, la ética y la moral de cada uno. Está en juego lo que queremos para el club y la vida de una persona”. Las posturas internas son distintas: hay quienes priorizan el rendimiento deportivo y las cuentas del club que le pagan a Zárate (al que compraron a Independiente con la denuncia en curso) el sueldo sin medir que en la cancha también se haría rodar la pelota del abuso con naturalidad y simulando un pacto de caballeros que incluye el abuso sexual. Mientras que otra parte de los integrantes del club se oponen a que la violencia sexual sea naturalizada como parte del deporte.
De todas maneras, no hay normas ni protocolos de clubes que inhabiliten a jugar después de denuncias ni sentencias judiciales por violencia de género y abuso sexual. De hecho, cuando Zárate estaba en Independiente el ex Presidente Javier Cantero lo retiro del equipo, pero con la llegada de Hugo Moyano a la dirigencia del club de Avellaneda se volvió a calzar la camiseta. La deuda pendiente está latente. El peso del fútbol como espejo social es muy claro.
En 1989, Sebastián Quattromo, tenía 13 años y era abusado en el colegio marianista, de Caballito, por el religioso Fernando Enrique Picciochi. No se animaba a denunciar. Y uno de sus frenos fue, justamente, la lección de las hinchadas de San Lorenzo, del que era un fervoroso hincha. “Miles de varones cantaban canciones reivindicando a un abusador (Bambino Veira que cumplió una condena de prisión) y burlándose de su víctima. Siempre recuerdo que las hinchadas rivales cantaban “Che, Bambino, che, Bambino, vos me das a Sonia Pepe (la ex pareja) y yo te doy a mi sobrino”. Eso a mí me daba la convicción que ese mundo que me rodeaba muy lejos de saber comprenderme me iba a destruir y desalentaba la denuncia”, relata.
Ahora, en el 2017, el fútbol tiene que decidir si permite que un jugador con sentencia por abuso sea glorificado en una cancha. O si la impunidad y el silenciamiento de las víctimas va a encontrar un freno. El periodista deportivo Alejandro Wall define: “La importancia de la condena es que el caso lleva tres años totalmente encubierto por el mundo del fútbol (dirigentes y jugadores) que le cuestan romper eso que llaman código. Y, sobre todo, del periodismo deportivo por esa idea de códigos y pacto de caballeros. El caso de Alexis Zárate muestra una reacción posterior de muchos que sentimos que no es posible que un violador pueda entrar en una cancha de fútbol. Que se rompa eso ya es un paso adelante”.