La tasa de desempleo entre los jóvenes duplica el promedio del país. El 19,8 por ciento de las mujeres y el 15,4 por ciento de los varones hasta 29 años estaban desocupados durante el segundo trimestre del año, mientras que el indicador global ascendía a 8,7 por ciento. Las políticas oficiales para estimular la demanda de empleo se limitan a iniciativas como la feria Expo Empleo Joven, organizada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Las “oportunidades de inserción laboral” ofrecidas en esos espacios son insuficientes para abordar las problemáticas que enfrenta ese segmento de la población. El Indec informó ayer además los datos referidos a la informalidad laboral. El indicador alcanzó al 33,7 por ciento de los trabajadores asalariados del país en el segundo trimestre de 2017. La cifra representa un incremento marginal de 0,3 puntos porcentuales frente a los registros alcanzados en el mismo período del año pasado. Los datos están en línea con los registros de los últimos cinco años.
La medición utilizada por el Indec subestima la problemática del desempleo juvenil ya que considera que el fenómeno alcanza a personas de hasta 29 años. En cambio, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sitúa al fenómeno entre los 15 y 24 años. Al incluir a los adultos jóvenes (25-29 años), el recorte de edad implementado por el organismo oficial incorpora individuos con menos problemas laborales y, por lo tanto, minimiza el porcentaje de desocupación en ese segmento de la población. El Centro de Investigación para los Trabajadores (Citra)-Conicet que funciona en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) estimó que en el segundo trimestre del año pasado el desempleo juvenil fue 2,6 veces superior al promedio en el país. La relación no se habría alterado un año después.
Junto con las dificultades que experimentan los jóvenes para conseguir empleos de calidad, la precarización de la estructura laboral es una de las principales problemáticas de la economía argentina. La informalidad se redujo de 49,1 a 33 por ciento entre 2003 y 2015. Esa caída de 17 puntos porcentuales representó un quiebre en la trayectoria al alza que comenzó con la instalación del modelo de acumulación neoliberal a mediados de los ‘70. Los niveles alcanzados son inferiores a que exhibe el resto de la región pero todavía se ubican por encima de los registros observados en Argentina entre 1977 y 1994.
Las investigaciones realizadas a lo largo de la última década por la OIT y el Ministerio de Trabajo indican que los ámbitos críticos en donde la informalidad es más elevada corresponden al trabajo doméstico, al trabajo cuentapropista, al trabajo agrario y al empleo asalariado en la construcción y el comercio. Asimismo, en sectores de actividad donde la incidencia del empleo informal es relativamente menor, también existen segmentos en los cuales el fenómeno adquiere dimensiones relevantes, como es el caso de la industria de la indumentaria dentro del sector manufacturero.
La estrategia oficial para combatirlo se concentra en la reducción de aportes personales y contribuciones patronales. También apuntan contra la denominada “industria del juicio”. Los beneficios fiscales forman parte de las estrategias utilizadas en todo el mundo para atacar la problemática pero, según reconocen investigaciones realizadas por funcionarios del Ministerio de Hacienda, su alcance es limitado e insuficiente para estimular la demanda de empleo de calidad. El control a través de tareas de fiscalización permanente, políticas específicas para el mercado laboral y el fortalecimiento del mercado interno han demostrado ser las herramientas más efectivas para combatir la informalidad laboral en el mundo.