La goleada 3-0 sufrida en Cochabamba duró lo que tardó River en llegar desde Bolivia a Argentina. Enseguida mutó en energía positiva. De inmediato se transformó en combustible para este equipo que comanda Marcelo Gallardo. El técnico convocó a los hinchas, que dijeron presente. Y así empezaron a creer que el sueño de dar vuelta la historia podía ser posible. Todo se hizo carne en una noche mágica en el Monumental. Con la lluvia como condimento extra para la épica, con un partido descomunal de Ignacio Scocco y una catarata de goles para aplastar a Jorge Wilstermann, dar vuelta la serie y meterse en la semifinal de la Copa Libertadores.
Una noche histórica, de esas que los hinchas nunca van a olvidar. El marco fue el esperado con más de 60 mil personas copando la cancha desde bien temprano. La expectativa era enorme, la tensión también. Y los jugadores respondieron rápido como para que la presión pasara para el otro lado, y el Monumental sea un cúmulo de optimismo.
El entrenador apostó por una formación bien ofensiva, con tres atrás: Montiel, Maidana y Pinola. Más adelante, Enzo Pérez y Ponzio se repartieron la marca del medio; Rojas era la rueda de auxilio e Ignacio Fernández jugó nueve retrasado. Adelante, Auzqui, Scocco y Gonzalo Martínez.
Como era previsible, fue un monólogo de River en ataque. Pero no hubo rastros de la falta de efectividad que había sufrido en Bolivia. Esta vez, cada ataque terminaba en gol. Ni el hincha más fanático hubiera imaginado hacer la gesta en apenas 19 minutos. Eso tardó River. Eso demoró Scocco en hacer olvidar por completo a Lucas Alario y empezar a dejar su huella en el ataque.
El ex Newell’s, cuando iban nueve minutos, aprovechó las dudas de los centrales bolivianos y transformó un error rival en golazo. El delantero pasó con un túnel a Silva, y estiró para gambetear también al arquero Olivares y tocó al gol: 1-0. A los 13 minutos, enganchó de izquierda hacia el centro y sacó el latigazo contra el palo: 2-0. Y a los 19, para demostrar que estaba en estado de gracia, intentó tirar un buscapié y metió el 3-0 ante la mirada atónita del arquero. Y antes de irse al vestuario llegó el grito de la tranquilidad. El cuarto, el de Pérez, que recibió un pase de Scocco y definió cruzado.
En el segundo tiempo fue un festival. Los goles seguían cayendo. El quinto y el sexto tras una serie de combinaciones perfectas en ataque. Por derecha, tocando, con Montiel llegando hasta la línea final para tirar el centro; con Nacho Fernández definiendo en el punto penal. Lo planeado había sido ampliamente superado en la práctica.
La serie ya estaba revertida y ahora en el Monumental la historia pasaba por otro lado. El quinto personal de Scocco, para convertirse en el primer jugador de River en hacer cinco goles en un partido de Copa Libertadores. El octavo fue un gol increíble: de punta a punta de Enzo Pérez. El mendocino recuperó la pelota en el área propia para despejar un córner de Wilstermann. Y empezó a correr. Fue una acción más digna del rugby que del fútbol. Pasó por encima a dos marcadores que ni siquiera mostraron resistencia. Y definió con clase por encima del arquero.