¿Fue una entrevista tensa la de ayer a Cristina? No. ¿Fue por eso menos profunda, o acaso careció de definiciones contundentes? Menos que menos.
El magnetismo de CFK es de esos en los que se cruzan dos sensaciones aparentemente contradictorias. Por un lado, está el respeto que impone su figura, su oratoria, la firmeza de su carácter aun cuando habla de Néstor y la voz se le quiebra un tanto y los ojos se le humedecen bastante. Pero por otra parte, parece ser una mujer mucho más sencilla y dicharachera que lo que pinta o la pintan. Tengo la impresión, ratificada ayer cuando vino a la radio, de que el primer rasgo le gana al segundo en las consideraciones previas a encontrarse con ella. Y que, por tanto, si es por razones de personalidad, es alguien menos complicado de entrevistar que lo que parece. La verdadera dificultad periodística es otra. Sus respuestas jamás son cortas. Siempre son conceptos extensos y contextualizados, de tal manera que cortar alguno de ellos con una repregunta u observación acertada se hace muy difícil porque –así no se acuerde con lo que dice– asalta la imagen de que más que aportar estará interrumpiéndose una reflexión que merece ser concluida. Desde ya, antes y después de la entrevista de ayer hubo un par de momentos protocolarmente reservados en los que se habló de varias cosas. Algunas para mantener en off y otras no tanto. Pero en cualquier caso, en esa cierta intimidad fuera de micrófono tampoco daba para cortar lo que estaba diciendo, cual charla de café, porque sus apreciaciones invitan a dejarla terminar. Cristina no es persona para una entrevista palo y palo. No es apta para periodistas amantes del vértigo. La tomas o la dejas. En estos tiempos en que casi todo lo mediático audiovisual se reduce al apuro, a los gritos, a la superposición de voces, a las provocaciones, eso es un problema. Y ese problema no es de ella. Es de quienes sólo pueden vivir de prejuicios e intenciones canibalescas. El lunes pasado ya escribí, en este diario, que, de hecho, las críticas más duras a Luis Novaresio provinieron de los sectores furibundamente anti K, decepcionados no por la entrevista sino porque la concedió. Que lo que necesitan esas porciones -amplias- de nuestra sociedad son salvajadas, no respuestas. ¿En qué consistirían esas brutalidades? No van a contestarlo, porque deberían admitir que sólo quieren algún tipo de sangre mediáticamente escandalosa.
También estoy (sigo) seguro, sin necesidad de mucha comprobación encuestológica, de que al cabo de la entrevista de ayer se habrá repetido ese prejuicio del no importa qué conteste Cristina. Yegua o diosa, sin ninguna media tinta de alguien publicado que se anime a juzgar con calma, con disposición a leer y escuchar en lugar de -como mucho- mirar y oír. CFK dijo que nunca creyó haber detentado el poder, el auténtico, el de los resortes de la economía, en más de un escaso porcentaje. Dijo que el poder ése es el de las corporaciones. Dijo que ella nunca será funcional a ese dispositivo. Y dijo que, tarde o temprano, el Congreso deberá abordar la cuestión del aborto. Apenas esas tres apreciaciones, entre tantas que podrían elegirse de todo lo que dijo, deberían ser suficientes para estimular unos debates ajenos a la búsqueda de ferocidad.
Pareciera ser que no se puede. Pero es lo que uno siente que se debe.