Un ser mitad hombre y mitad animal camina sensualmente sobre el escenario. Simulan los movimientos de un felino. Quiere observar sin ser advertido a siete ninfas que se bañan. En el momento en que quiere acariciar a una de ellas, las muchachas huyen. El fauno encuentra un velo de la joven más deseada: lo huele y satisface solitariamente sus deseos. En 1912, basado en el poema de Mallarmé, con música de Debussy, y coreografía propia, el bailarín Vaslav Nijinsky interpretó el papel principal del Preludio a la siesta de un fauno. En la escena cumbre, se revolcaba con el velo y simulaba un orgasmo provocando un escándalo mayúsculo y abriendo nuevos horizontes artísticos.
Boceto para la siesta de un fauno de Mariela Ruggeri se centra en esta obra, uno de los hitos que marcan el pasaje de la danza clásica a la danza moderna. Nijinksy es interpretado por Lucas Díaz. Alba Vigilio acompaña luminosamente encarnando a la vez a Bronislava, hermana de Nijinsky, y a la narradora, que como un espejo presagia la esquizofrenia del bailarín. El Preludio… no es solamente un punto de inflexión en la historia de la danza sino también en la vida del bailarín: posibilita que un año después se produzca de la mano del mismo Nijinsky y de su mentor y amante Serguei Diaghilev esa verdadera orgía de los sentidos que fue La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Hay en la desmesura de la carne del Preludio… algo que preanuncia la desmesura de la Primera Guerra Mundial, esa orgía de sangre que Nijinsky bailará solo una vez en el hotel Suvreta House en Suiza y que lo convertirá en la conciencia de un mundo enloquecido.
Miércoles 27 de septiembre a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación, Avenida Corrientes 1543.