El tapón de caucho negro se jacta de coronar cual pestañas maximalistas al frasco de vidrio pulido que simula la anatomía de un ojo humano, un pendiente color oro rosado se desplaza por la pupila, mientras que la caja celeste que oficia de packaging admite escritos en braile junto a una estampa del ojo en cuestión. Estas son algunas señas particulares de Kenzo World, el nuevo eau de parfum de la firma fundada por el diseñador Kenzo Takada en 1970.
Es el primer perfume ideado por los directores creativos Carol Lim y Humberto León, quienes remozaron la imagen de la marca y en el invierno 2013 idearon una colección con prints de ojos, que atiborró tanto buzos como carteras y joyas. Con una fórmula que sublima peonías, jazmines y ambroxan, desarrollada por el experto Francis Kurkdjian, el perfume se presentó en Buenos Aires en el Centro Cultural Recoleta, mediante un show del grupo de danza-teatro y acrobacias extremas Fuerza Bruta. Pero la elección no fue arbitraria: en el videoclip alusivo al perfume que en 2016 dirigió el célebre Spike Jones (y que a escasos días de su estreno sumó dos millones de espectadores) la actriz Margaret Qualley emula a una atípica musa de la perfumería y del lenguaje de las campañas cosméticas. En el comercial, Margaret vistió un traje verde con anchos breteles cruzando su pecho y con varias capas superpuestas y acentuadas asimetrías –ideado por Lim y León– mientras participa de una cena de gala y entrega de premios de Hollywood. Lleva el pelo sostenido por un rodete cuando sonríe desde la mesa coronada por arreglos florales y se incorpora de su silla dorada para salir del salón. Una vez en el vestíbulo el plano de Jones (director de films de culto, entre ellos ¿Quieres ser John Malcovich?, Her y numerosos videoclips, entre los cuales se impone mencionar al del DJ Fatboy Slim que el actor Cristopher Walken protagonizó como eximio bailarín de tap) se detiene en el largo del vestido, las luces con caireles modernistas, las columnas símil floreros y traza un primer plano del rostro de la protagonista (con un notable parecido a su madre, la actriz Andie MacDowell) y se posa en los ojos. Acto seguido Margaret Qualley guiña uno y otro, tuerce la boca, gesticula sin disimulo, sacude los hombros al ritmo de una banda sonora que remixa tribalismo con electrónica y se sacude con brutalidad, pasos de Femme Sapiens sobre tacones. Entre sus ardides, abraza y lame una escultura, golpea a un hombre que habla por teléfono en el lobby, con pasos punk y a ritmo de pogo se detiene entre gobellinos, la mesa de mármol y los sillones de terciopelo de un bello salón para culminar sobre el escenario de un teatro vacío. Nunca hay pausa, el trance sonoro y los movimientos disruptivos y deliberadamente molestos bocetados por el coreógrafo Ryan Heffington para el short film va in crescendo: parecen salir disparos de efectos especiales entre sus manos, pero cuando sale a la vereda, con fuerza brusca atraviesa una escultura de flores con forma de ojo.
Algunas escenas del guión fueron replicadas y recreadas por las integrantes de Fuerza Bruta, con coreografías de la eximia bailarina Ana Frenkel y vestuario de Narela Polito en una función del espectáculo, referida a los artilugios de Jonze para Kenzo. La manager de marketing de Kenzo en la Argentina, Andrea Papolla, señaló: “La puesta y adaptación demandó tres meses de producción, hubo un cambio en el guión que otorgó el protagonismo a los personajes femeninos y la primera bailarina fue reclutada de la formación colombiana de la agrupación”.
La afirmación a modo de slogan cosmético “La mujer Kenzo adora el movimiento, la velocidad, la manera en que las cosas se mueven, cambian y chocan entre sí” se trasladó a las coreografías sobre el aire, a los efectos especiales con ráfagas de agua y de viento, las proyecciones sobre una carpa mutante tan embriagadoras y viscerales como el ámbar gris implícito en la fórmula.