l Instagram generalmente miente. O, mejor dicho, distorsiona. La red social de moda muestra solo la parte de la realidad que la gente quiere dar a conocer. El lado bueno. Sin embargo, en este sábado de septiembre, en el que las nubes negras le ganan al Sol, ella da muestras de que todo lo puede hacer con sus 150 centímetros. “Abrí los ojos q hay q operar! Sábado de #quirofano”, se lee en el post de @paupareto, acompañada de una foto de un ambo color salmón, barbijo y sus lentes. La Peque espera a Enganche minutos después del mediodía en la puerta del Hospital de San Isidro y ya organiza el viaje para la clínica que en tan solo un puñado de horas dará en el fin del mundo. Así es Paula Pareto, la campeona olímpica que no desperdicia ni un segundo de su vida y busca de cumplir cada una de las metas que se propone. 

-¿Cómo te sentís con tu vida hospitalaria?

-Muy contenta. El primer año fue complicado pero ya pasé a segundo, que es un poco más relajado. Ahora estoy con más tiempo para entrenar y me puedo organizar mejor. Intentando hacer las dos cosas bien, como siempre.

-Hay un detalle que complica hacer las dos cosas bien. La residencia tiene una carga horaria, especialmente con las guardias de 24hs, que es difícil de compatibilizar con el deporte de alto rendimiento. ¿Cómo manejás el tema?

-Antes era más difícil, entraba a las 6 de la mañana y me iba a las 22. Sumado al día de guardia, era mucho. Desde hace unos meses, entro una hora más tarde, lo que termina siendo una hora más de sueño, y tengo horarios de salida más cómodos. Aprovecho para entrenar todos los domingos, que son mis días libres, y después lo hago entre semana, cuando me queda espacio. 

-Pero sabés que respetar los horarios de descanso es fundamental en el deporte. Entre los futbolistas, por ejemplo, la siesta es un hábito muy extendido. Descansando menos y entrenando menos, das ventaja

-Siesta nunca dormí, pero sí trato de respetar las siete u ocho horas de descanso por la noche. Como decía antes, el año pasado me costó bastante. Con suerte mantenía un promedio de cinco, máximo seis horas. Eso el cuerpo lo nota y a la hora de competir se siente. Estás más cansada. Te fatigás antes. Te dormís durante el entrenamiento. A ese ritmo estuve durante el primer año e intenté aguantarlo como pude. Tuve sólo dos competencias y los resultados fueron buenos. En estos últimos meses, con más horas de gimnasio y de judo, me estoy empezando a sentir mejor a la hora de luchar.

-En una entrevista después de la medalla de oro en los Juegos olímpicos de Río de Janeiro dijiste que en el judo la cabeza lo era todo. ¿Cómo afecta ese cansancio a la cabeza?

-En los entrenamientos se hacen pausas, donde el entrenador explica. El año pasado con el cansancio que tenía, en esos dos minutos, me dormía. Sin embargo, iba a entrenar. Los chicos me decían que me fuera a casa a descansar, pero sabía que a mí me servía. No era lo mejor, pero me sumaba justamente desde la cabeza. Eso, al momento de competir, valía la pena. En el judo, donde estas sólo con tu rival, lo psicológico es muy importante. 

-Se te ve chiquitita, pero da la sensación de que no le tenés miedo a nada. ¿Tenés algún temor?

-En la competencia, no. Es un deporte de contacto, te podés lastimar y podés bajarte. Eso lo tengo claro y lo acepto. Si tengo algún miedo es más desde lo afectivo que desde lo físico. En el hospital se ven tantas cosas, hay tantas cuestiones que no dependen de uno y que no se pueden manejar, que podrían afectarme a mí o mi familia. A eso sí puedo temerle, pero en lo deportivo no tengo ningún miedo.

-Sos médica y deportista. ¿Cómo manejas las lesiones? ¿Te autodiagnosticás?

-Cuando vas a un profesional entendés que, desde el punto de vista médico, te recomienda lo que corresponde, pero el deporte de alto rendimiento es otra cosa. Hay veces que por doblarte un dedo te sugieren dos semanas de reposo y entonces ahí empezás a jugar vos, buscando el límite. Tenés en cuenta la recomendación pero vas haciendo lo que te parece mejor para no perder estado físico. Por ejemplo, tengo un quiste en una rodilla y me dijeron que me tengo que operar. Lo siento en momentos puntuales, a veces un golpe leve lo inflama y me empieza a molestar. No me quiero operar y lo sigo llevando sin problemas. Algo similar me pasó hace un par de años con el codo y obré de manera similar. Trato de ir eligiendo los momentos y voy viendo qué es lo que me parece mejor. 

-Alcanzaste el éxito máximo. Seguís compitiendo. Las lesiones se acumulan. ¿Cuándo pensás decir basta? Después de la medalla en Río 2016 habías dicho “hasta acá llegué”, pero aún seguís.

-Siempre dije eso. Lo dije después de Beijing, después de Londres y después de Río. En verdad, ahora ya no digo nada. En esta etapa la prioridad es la medicina, pero sigo haciendo judo porque me gusta. Voy y entreno; si sumo los puntos para competir, iré a donde clasifique. En relación a las lesiones, cuánto te molestan o cuánto te afecta la recuperación, depende de uno. Gracias a Dios no tuve lesiones graves, pero es cierto que se van acumulando. Por ejemplo, con el dolor de la rodilla y del codo empecé a variar las técnicas en el entrenamiento: hubo lances que antes hacía y dejé de hacer de manera frecuente (sólo los hago en competencias), hay otros que antes no realizaba pero empecé a practicarlos porque no me generan dolor y ahora me salen bárbaro. Implementé cambios en los entrenamientos. Me fijo más con quién lucho (antes aceptaba a cualquiera y ahora hay gente con la que no lucho más) y también en los lances que hago (antes con alguien más pesado los intentaba igual y ahora no busco cargarlos por lo que demanda realizar esas palancas). En líneas generales, fui amoldando el entrenamiento a las lesiones y, también, al paso del tiempo.

 

-¿Qué te dicen tus rivales sobre repartir tu vida entre la luchadora y el ejercicio de la medicina?

-No lo entienden. Algunos, incluso, no lo creen. Hay muchas cosas que no entienden. No les entra en la cabeza que viva con una beca. No comprenden que trabaje en otra cosa. En otros países, el entrenamiento es más profesional y le dedican más tiempo. No trabajan y si estudian eligen una carrera vinculada directamente al deporte.  

-Mencionaste las becas y si bien es cierto que ser campeona olímpica te ubica en el escalafón más alto, ¿cómo te manejabas antes? ¿Necesitabas además a los sponsors?

-Los sponsors siempre vienen bien porque con la beca del ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) se puede vivir bien mientras la tenés. Después el problema surge cuando dejás de tener resultados o te retirás de la actividad. Por ejemplo, Seba Crismanich pasó de tener la máxima beca por ser campeón olímpico (N. de R.: en Londres 2012) a nada cuando anunció que se retiraba. Por eso, si bien te permite vivir bien el día a día, no te da ninguna seguridad. La beca es un arma de doble filo. 

-Entonces, ¿que se corte la beca afecta a tu decisión o condiciona tu carrera?

-El tema económico nunca me influyó demasiado, pero es cierto que de algo hay que vivir. Ahora que hago la concurrencia, estoy seis días a la semana trabajando en el hospital sin cobrar un peso. Yo vivo sola y me mantengo con la beca, sumado a algunos sponsors. Sé que ante una necesidad mis viejos me van a ayudar, pero esa no es la idea. 

-Escuchándote uno piensa que el mayor o menor profesionalismo debería ser un condicionamiento inicial al momento de elegir un deporte. ¿Lo ves así? 

-Depende para quién. De chica me iba bien jugando al tenis pero lo dejé cuando empecé con el judo. Mi papá me preguntaba por qué no seguía, pero preferí el ambiente familiar del arte marcial pese a que no hubiese dinero. Incluso durante un tiempo hice las dos cosas, porque mi familia lo podía sostener. Por eso digo que el apoyo familiar es fundamental para cualquier deportista y condiciona la elección. A mí me dijeron “hacé lo que te guste” y yo elegí el judo.

-Y con la carrera universitaria, ¿cómo fue el momento de la decisión? 

-Lo que pasa es que en realidad, para mí, el judo siempre fue un hobby. Mi primera beca la recibí unos meses antes de ir a Beijing 2008 y fueronunos200 pesos de ese momento, que era lo mismo que nada. Me la terminaron dando porque hubo un torneo clasificatorio en Río de Janeiro y los cinco primeros obtenían un lugar para el Juego Olímpico: llegué a la semifinal, fui la única argentina clasificada y me terminaron dando la beca. Después de Beijing, estaba hecha. Seguí, pese a ya estar en la facultad, porque me gusta hacer judo más allá de donde me toque luchar. Así fue que clasifiqué a Londres. Y después de Londres vino Río y la historia fue similar: me alcanzaban los puntos y cómo no iba a ir. Finalmente terminé ganando la medalla porque yo no puedo ir a competir a medias. Todo lo que hago, trato de dar lo mejor. Cuando hay un torneo: voy, entreno, me preparo lo mejor que puedo y lucho. Siempre fue así y así se fueron dando los resultados. No pienso a cuatro años, pienso torneo a torneo.

-¿Creés que diversificar la atención entre el judo y la medicina fue una ventaja para vos?

-Sí, totalmente. Por un lado, es una forma de eliminar presiones. Me obliga a priorizar el tiempo y como tengo poco, trato de aprovecharlo bien. Por ejemplo, yo no me dedico a analizar rivales: a eso se dedican mis entrenadores. Son pocos los nombres que conozco de mis adversarias y no estoy al tanto de su historial. Sin ir más lejos, en Río me tocó debutar en la competencia contra una rusa que después me enteré que era la campeona mundial junior. Yo no tenía ni idea y mis entrenadores nunca me lo dijeron. Yo entro a luchar, no importa quien sea, y quiero ganar. 

-¿La carrera de Medicina no es sencilla, en algún momento pensaste en abandonar el judo mientras estudiabas?

-Sí, me pasó en el primer año de la carrera. Estaba colapsada con el entrenamiento y la universidad. Cómo no podía hacer las dos cosas, dejé de entrenar durante seis meses y luego volví cuando empecé segundo año, volví más que nada por las amistades. Unos meses después se hizo un selectivo para un Panamericano y clasifiqué: fue como empezar de nuevo. Finalmente, la carrera la terminé en ocho, casi nueve años, y solo me bocharon en un final.

-¿Qué te dolió más, ese bochazo o la derrota en Londres 2012?

-Londres, por supuesto. El final no depende de vos sino del tema que te toman y quien te toma. Él que me bochó a mí, venía desaprobando a todos. Cuando me senté, ya me di cuenta lo que iba a pasar. En cambio considero que en Londres me faltó un poco a mí. El arbitraje no fue de lo mejor pero yo podría haber hecho más. Por eso me dio bronca, porque eso dependió de mí. 

-¿Crees que algo cambio en el judo argentino con tu medalla?

-Puede ser. Personalmente, si sentí un cambio. Antes los arbitrajes me tenían apuntada. Ya sabemos que, por ejemplo, cuando enfrentás a una japonesa tenés que ganar por amplio margen por el peso propio que tienen. Pero hubo otras luchas donde perdí por una sanción que no era tal y hoy, con el parche dorado en la espalda (N. de R.: se lo dan al campeón olímpico), noto que me respetan más. Lo que todavía me sorprende mucho en los torneos, es cuando me cruzo con los grandes maestros del judo y me saludan. Me registran. Eso me impacta.  

-¿Cómo miras el futuro? En algún momento dejarás de competir. ¿Qué vas a hacer?

-Me gustaría seguir vinculada al deporte, principalmente desde la parte médica: tener mi consultorio y trabajar en un Hospital. No me veo en el rol de entrenador: sí ayudando al equipo, pero no como técnico. En todo caso, lo que me gustaría es formar chicos. El judo es un deporte formativo y familiar, formativo porque es oriental y tiene cuestiones de respeto que uno las practica tanto adentro como afuera del deporte; familiar, porque es un buen lugar para formar vínculos de amistad. 

-En tiempos donde la mujer lucha por sus derechos, ¿considerás que tus logros deportivos, contribuyen a darle ese lugar en el deporte?

-Sí, creo que ayuda a fortalecer la idea de que somos todos iguales. Los resultados en estos últimos Juegos Olímpicos apuntan a eso: no solo el mío. En Argentina, se piensa que el hockey es un deporte de mujeres y fueron los Leones los que obtuvieron la medalla dorada. También se pensaba al judo como un deporte para varones. Cuando empecé estaba sola, hoy me cuentan los profesores que entre los chiquitos hay más nenas que varones. Por eso no lo pienso en relación al feminismo, sino a la igualdad: no hay deporte para hombres y deportes para mujeres. Todos podemos hacer de todo.

Probablemente por su tenacidad, para Pareto hacer de todo sea más sencillo que para la gran mayoría de los mortales. Lo que no cabe duda, es que derrumbo mitos. Varios.