Las clases dominantes locales, en tanto auxiliares en términos gramscianos de las hegemónicas de los países centrales (es decir que funcionan subordinadas, pero integradas a ellas) no son sujetos demandantes de desarrollo. Esta ausencia de una clase dominante o fracción de ella que demande desarrollo es un hecho muy potente. Al mismo tiempo, este desarrollo constituye un imperativo para la inclusión y, en consecuencia, para la sustentabilidad social de largo plazo de la economía. Aparece, entonces, una tensión política intrínseca, inmanente al desarrollo del capitalismo periférico y de muy difícil solución: ningún sector de las clases dominantes demanda la diversificación de la estructura productiva al tiempo que no puede existir estabilidad social y política sin inclusión, lo que demanda la diversificación de la estructura.