"Es uno de los historietistas más grandes de la historia, como Milton Caniff, Will Eisner, Frank Miller; Pratt es de esa calaña", dice Rafael Ielpi, director del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa. El nombre de Fontanarrosa viene a cuento y completa, porque el gran dibujante rosarino tenía a Pratt entre sus ídolos. Le copiaba las manos, decía, algo tan chiquito y con tanto movimiento. Pratt las dibujaba como nadie: hay que ver los cuadritos de Ernie Pike, Sargento Kirk, Corto Maltés, pero tratando (en lo posible) de salirse del tramado emocional de las páginas.
La oportunidad está: entre el 28 de septiembre y el 29 de octubre, la planta baja del CCRF (San Martín 1080) abrirá sus puertas a Pratt en Rosario, muestra que prologa la inminente y octava edición de Crack Bang Boom (12 al 15 de octubre). "Se trata de una muestra armada en Mendoza, para la cual la hija de Pratt, Marina, aportó algunos originales; lo importante es la recuperación de la figura del autor", explica Ielpi. La muestra cuenta con producción general a cargo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Provincia de Mendoza, con curaduría de Planeta Comics y Asociación Bancaria‑Seccionales Rosario y Mendoza.
Hugo Pratt, el gran dibujante italiano que viviera en Argentina durante la década de 1950, es considerado hoy uno de los artistas fundamentales. Fue con Héctor Oesterheld con quien pergeñara las crónicas bélicas de Ernie Pike, la solidaridad en clave western de Sargento Kirk, junto al espíritu aventurero de Ticonderoga. Obras magníficas, que han recorrido el mundo y hecho germinar la madurez del dibujante, finalmente traducida en la docena de aventuras del marino Corto Maltés.
No hay manera de escapar al influjo de Hugo Pratt. Quienes le han leído durante la época de esplendor de la historieta argentina lo corroboran. Porque Oesterheld fue una cosa con Alberto Breccia, otra con Solano López, y fundamentalmente otra con Pratt. "Mientras el mundo de Breccia era denso, inquietante, el de Pratt era más vitalista, se trataba de personajes entrañables, aventureros, valientes, como el Sargento Kirk o el mismo Ernie Pike, corresponsal de guerra. Pero sobre todo con Corto Maltés, que para mí es la encarnación del aventurero y además el espejo mismo de la vida de Pratt", agrega Ielpi. En efecto, la vida nómade de Pratt se traduce en las aventuras del Corto, junto a dolores familiares provocados durante la Segunda Guerra. Según el dibujante, lo primero que dibujaba de su querido personaje era la mirada. Sus ojos. Eso determinaba el resto. A partir de allí, era Corto Maltés quien decidía el rumbo.
"Corto tiene una diversidad de miradas sobre el mundo que terminan por delinear una época casi atemporal, de vigencia eterna. Como sucede con los detectives de Chandler o Hammett, Corto Maltés sostiene una ética muy personal, a veces a contramano de la sociedad que le rodea", cuenta Ielpi mientras recuerda una muestra de años atrás, en el mismo Centro Cultural. "Cuando fui titular de Cultura, a mediados de los '80, una de las grandes muestras que hicimos se tituló Tres maestros de la historieta, dedicada a Pratt, Alberto Breccia y José Luis Salinas. Breccia fue el único que pudo venir, Pratt vivía en Italia o Suiza en esa época. Todos mandaron sus originales y Pratt nos llamó por teléfono para desear éxitos. Fue una muestra muy linda".
Impresiones repartidas
Sería extraño conocer algún dibujante a quien Hugo Pratt le resultara indiferente. Por acá nomás, calles adentro, Rosario tiene dibujantes de trayectoria internacional. Entre ellos, el propio organizador de CBB, Eduardo Risso. Para el autor de Parque Chas y 100 balas, "Hugo Pratt es de esos artistas que un dibujante no puede dejar pasar sin mirar. Para mí es la línea moderna de la historieta en la época de los clásicos, un adelantado".
Esa línea que articula clasicismo y modernidad es también distinguida por Gonzalo Ruggieri (Fierro, Heavy Metal): "Lo considero algo así como el dibujante perfecto de historietas, un gran referente que representó un punto de ruptura, un antes y un después en el noveno arte. Desde la narrativa y la aparente sencillez de su obra, se esconde, y a la vez se deja ver, una complejidad y un nivel de precisión prácticamente imposible de alcanzar". Para Leandro Fernández (Punisher, Hulk), "lo que me atrajo de Pratt fue su capacidad para transportarme a otro lado, a un mundo creíble pero de ensueño al mismo tiempo, donde todos los elementos de la historia conviven en un entorno absolutamente real, documentado y preciso, pero con guiños simpáticos del autor, para mostrar el espíritu de una historia particular, en especial aquellas de Corto Maltés. La aventura, el viaje, la amistad, los personajes tramposos pero queribles. Esas situaciones donde el azar lleva a los miembros de sus historias a cruzarse, no con anónimos personajes secundarios, sino con verdaderos protagonistas históricos. Es uno de los autores que me hicieron querer ser dibujante de historietas. Un autor integral, tanto desde el guión como el dibujo, tan personal y subjetivo. Siempre digo, que cuando encuentro algún sábado donde estar realmente tranquilo, no me importa repetir alguna lectura y releer por infinitésima vez La casa dorada de Samarkanda. Placer absoluto".
“Corto (Maltés) tiene una diversidad de miradas sobre el mundo que terminan por delinear una época atemporal”.
Esta exaltación, el dibujante Marcelo Frusin (Hellblazer, L'expedition) la sabe enumerar: "Pratt es la aventura y el exotismo, la magia y los deseos, los viajes y la historia, las pasiones humanas narradas con la estilizada poesía de su dibujo, e iluminadas con sus maravillosas manchas de acuarela". Al respecto, Esteban Tolj (El Pollo Palacios, Crónicas del inxilio) comenta que "Pratt sostenía que él antes que dibujante era un 'fumetaro', un historietista. No separaba la labor de guionar y dibujar, para Pratt eso iba junto. Narrativa pura, los textos apenas aparecían en diálogos o pensamientos. Dueño de un dibujo a pura síntesis, con trazos de pincel como hachazos definiendo el carácter de cada personaje, sugiriendo con una economía de líneas los paisajes y los detalles mínimos que daban ambiente. Creador de personajes, situaciones e historias únicas, llenas de aventura, humanidad y poesía. Escenas muchas veces de violencia cruda, pero también de humor en forma de ironías y críticas a situaciones extremas como el contexto de una guerra y la estupidez humana. En sus relatos subyace el valor de la amistad, la palabra de honor y el amor auténtico".
Según Damián Couceiro (Planeta de los simios, Sons of Anarchy), "Hugo Pratt no sólo era un excepcional dibujante, con ese dominio de la línea y el pincel, esas manchas de tinta china que siempre me fascinaron y que torpemente sigo intentando emular, sino también un extraordinario narrador de aventuras. Significa una conexión muy grande con mi viejo, también un talentoso dibujante y amante de la obra de Pratt, que me abrió las puertas a la historieta a través de los libros y revistas que tenía en su biblioteca. Entre ellas, las viejas revistas Fierro o los primeros libros que leí de Corto Maltés: Bajo el signo de Capricornio y Corto Maltés en Siberia. Nunca voy a olvidar leer de chico ese asalto al tren transiberiano o las aventuras de Corto navegando en busca de un tesoro escondido".
Un nexo generacional semejante sólo lo han logrado unos pocos y extraordinarios artistas. También porque, según la apreciación perspicaz de Bruno Chiroleu (Términus), "Pratt plasmaba historias que no eran más que excusas para mostrar emociones riquísimas y tremendamente caras a la condición humana. No escribía sobre la guerra, la política, los conflictos regionales, las sectas masónicas, ni sobre Siberia ni sobre Venecia. Escribía sobre la amistad, el amor, el resentimiento, la necesidad, el hambre: de mundo, de movimiento, de aventura. Pratt escribía sobre personas, no sobre personajes. Escribía sobre emociones, pero por sobre todo, sobre sus complejidades, su ambivalencia, sus matices, sus grises".
En cuanto a la simpleza de línea de sus últimos trabajos, dueños de un minimalismo posible sólo en maestros del oficio, Rafael Ielpi explica que "Hugo Pratt fue simplificando la línea hasta convertirla, como al horizonte, en una línea recta y no otra cosa". Otro tanto puede señalarse acerca del color, aspecto sobre el cual Esteban Tolj añade: "Lo dominaba con suaves y delicadas pinceladas de acuarela, como paisajes de ensueño. Nunca abandonó la presentación de sus páginas compuestas por pequeños cuadritos, que sólo de vez en cuando crecían a encuadres panorámicos, cuando el relato necesitaba tomar distancia o respiro, una sucesión de viñetas con un ritmo que lo emparentaban con la fluidez de una película".