Frank Fabra fue el protagonista central del gol clave del partido, el primero de Boca. Recogió un pase deficiente de un rival en el borde de su propia área, y desde ahí inició una fenomenal carrera a campo traviesa, le dio la pelota a Pavón, pasó por detrás suyo, fue a buscar la devolución y cuando llegaba a la raya de fondo, después de recorrer más de 80 metros, mandó el pase rasante, milimétrico, para Benedetto, quien empujó la pelota a la red. Si se tiene que explicar a un pibe de inferiores que es un contraataque perfecto hay que mostrarle esta jugada, y fundamentalmente lo que hizo el colombiano. Hace un tiempo no muy lejano Fabra era suplente de Silva. Hoy es titular indiscutible. Los casos de Jara, Magallán y Barrios son similares. En realidad, los que jugaron ayer contra Vélez parecen inamovibles porque Guillermo Barros Schelotto encontró un equipo. Los resultados ayudan a creer que se trata de una verdad irrefutable: cuatro jugados, cuatro ganados, doce goles a favor (¡promedio de tres!) y uno en contra.
El partido que terminó con los invictos de Vélez (no había perdido ningún partido ni había recibido goles), se simplificó por ese tanto que le dio más tranquilidad en el río revuelto a patadas del primer tiempo. Frente a un rival con poco rodaje, poca ductilidad y mucho apuro y demasiada vehemencia, el equipo visitante armó casi por decantación la goleada en el segundo tiempo. Golazo de taco de Benedetto, después de un fenomenal pase de Cardona; gol en contra de Domínguez en otra llegada a fondo, y golazo de Fabra con prólogo de una endiablada gambeta.
Por un momento parecía que estaba jugando uno de los grandes de España contra el Eibar, el Girona o el Alavés. Cuando el partido se puso 4-0 y todavía quedaba mucho tiempo, más de un hincha de Boca debe haber fantaseado con la idea de los ocho goles, que equipararan la hazaña de River.
Gago tocaba con suficiencia, metía lujos Pavón, se iban al ataque Fabra y Jara, buscaba por todos lados Bou, reemplazante de Benedetto, y gambeteaba a todos el pibe Bouzat. Pero la cuenta paró en cuatro. La suficiencia de Boca en el período final hizo olvidar lo espantoso que había sido el primer tiempo, en el que hubo solo una jugada de gol, decenas de patadas, empujones, y protestas generados por el mal arbitraje de Espinoza.
Fue una tarde negra para Velez, apenas matizada por el gesto de los hinchas que terminaron cantando “Vamos , vamos los pibes”, en reconocimiento, hasta que se toparon con este Boca agrandado y demoledor.