En Argentina se hablan actualmente un total de 15 lenguas originarias, dijo a Página/12 el lingüista e investigador de Conicet Pedro Viegas Barros. Las lenguas vigentes son el guaraní; el chiriguano; el tapiete; el quichua; el wichí; el chorete; el chulopí; el qom (o toba); el ñachilamolék (o toba del oeste de Formosa); el pilagá; el mocoví; el mapudungun; el mbyá; el vilela; el chaná y el tehuelche. Las últimas tres tienen un último hablante cada una. Hasta donde se sabe, señaló el lingüista, otras 30 lenguas nativas del territorio argentino se extinguieron, entre ellas el abipón; el lule; el allentiac; el millcayac; el teushen; el selkman; el haush; el puelche; el charrúa; el kakán o diaguita; el comechingón; el sanavirón; el chané; el yagan; el ingain.
“Cuando se pierde una lengua, para la ciencia es una pérdida irreparable y para la cultura es una forma de ver el mundo que nunca más se va a recuperar. Cada lengua clasifica al mundo de una manera distinta, es única. La lengua chaná tiene características únicas. De las lenguas de Argentina creo que es la más ‘aislante’, aislante como el chino o como el vietnamita; con poca morfología, características gramaticales propias”, advirtió Viegas Barros. Para él la lengua es una parte fundamental de la identidad de los pueblos, aunque sólo se conserven unas pocas palabras. Un ejemplo muy claro es el caso de “los descendientes de extranjeros, entre quienes es común que digan ‘tu abuelo decía tal cosa’, o ‘tu papá pronunciaba de tal manera’, y se guarden palabras sueltas, sin saber hablar el idioma”. “En el caso de las lenguas indígenas, como la gente muchas veces tiene vergüenza de su origen, hasta eso se pierde; hasta las dos o tres palabritas que quedaban. Ese recuerdo a veces une a las personas”, añadió.
El efecto homogeneizante de la globalización, según contó el lingüista, “atenta contra la diversidad cultural en el mundo, y entra esa diversidad está la diversidad lingüística”. Sin embargo, para él en Argentina el proceso de supresión de las diferencias culturales entre los pueblos quedó legitimado desde la constitución de 1853 y se mantuvo con sus siguientes reformas, que “ignoraron durante muchísimos años a las poblaciones indígenas”. “Es una constitución basada en los Estados centralizados europeos, donde querían algo de tipo unitario más que federal; un Estado poderoso, unificado, con una sola lengua y una sola cultura”, detalló Viegas Barros.
En un breve repaso histórico, el lingüista señaló que “hubo un censo indígena en 1966 que quedó inconcluso por el golpe militar encabezado por Onganía”, y recién con la reforma constitucional de 1994 “se reconoció a los indígenas como sujetos de derechos. Antes eran una especie de seres protegidos por el Estado que tenían que vivir en reservas, practicar la religión católica, y no tenían derecho ni a votar”.
En el censo del año 2010 se registraron un total de 955032 personas que “se autorreconocen como descendientes (porque tienen algún antepasado), o pertenecientes a algún pueblo indígena y originario (porque se declaran como tales)”, según el criterio que se utilizó en la encuesta. Esta cantidad representaba un 2,4 por ciento de la población total de argentinos. El mismo censo fue el primero en el que aparecieron mencionados los chaná como pueblo originario de Argentina.
Informe: J. F.