La Justicia mendocina condenó a Daniel Zalazar Quiroga a prisión perpetua por el triple femicidio de su ex pareja Claudia Arias, la tía de ésta, Marta Ortiz, y de la abuela de la primera, Silda Vicenta Díaz, en un juicio abreviado, pedido por la defensa, donde se declaró culpable de los crímenes. Sin embargo, los jueces le impusieron la pena máxima y lo declararon culpable de homicidio agravado en los tres casos. Además, Zalazar fue hallado responsable de la “tentativa de homicidio” en perjuicio de la beba de 9 meses de Arias, a la que apuñaló, y de un hermano mayor, de 11 años. Deberá cumplir 35 años en prisión, sin posibilidad de recibir el beneficio de salidas transitorias o libertad condicional.

El fallo de la Quinta Cámara del Crimen halló a Zalazar, de 31 años y profesor de Taekwondo, culpable de los delitos de “homicidio agravado por mediar relación de pareja entre autor y víctima y por ser cometido por un hombre en perjuicio de una mujer mediando violencia de género, en concurso ideal”, en el caso de Arias (30). También lo encontró culpable de “homicidio agravado por ser cometido para procurar su impunidad” en perjuicio de Ortiz (46) y la misma figura, también agravada por alevosía, contra Díaz (90); y de “tentativa de homicidio agravado por ser cometido para procurar su impunidad en perjuicio de dos menores en concurso real”: por apuñalar a la bebé que presuntamente era su hija, y a uno de los hijos de Claudia, de 11 años, que quedó tendido en una cama de la vivienda, mientras que otro de los hijos, de 8 años, logró escapar. El fallo no enmarcó los crímenes de la tía y de la abuela como violencia de género (femicidios vinculados), ni tampoco los intentos de matar a los niños.

El fiscal de la causa, Alejandro Iturbide, explicó que “en un juicio abreviado los defensores tratan de obtener una rebaja en la pena, pero los hechos en el caso son tan graves que no hay posibilidad de eso. La única pena posible es prisión perpetua, el imputado tenía intención de terminar esto rápido para poder cumplir la pena en otro lado”, y agregó que “en el caso de juicio abreviado se dicta sentencia condenatoria porque el imputado acepta los hechos, pero además tiene una prueba que lo está avalando”.

Por su parte, la familia de las víctimas aceptó el procedimiento para no revictimizar a los hijos de Arias, que debían volver a declarar y revivir los hechos del 23 de octubre de 2016, cuando prácticamente fueron cazados por el profesor de artes marciales.

Tras la sentencia, la abogada de Zalazar solicitó al tribunal el traslado de su defendido a una penitenciaría de Río Gallegos, en el sur del país, donde vive su familia.

El abogado de la querella, Mauricio Sosa Escalada, dijo que la condena es “la máxima pena que se podía aplicar”, y que por el agravante de haber cometido dos homicidios para ocultar el primero (“criminis causae”) Zalazar no tendrá ningún atenuante para pedir una rebaja de la pena.

“Estamos de acuerdo, no queremos que los chicos pasen otra vez el momento de declarar y de revivir todo, la prisión perpetua es una buena medida”, dijo la madre de Arias y abuela de los chicos. En tanto la hermana de Arias dijo que Zalazar “no está arrepentido”, y remarcó que “los únicos condenados de por vida acá son mis sobrinos y los que quedamos”.

El hecho que fue conocido como la masacre de Trapiche –barrio de Godoy Cruz, cercano a la ciudad de Mendoza– se desencadenó la medianoche del 23 en la casa de Arias, en Entre Ríos 1867, cuando Zalazar y quien ya era su ex pareja comenzaron a discutir por un estudio de ADN para confirmar la paternidad del taekwondista sobre la bebé de nueve meses, a la que Zalazar no quería reconocer.

Según los investigadores, alrededor de las cinco de la mañana, Zalazar pasó de la violencia verbal a convertirse en un asesino, cuando tomó un cuchillo y mató a quien sería la madre de su hija. Arias murió desangrada debido a los cortes que recibió en su cuello. En ese momento, intervino la tía de la mujer, quien intentó impedir que siguiera el ataque contra su sobrina; Zalazar, la golpeó y la acuchilló. Luego, el hombre dispuesto a no dejar testigos se dirigió a la habitación donde dormía la dueña de la vivienda, la abuela de Arias, y la apuñaló.

Mientras Zalazar continuaba su cacería, uno de los hijos de Arias, de ocho años, logro escabullirse de la casa y se ocultó primero entre las plantas del patio y luego en el baúl del Chevrolet de la familia, donde pasó varias horas oculto. En tanto, sus dos hermanos, el mayor de 11 y la beba, fueron atacados a cuchilladas por el profesor. Cuando comenzó a amanecer y sin tiempo para buscar al niño que había logrado escapar, Zalazar buscó borrar toda evidencia y regresó a la cocina, abrió el gas y dejó una vela encendida antes de huir. El relato del niño que se ocultó en el baúl fue el que permitió detener, un día después, al profesor.