Desde fuera del búnker que comparten con sus amigos de Poseidótica se escucha el inconfundible sonido de los Morbo y Mambo, que ensayan con la disciplina que mantienen hace más de una década, cuando aún vivían en Mar del Plata. Por entonces, tenían un plan tan simple como difuso: juntarse a groovear, a improvisar bases bailables sin un rumbo claro, pero sin ganas de tenerlo. Ahora, con la salida de Muta, su tercer disco (sin contar sus eps), la banda que hoy forman Mauro Alberelli, Ignacio De Andrés, Andrés Ravioli, Maxi Russo y los hermanos Manu y Mateo Aguilar confirma su calidad como grupo instrumental mientras explora el formato canción, territorio hasta acá virgen para ellos. Y con el plus de cantantes invitados como Nik Allbrook (ex bajista de Tame Impala, actual guitarrista y cantante de Pond, que grabó desde Australia), el chileno Andrés Nusser (Astro) o Santiago Motorizado, Mutar está entre los mejores discos del año.
¿Cuáles fueron esas mutaciones?
Manu: Hay una búsqueda por no repetirnos, pero también intentamos que esa idea no terminara resultando forzada, porque seguimos siendo la misma banda. Tenemos cierto idilio con la música negra, pero no ya no hay tanto afro beat como género, que era a lo que quizás apuntábamos. Aunque si la buscás, vas a encontrar esa pulsión.
Mateo: Yo hago una analogía con el fútbol porque para mí Morbo y Mambo es un equipo que se sabe parar diferente ante cada partido: en este disco Maxi fue el Mascherano y Mauro fue el Messi. El disco despegó y aparecieron otros colores y otras armonías.
Si Boa (2014) ya mostraba una evolución, las estructuras circulares de este tercer disco de Morbo y Mambo le hacen honor a su nombre con una música expansiva y cancionera, sin perder nunca esa capacidad para el “baile introspectivo” de un grupo que en 2008 se escapó de Mar del Plata para luego, siendo referente de la por entonces emergente escena afro beat local, buscó no encerrarse en el género; y que ahora sale de su zona de confort instrumental para hacer canciones levitantes como Plan de vuelo, en la que Nusser (ahora en Karakoram) cita al poeta Vicente Huidobro: “Ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte”.
Volador, épico y pistero, el disco condensa las distintas facetas de los M&M, que el año pasado desarrollaron tres ciclos en el Matienzo (una noche funk, otra electrónica y otra dub) que terminaron materializándose en tres eps digitales. “Cuando hicimos la fiesta funk reversionamos dos temas nuestros, después hicimos otra con un set electrónico de 17 minutos y también una noche dub con sampleos de Julio Cortázar. Todo eso nos hizo laburar mucho en cuanto a producción y creo que eso se nota en el disco”, dice Manu.
Yendo de la improvisación en la sala a la compu, de la compu al ensayo y de vuelta al estudio, Mutar es un artefacto tan mutante y evolutivo como M&M, tan colorido como la genial tapa de Gogogoch, y no pierde nunca su esencia bailable. “Al principio todo venía de zapar –reconoce Mauro–, componíamos zapando y tocábamos en vivo para zapar”.
Sin caer en lo pretencioso ni el solipsismo, la búsqueda de un lenguaje propio es su constante. Mateo: “Cuando vinimos a instalarnos a Buenos Aires en 2008 compartíamos con Mauro un trabajo en un hostel; y ahí conocimos un montón de gente que estaba a full escuchando mucha música que no conocíamos, como Four Tet, Soulwax, LCD Soundsystem, Unknown Mortal Orquestra, Fat Freddy’s Drop, Soft Hair, Homeshake o Thundercat”. Todas esas influencias y también el funk, el Miles Davis de los ‘70 y el afro beat de Tony Allen, clave en sus inicios y en la forma de tocar de Mateo, están asimiladas en la propuesta de una banda con personalidad. Cierra Mateo: “Para mí una de las metas siempre fue desarrollar un sonido que vos escuches y sepas qué es”.
Viernes 13/10 a las 20. en Niceto Club, Niceto vega 5510