La simpleza universal contenida en la música de Amor Elefante alcanza en Oriente su forma más resuelta y atractiva. Son canciones de un pop sensible, brilloso y minimalista, torneadas con la evidente necesidad de reflejar las variables del amor. “Y canto grave para hacer vibrar mi pecho que se siente vacío, que no tiene suspiros, que no hace otra cosa más que hablar de vos”, cantan en No me inspira, armonizando con tono desolado sobre un sintetizador brillante. Y es solo un breve lapso confesional de un disco de pleno corte sentimental e intimista. “Seguimos apegadas a eso que es un clásico: el amor”, dice Inés Copertino, cantante y tecladista. “Eso en algún punto me hace sentir un poco anticuada, me da un poco de vergüenza. Pero es lo que nos gusta y emociona.”
Sucesor del EP Viishnu, publicado en marzo del año pasado, Oriente refuerza el nuevo rumbo de Amor Elefante: con Copertino dejando la guitarra y tomando el control de los sintetizadores, el ahora cuarteto –con la incorporación de Andrés Merlo en bajo– sigue expandiendo su espectro sonoro a través de nuevas texturas que llevan su música hacia un plano cada vez más diverso, aunque siempre bajo los lineamientos de la canción pop. “Ahora hay un instrumento más y ahí apareció todo un universo, una nueva paleta de sonidos. Es un cambio re sustancial”, evalúa Rocío Bernardiner, cantante y guitarrista. “Queríamos que el disco contuviera bien el espíritu de la banda.”
Entre canciones folk-pop (Disimulando), de aires caribeños (Me fui) y un instrumental sintético y arengador (Tokyo), la rareza del listado de su tercer disco radica en Que raro que me siento, un cover de Mala Fama acercado por su mismo autor y cantante, Hernán Coronel. “Nos escribió y nos contó que hacía rato que no estaba motivado con hacer música y que quería que hiciéramos un tema de él. Me re emocioné con que el pibe se haya copado con la banda”, dice Rocío Fernández, cantante y baterista.
El mismo Coronel las motivó para que su música lograra sintetizar un mensaje cada vez más simple y accesible. “Nos dijo que teníamos que hacer canciones que sean más universales, que las letras sean cada vez más simples para que cada vez más gente las pueda tomar”, suma Bernardiner. “Eso me re pegó. Es mucho más difícil hacer algo que entiendan todos que algo que entiendan pocos. Es un desafío súper interesante.”
Como parte de la generación bisagra que creció sin internet y que hoy logra capitalizar con pericia los recursos digitales para la gestión de un proyecto artístico independiente, Amor Elefante dice compartir con grupos como El mató a un policía motorizado, Mi Amigo Invencible, Diosque, Canoa y Los Reyes del Falsete una pulsión idéntica en relación al contacto con su obra y en el modo de desarrollarla. “Algo en común es que todas buscan tener voz propia y generar su propio universo. También está la autogestión, la camaradería, todos estamos en la misma. Además se fue perdiendo esa figura del rockstar drogadicto, que es un bajón”, dice Bernardiner. “Nos adaptamos bien a Internet y sus posibilidades, ésa es una gran clave para todos nosotros”, agrega Fernández. “Todavía podemos explorar y seguir adquiriendo data de ahí y armando nuestras giras, ¡pero no somos influencers!.”
* Viernes 6/10 a las 21 en Xirgu-Espacio Untref, Chacabuco 876. Junto a Tobogán Andaluz.