desde Santiago de Chile
El Acuerdo de Unión Civil del año 2015 fue celebrado con anillos y torta seudo matrimonial. Un pastel descompuesto que espera el triunfo electoral de la derecha de Sebastián Piñera sin muchas esperanzas. Y es que el candidato-empresario se ha expresado contrario al matrimonio igualitario y dispuesto incluso a restringir el aborto en las tres causales, tal como figura en una ley impulsada por la presidenta Michelle Bachelet en sus últimos días de gobierno.
Según las encuestas de opinión, Piñera tiene serias opciones de ganar la reñida presidencial 2017. No sería la primera vez que dirige los destinos del país. Ya lo hizo entre 2010 y 2014, siendo el primer mandatario de centro derecha en llegar al poder tras la dictadura cívico militar de Pinochet. Su gobierno empresarial consolidó el modelo económico de explotación e hizo posible la emergencia de cierta respingada militancia homosexual (neo) liberal.
El modelo Luis Larraín Stieb se hizo conocido por convertirse en 2009 en el rostro publicitario de la campaña presidencial de Piñera en la que prometía la unión civil, algo que nunca se cumplió. Lo más recordado de ese spot fue la imagen de una pareja gay que, tomada de la mano junto a Piñera (uno de ellos Luis Larraín), anunciaba convencida: “Piñera será nuestra voz”. Se trató de un hecho noticioso e impensado. No solo por la salida del clóset del hijo de Luis Larraín Arroyo, líder de la derecha tradicional y ex funcionario de la dictadura que ayudó a la creación de las AFP, sino por las reacciones contraproducentes en diversos sectores del país.
Luis Larraín, junto al escritor Pablo Simonetti, inquietos por la actitud de Piñera, crearon Fundación Iguales, agrupando a gays y lesbianas de derecha política-económica y centro liberal. En diciembre de 2016 anunció sus deseos de llegar al parlamento nacional. No lo hizo por el centro liberal que dice ser su domicilio político, sino en la misma lista de derecha pinochetista, provocando múltiples recriminaciones entre sectores políticos de izquierda y militantes históricos de la diversidad sexual. “Seré el primera activista gay en el parlamento”, declaró Larraín a la prensa, confesando que las electoras lo confunden con el cantante Ricky Martín.
Hace algunos días, Larraín arremetió en contra de los activistas históricos, señalando: “En Chile hay muchos activistas más históricos, más antiguos, que llevan muchos más años que yo luchando por esta causa. Pero tienen una visión muy miope y muy autoritaria de este asunto. Muchos son de izquierda y no comparten el enfoque que le dimos a Iguales, porque yo soy de ideas liberales. Pero en general, sus críticas siempre me han parecido bastante torpes”.
Desde nuestra loca vereda y con el corazón en la izquierda, las activistas históricas decimos: Si defender los legítimos derechos del pueblo mapuche por recuperar sus territorios usurpados significa ser torpe, seremos mil veces torpes. Si levantar con fuerza las banderas del derecho a la educación pública y gratuita para todas y todos es un signo de autoritarismo estatal, seremos autoritarios por siempre. Si expresar complicidad de clase con las trabajadoras y trabajadores explotados por el capitalismo reinante es signo de miopía izquierdista;,seremos siempre ciegos ante tanta maldita fantasía neoliberal. Yo no soy, ni seré jamás igual a usted, señor Larraín.
Nosotras, las locas históricas, no representamos ni defendemos los intereses de la oligarquía homosexual ansiosa de poder y reconocimiento institucional. Nosotras no sumamos votos ni le sonreímos a la derecha golpista que acompaña con sus manos manchadas de sangre la candidatura presidencial de Sebastián Piñera Echeñique.
No somos, ni jamás seremos iguales. Tal como como dijo nuestro querido e inolvidable Pedro Lemebel: “Somos únicas e irrepetibles”.