“En lugar de mirar hacia los países que han logrado, como un triunfo de la salud pública, la despenalización del aborto, nuestros gobernantes y legisladores se encuentran sometidos y sojuzgados por las religiones para mantener a las mujeres en estado de vulnerabilidad a la hora de interrumpir un embarazo. Debo recordar que cuando los políticos solicitan nuestro apoyo, a través del voto, prometen sistemáticamente resolver los problemas de las personas en sus distintas dimensiones. Son los que se autotitulan próvida o defensores de la vida; son los que, de acuerdo con el relato de la Iglesia Católica, justifican que las leyes responsables de la salud sexual y reproductiva, siempre anden con muletas. En lo personal, no critico a la Iglesia Católica. Están en su derecho de pensar, opinar e interpretar la palabra de Dios a su antojo. Mi denuncia es hacia los políticos y legisladores que se dejan guionar y que con sus palabras y actitudes criminalizan la salud y la dignidad de las mujeres”, delimita el médico Mario Sebastiani en el libro “Aborto legal y seguro”, de Editorial Paidós, de reciente aparición.
El aborto es tan natural como el sexo, remarca Sebastiani. Pero lo que no es natural es la muerte. El médico obstetra relata como en una de sus primeras guardias, en 1974, en el Hospital Dr. Raúl Larcade, de San Miguel, llegó una chica de 19 años en muy grave estado. Los médicos que le pasaron la posta le dijeron que había una joven moribunda. Ella tenía un síndrome de Mondor (al que se llama síndrome tricolor porque estaba pálida por la anemia, azul por la cianosis y amarilla por la ictericia) con una infección generalizada. Padecía insuficiencia renal y hepática y no podía coagular la sangre. “Se hizo un aborto con una sonda y eso la infectó”, le explicaron los profesionales más experimentados. Fue un antes y un después en la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito.