Es un tema de estudio y debate en todos los museos del mundo lograr ser cada día más participativos y desacartonados, para que el público masivo se les anime, sumando actividades para grandes y chicos, donde los visitantes sean los protagonistas e interactúen con los acervos materiales e inmateriales.
Los históricos no escapan a la movida, así que Gabriel Di Meglio, director del Museo del Cabildo, el grupo Clase Turista (Iván Moiseeff y Esteban Castroman), y el Museo Histórico Nacional organizaron el evento Museos Mutantes, episodio I. Fue para abrir las puertas a diversas actividades –desde muestra de tatuadores, historietas, fanzines y poemas– en torno en este caso a símbolos y historias de nuestra patria.
Entre ellas, una se destaca por el tema y el nivel de la convocatoria. Se trata de la muestra Diez diseñadores re-imaginan la bandera argentina, organizada por la diseñadora e ilustradora Laura Varsky, quien convocó a diez reconocidos colegas de la escena: Alejandro Ros, Juan Pablo Cambariere, ZkySky, Ral Veroni, Hernán Berdichevsky, Gustavo Stecher, Max Rompo, Jorge Alderete, Cooperativa de Diseño y Christian Montenegro.
“¿Cómo sería nuestra bandera si la tuviéramos que crear en la actualidad? ¿Qué valores, deseos e inquietudes debería contener?”, se preguntó Varsky. “Diez diseñadores reconstruyen nuestro símbolo máximo de identidad nacional. Diez subjetividades, tanto individuales como colectivas, proponen una nueva lectura acerca de quiénes fuimos, somos y ,probablemente, seremos a través de nuestra bandera”, adelanta.
Así, por ejemplo, Ros trocó el sol por un huevo frito, una bandera con muchos adeptos. Cambariere sintetizó nuestra habitual ciclotimia diseñando una bandera que cambia según de qué lado se la mira: “Más que un rediseño hice una simple intervención. Sólo tuve que inclinar la banda blanca de nuestra bandera para crear un símbolo patrio que cambiará según sopla el viento, literal y metafóricamente hablando. Siguiendo el patrón de lectura de una tabla de estadísticas a veces apuntará hacia abajo y a veces hacia arriba, unas veces a la izquierda y otras a la derecha”, señala.
ZkySky incorporó a través de un amplio colorido la historia prehispánica al relato nacional: “La forma que encontramos fue fusionar la bandera nacional con la wiphala que representa a los pueblos prehispánicos. Mantuvimos la división en cuadrados y la proporción de la bandera nacional. Queda representada e incluida nuestra sangre aborigen. La resultante suma color, alegría, diversidad y algo tecnológico a la idea de la Argentina”, detallan. Un poco en la misma línea, la Cooperativa de Diseño realizó una encuesta entre las poblaciones con las que trabajan para que ellos dieran cuenta de cómo debía ser la bandera. Así, cuentan, su bandera fue diseñada a partir de las ideas de distintos sectores populares. “En general se expresó entre las respuestas una gran identificación y pertenencia con la celeste y blanca, haciendo hincapié en que representa el cielo. Pudimos ver una apropiación más allá de su gestación y origen, por eso decidimos mantener sus bases y enfatizar este concepto, bajándolo a la tierra. El sol amaneciendo ocupa un lugar central: es el ascenso de lo que surge desde abajo con fuerza. En la mayoría de los testimonios apareció la necesidad de que se vieran representados los pueblos originarios, por eso incorporamos la referencia a la bandera wiphala que sale enérgicamente desde el centro. También a las de hermanos de los países vecinos que viven y trabajan aquí y las luchas que nos unen. El puño central que tiene raíces en América Latina expresa la lucha de los pueblos latinoamericanos por una producción industrial, del campo, de la cultura, de la educación en función de los intereses populares y locales. Expresa la lucha y la unidad de los distintos sectores de trabajadores, la lucha por la liberación de las mujeres y del pueblo en su conjunto”.
Mientras, Gustavo Stecher propuso incorporar la noción de territorio, agregando el triángulo a la izquierda que representa a la Argentina y la de soberanía con las bandas horizontales a la derecha que representan el Atlántico Sur, la Antártida y las islas Malvinas: “De este modo, la bandera se transforma en un mapa virtual de la Argentina. El verde responde a la tierra fértil, el crecimiento y el cuidado de nuestro ambiente. El celeste y blanco recuperan la carga alegórica de nuestra bandera, pero la anclan en los valores del firmamento y el agua, y la despegan de los originales de la insignia Borbona”, aclara. Y Dr. Alderete apeló al envase de las emblemáticas galletita Titas para dar cuenta según él de la división constante y las grietas, entre otras propuestas.
Finalmente, Varsky amplió los detalles de la iniciativa.
–¿Por qué elegiste la bandera?
–Museos Mutantes se pensó como un evento que sacara los contenidos de dos museos históricos como el Cabildo y el Histórico Nacional a la calle a través de la interpretación que hicieran de sus contenidos artistas de diferentes disciplinas. En este contexto es que me convocan desde Clase Turista (el colectivo organizador) para pensar juntos que rol podían cumplir los diseñadores. En general, los dibujantes, músicos, tatuadores, escritores y demás artistas a partir de una visita especial al museo planificaban una nueva pieza que re-versionara aquello que los hubiera sensibilizado o llamado especialmente la atención. Pero en el caso de los diseñadores, por la mecánica del pensamiento proyectual que tenemos, nos pareció más sencillo pensar nosotros en la pieza que por excelencia pudiera repensarse a través del diseño. Estaba la idea previa de los símbolos nacionales y en una reunión con el historiador y director del Cabildo Gabriel Di Meglio surgió la historia original de nuestra bandera que fue el impulsor de este proyecto. En general no lo sabemos, pero el Congreso de Tucumán de 1816 que declaró la independencia adoptó oficialmente la bandera celeste y blanca pero como “bandera menor” hasta que se definiera más adelante la forma de gobierno definitiva. O sea que nuestra bandera nacional en realidad fue una bandera provisoria que, simplemente, quedó. Estuvimos todos de acuerdo en que ese hecho era un gran disparador para preguntarse, a conciencia, cómo debe ser una bandera que nos represente como nación. Y eso, desde el aquí y ahora.
–¿Cómo hiciste la convocatoria?
–Siempre pienso en el diseñador como un ser subjetivo. Existe la idea, en algunos colegas, de que somos un engranaje objetivo en un sistema de producción. Sin embargo yo creo que la voz del diseñador es fundamental en cualquier tipo de proyecto. Me interesan los diseñadores que tienen algo para decir y un compromiso con su profesión que va más allá de acción/reacción de un “problema” y su “solución”. Dicho esto, me fue relativamente sencillo pensar en qué diseñadores podían encarar un proyecto en el que realmente era importante su punto de vista frente a quiénes somos hoy como sociedad y nación. Claro que me quedó gente afuera pero no podía hacer una convocatoria infinita, así que dividí al grupo entre diseñadores con un fuerte manejo del concepto y la retórica (Cambariere, Rompo y Ros), diseñadores que venían trabajando sobre la iconografía nacional tanto desde el ámbito privado cómo público (Berdichevsky, Stecher y ZkySky), diseñadores con un fuerte compromiso social y espíritu de gestión (Alderete y Cooperativa de diseño) y artistas que, si bien no son netamente diseñadores, vienen trabajando la identidad nacional con una impronta de pensamiento de diseño (Montenegro y Ral Veroni).
–¿Cuál fue la consigna, tenía limitantes?
–El único limitante era técnico, ya que debíamos imprimir las banderas sobre tela a gran escala. Junto a la convocatoria les entregamos a todos un documento escrito por Di Meglio que contaba el origen no sólo de nuestra bandera sino de los estandartes en general. Una de las cosas más importantes que me llevo de esta experiencia es la sorpresa frente a lo mal que nos enseñan historia en la escuela, lo cargado que está el relato de construcciones ficticias y simbologías erróneas. El documento sobre la bandera es una clase en sí mismo, muy interesante y motivador como puntapié inicial. Les pedí a todos que se permitieran poner en crisis lo que se supone que somos y que pudieran plantearse quienes realmente creen que somos. Como dije antes, desde su propia subjetividad.
–¿Difícil trabajar sobre un ícono nacional?
–Desde mi punto de vista, dificilísimo. Creo que por eso mismo ni se me ocurrió autoconvocarme. Es imposible creer que lo que uno tiene para decir va a incluir a todos. En un punto creo que somos demasiado complejos y desconocidos para nosotros mismos. Alguien me recriminó que faltaba federalismo en la convocatoria y creo que tiene razón. En ese sentido es muy interesante el abordaje que hicieron desde Cooperativa de diseño armando una encuesta a diferente sectores con los que trabajan para que alcancen sus propias propuestas para luego traducirlas. Gracias a eso tenemos la voz qom y la voz del inmigrante, entre otras, presentes. Y yo tengo la excusa para seguir junto a Clase Turista con el proyecto incorporando a nuevos diseñadores para que se incorporen, ¿porqué no? De hecho, la idea es continuar sumando propuestas.