“Estás a punto de conocer las historias de tres sobrevivientes de violencia sexual militar. Puede que sean difíciles de escuchar, pero ha sido para ellas aún más difícil contarlas. ¿Estás dispuesto a oírlas?” De tal modo invita el documental interactivo The Space We Hold a conocer los relatos en primera persona de Gil Won-Ok (Corea del Sur), Adela Reyes Barroquillo (Filipinas) y Cao Hei Mao (China): tres de las más de 200 mil niñas y muchachas que fueron arrancadas de sus hogares, algunas con apenas 9 años, por el Ejército Imperial Japonés durante la Segunda Guerra Mundial, forzadas a trabajar como esclavas sexuales en burdeles para soldados. Sitios infamemente bautizados”estaciones de consuelo”, donde ellas -raptadas de territorios ocupados- devinieron “mujeres de confort”. Tal fue el cínico mote que les asignaron los militares japoneses en las décadas del 30 y 40 a las jóvenes que violaron sistemáticamente, en cautiverio, extremando todo tipo de torturas… Los tres testimonios de The Space We Hold dan cuenta de la brutalidad. Y el documental ofrece comprometido modo de visionado: además de optar el espectador por el “Sí, voy a escuchar” o “No, no voy a hacerlo”, insta a mantener la barra espaciadora apretada para que el clip role. De soltar la tecla, se detiene la narración, y un cartelito interroga si estamos dispuestos a continuar o si volveremos a silenciar a estas mujeres.
Cada video no dura más de 5 minutos (el tiempo no es excusa para soltar la barra), pero es ferozmente devastador lo relatado. Cuenta Adela, aún abatida por la vergüenza, que todavía se debate si confesarle a sus hijos lo que atravesó a sus 18, siete décadas atrás. Cuenta Cao, desde su remoto pueblito rural entre montañas donde los secuestros de antaño son un secreto a voces, cómo quedó embarazada de un soldado y tuvo que estrangular a su propio bebé, nacido durante sus dos años de encierro. Cuenta Gil que fue intervenida en una esterilización forzada, y que una vez liberada no volvió a ver a su familia.” Tenía 13 años cuando caminaba con mis amigas y un hombre se nos acercó; nos ofreció llevarnos a una fábrica para conseguir trabajo. Ellas lo siguieron, y yo -sin avisar a mi familia, a nadie- las seguí a ellas. Así es cómo terminé en ese horrible lugar. Como era muy chica, lloraba cada día y cada noche porque extrañaba a mis padres; y cada vez que lloraba, recibía una golpiza. Cuando me resistía a que me desnudaran, también me golpeaban. Nada de palma abierta: siempre el puño cerrado. Y yo lloraba, día y noche. No sé cuánto tiempo viví así…”, recuerda Gil,que se convirtiera en una de las principales activistas por la reparación histórica de las “mujeres de consuelo” por parte del gobierno japonés (donde, dicho sea de paso, “buena parte de la clase política aún cuestiona la existencia de las ‘mujeres de confort’”, tal cual anota El País). Con 89 años, Won-Ok continúa alzando la voz en conferencias por el mundo y aún lidera manifestaciones semanales frente a la Embajada Japonesa en Seúl, sin dejarse amedrentar por los transeúntes varones que la increpan al grito de “¡Sos una puta!”…
Basado en su documental The Apology (2016), aclamado en festivales de cine de Canadá, Suecia, Irlanda, India, Corea del Sur, quiso la realizadora canadiense Tiffany Hsiung ofrecer una alternativa online que circulara por todos los puntos cardinales, amén de “humanizar las estadísticas y los datos históricos para que nuevas generaciones puedan mirar hacia atrás y sentirse identificadas con la lucha de estas mujeres”. Quiso además que su documental sirviera como registro irrevocable cuando ellas, ya en sus 80s y 90s, no estuvieran vivas.
“La violación es un arma de guerra”, enfatiza la voz en off de la directora, citando terroríficos ejemplos hermanados: las mujeres esclavizadas por miembros del Ejército Islámico (ISIS), entendidas como “recompensa sacra” por sus esfuerzos en la lucha armada; la violación genocida durante la guerra de Bosnia; la violencia sexual del genocidio ruandés…” La violación de mujeres y niñas por parte de gobiernos y facciones militares para avanzar en sus metas políticas y militares es parte de nuestra historia colectiva. Queremos creer que la guerra termina, pero para estas tres abuelas -Gil, Adela y Cao-nunca terminó: siguen padeciendo su impacto y consecuencias 7 décadas más tarde. Todavía necesitan que las escuchemos y que respondamos”, subraya Hsiung.~
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