Usar el poder de adivinación de una vagabunda puede ser un modo de ensamblar la creencia en un mundo armado en base a la desconfianza. Ver la salvación en una mujer que habla un idioma inventado que habrá que traducir con cierta insolvencia, implica que la suerte no vendrá de los datos confiables sino de alguna fuerza mágica que anticipe lo que va a suceder.
Un invento absurdo, como en una reescritura de Roberto Arlt, y las dotes de chantas de hombres y mujeres dispuestxs a engañar al otro para hacerse de un botín y construir una vida nueva, son los impulsos dramáticos de Clarividentes. De algún modo Daulte repiensa la figura del oráculo griego con el personaje de Validia. Allí el destino se nombraba con metáforas y los adivinos eran los encargados de explicarlo pero siempre quedaba la duda si ese amo de Delfos se anticipaba a los hechos o si incitaba a los héroes a realizar acciones para destruirlos.
Aquí Validia es la verdadera narradora de la historia. Mientras José, Isa, Claudio y Nora la exponen como una pobre mujer un tanto ida, ella lxs confunde y envuelve con su idioma loco que cambia los planes de ese grupo de manera nada inocente. Pero la ambición de Validia no se reduce a desviar los conflictos amorosos de sus secuaces, aquí todxs quieren más pero son pobres diablxs, perdedorxs que en su desesperación arman fábulas y también se las creen porque ninguna vida se sustenta sólo con la razón.
Si Validia será comprada por Almeida para favorecerlo en sus inversiones en la bolsa, la mujer, que es el personaje más astuto de la obra, sabrá que la compra y venta de acciones que ella guíe podrá destrozar a un país. Hay en Clarividentes una voluntad de darle poder a lxs minusválidxs sociales, a aquellxs que no tienen recursos para cambiar su fortuna. En la dramaturgia de Daulte hasta el más tonto tendrá la oportunidad de mandar y será cruel y ladino.
A medida que la obra parece entrar en una forma alucinada, como una especie de ciencia ficción de la debacle social, el texto se anima a encender una zona más política, como si Daulte entendiera que no se puede leer lo político en términos realistas.
Como autor y director le da una oportunidad a cada personaje. Es raro ver una obra donde el protagonismo cambia de manera gradual, donde el ser más insignificante comienza a mostrar sus estrategias. En este sentido los personajes femeninos aparecen como las grandes instigadoras del drama.
En Clarividentes lo que se vendía como mentira, ese cuento de la tía que Daulte identifica como una matriz de ficción bien porteña donde une a Arlt con Discépolo, puede convertirse en verdad, puede conquistar una autonomía narrativa que ni la propia Validia sabrá dominar aunque ella se entienda con ese esoterismo mejor que nadie.
Los personajes de Clarividentes develan una premura por avivarse, por dejar de ser del montón, por encontrar la salvación, no en el análisis de lo real sino en un mundo fantasioso. En esas imágenes detenidas que cuentan las escenas de transición como fotos hay algo de la ficción que se ubica en un primer plano, que se muestra como un artificio propio del teatro. El efecto es un dato central en la trama porque todo el tiempo los hechos, palabras y situaciones tienen que generar la idea de un mundo paralelo que no disimula su inconsistencia pero que, a la vez, es capaz de derrocar a esa realidad y poner a lxs de abajo en el lugar de lxs que dominan. Pero sin sublevación, sin cambios, sólo como una réplica vengadora que puede descargar un sistema aún peor. ,
Clarividentes se presenta los sábados a las 16.30 y los jueves a las 20.30 en Espacio Callejón. Humahuaca 3759. CABA.