La artivista cubana Tania Bruguera (La Habana, 1968) vino a Buenos Aires para dar una clase magistral en el Centro Cultural de la Ciencia de la Ciudad. Es una de las artistas contemporáneas más influyentes. En los últimos años despertó polémica en su ciudad natal y hasta fue arrestada por llevar adelante su proyecto artístico “El susurro de Tatlin #6”. En su desarrollo Tania pretendía colocar un micrófono abierto en la Plaza de la Revolución para que los y las ciudadanas expresaran sus opiniones sobre el futuro de Cuba, pero el gobierno le negó el permiso para el evento.
Actualmente, Bruguera se encuentra en Francia llevando adelante su último trabajo, una puesta en escena de una serie de obras de Bertolt Brecht.
Su disertación en Buenos Aires se centró en su concepto de “arte útil” para el cual la artista escribió en 2011 un manifiesto. En alguna de sus partes puede leerse: “Todo arte es útil, pero el tipo de utilidad de la que estamos hablando es la de la inmersión directa en la sociedad con todos sus recursos. Ha pasado mucho tiempo desde que hicimos el gesto de la Revolución Francesa de la democratización del arte. En vez de entrar al Louvre o a castillos debemos entrar a la casa de las personas, a sus vidas, ahí es donde se encuentra el arte útil. No nos debería importar cuanta gente está visitando museos (y sé que en ocasiones hasta sólo cuentan la veces que la gente entra a usar el baño). Necesitamos enfocarnos en la calidad del intercambio entre el arte y su audiencia. Tengo que decir que cuando hablo de audiencia entiendo, y he trabajo en el pasado con las disparidades y especificaciones de diferentes audiencias. He encontrado que el arte útil es una manera muy eficiente de lidiar tanto con el público informado como el no-informado, con el mismo nivel de interés y participación. Sin embargo, esto también trae consigo una serie de retos institucionales que deben ser puestos en consideración. El prejuicio que existe frente al uso práctico del arte es, que de esta manera se convierte en diseño”. Se refiere al arte como adorno.
Mientras Bruguera se encontraba investigando el concepto, encontró que hubo una exhibición titulada Arte útil en el Queens Museum of Art en 1981, curada por John Perrault. Por ese motivo habló con el curador buscando indagar más sobre el tema y se encontró con que la exhibición consistía de objetos de propósito utilitario con grandes cualidades de diseño artístico. No era eso lo que Bruguera buscaba. El componente utilitario que le importaba e importa no está dirigido a hacer de algo que ya es útil un objeto más hermoso, sino por lo contrario, en enfocarse en la belleza de ser útil porque para ella el arte útil es un medio que emplea para inmiscuirse en el entramado social.
Efectivamente para la cubana el Arte Útil es una manera de trabajar con experiencias estéticas que se enfocan en la implementación del arte en la sociedad, donde la función del arte ya no es un espacio para señalar problemas sino un lugar desde el cual se crean propuestas y se implementan posibles soluciones. Deberíamos, según ella, volver al momento en el cual el arte no era algo que se veneraba, sino algo sobre lo cual se generaba. Si es arte político, debe lidiar con consecuencias, y si lidia con consecuencias, piensa que debe ser arte útil.
“Como artista trato de reclamar el derecho a cuestionar viejas soluciones y proponer alternativas políticas/sociales -explicó recientemente en una entrevista al diario chileno Artichock-. Estoy reclamando el derecho del arte a ser parte de la vida de los ciudadanos, pero no desde el Estado, sino desde el ciudadano. Aunque hay muchos otros ejemplos de obras de arte que han tenido la intención de proponer cambios sociales y con ello la función que puede tener el arte más allá de la representación, y pienso en los primeros años de la Revolución Soviética o el Dada, es importante no mitificar el poder de cambio que puede generar una obra de arte, especialmente en el campo de las artes visuales.”