El economista jefe del Banco Mundial para América latina y el Caribe, Carlos Vegh, sostuvo ayer que la Argentina tiene que acelerar el ritmo de ajuste, una sentencia que fue apoyada por otros economistas del establishment reunidos en una conferencia organizada por FIEL. Pese a presentarse como un defensor del gradualismo en las políticas para reducir el déficit, Vegh afirmó que “posiblemente haya que acelerar el ritmo”, debido a que consideró que la situación fiscal es precaria. A un mes de las elecciones legislativas, el Gobierno pospone las principales medidas de ajuste para después de octubre, aunque el proyecto de ley de Presupuesto para el año próximo anticipa fuertes recortes. De todos modos, los funcionarios alegan que mantendrán el gradualismo: “La deuda es manejable y no es un problema porque se va a cumplir a rajatabla con las metas fiscales”, dijo en ese evento el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Por su parte, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, aseguró que el Gobierno apunta con sus políticas a lograr “una convergencia fiscal que es necesaria”.
En una jornada que organizó la consultora neoliberal FIEL, expusieron funcionarios y economistas que, en su mayoría, compartían la mirada de una política de ajuste más agresiva. El portavoz de esa dirección fue el directivo del BM. “Acá, en la Argentina, se está haciendo en forma gradual y posiblemente haya que acelerar el ritmo. Eso implica que las reformas estructurales que contribuyan al aumento de la productividad, como las laborales y las educativas, van a jugar un rol clave”, afirmó Vega en su alocución. Ratificó para el país la proyección de crecimiento para este año del 2,8 por ciento y de 3,0 para el próximo. “Un enfoque gradualista (del ajuste) no es una cosa mala porque hacer un ajuste fiscal muy brusco tendría efecto negativo sobre el crecimiento”, pero pidió un poco más de ritmo “sin recortar la inversión en infraestructura” y más apertura comercial en la región.
En la misma línea se manifestaron los economistas Ricardo Arriazu, Miguel Kiguel y Daniel Artana, encargados de la clausura del encuentro. “Dejemos de ser gradualistas. El problema es que son gastos de consumo”, indicó Arriazu, quien además insistió en que se lleve a cabo un cambio en el sistema tributario. “Si me preguntaran qué preferiría resolver primero, si el déficit o la inflación, elegiría el primero”, agregó Kiguel, pese a que la inflación es la que más afecta al bolsillo de los asalariados, con un correlato en menor consumo y actividad. “El sistema jubilatorio está fundido y no es sostenible en el tiempo. Esta economía está llena de curros que no son fáciles de cortar políticamente”, retomó Artana, con lo que trajo el debate de la reforma previsional, otro ítem sobre el que el Gobierno pretende avanzar.
El ministro Caputo aventuró que “la recuperación económica se siente en la calle y la gente lo percibe, porque el salario real aumentó e hizo que aumente el consumo”. Según dijo, “habrá un boom de créditos hipotecarios, con préstamos que rondarán los 10 mil millones de dólares por mes”, tras lo cual exclamó: “Argentina tiene un futuro espectacular”. Adelantó que recibió “59 proyectos de distintos ministerios con una inversión de 26 mil millones de dólares que van a ser puestos en marcha a partir del segundo trimestre de 2018”, con los convenios de participación público-privados. Sturzenegger sostuvo: “Esta gestión tiene un enfoque que se centra y arranca a partir del ciudadano ¿Qué es lo que puedo hacer para servirlo mejor? ¿Cómo puedo servirlo sin despilfarrar sus fondos? Y esto puede significar agrandar el Estado o achicarlo”.