La tarde en Termas de Río Hondo tiene perros durmiendo la siesta en las plazas, chicos jugando tutelados por sus papás y algunos vendedores que aguardan que los turistas salgan de las piletas termales para ofrecerles artesanías y –lo mejor– empanadas caseras que cocinan en hornitos móviles. Pero a seis kilómetros de esas plazas tranquilas, donde todo parece inmóvil, el Circuito Internacional de Automovilismo maneja otro ritmo y otra banda sonora: mientras en la pista rugen los motores, adentro del Museo del Automovilismo pasan familias, grupos de estudiantes eufóricos y turistas que se pasean entre motos antiguas y autos de colección que encandilan de lustre. 

METEORO Y EL JUSTICIALISTA La guía Verónica Alderete nos da la bienvenida al museo. Parada entre las trompas de los autos de colección brillantes, de mameluco blanco y antiparras que le cuelgan del cuello, está lista para guiarnos entre cientos de piezas de colección y rarezas automovilísticas. Primero presenta lo más destacado en este momento –la mayor parte de las muestras van rotando– y al primero que apunta es al Mach 5, el auto de la serie animada japonesa Meteoro, ahora exhibido en el medio de la sala principal sobre un escenario circular. Aunque con remakes contemporáneas en cine, Meteoro se emitió entre 1967 y 1968, por lo que lo fotografían a mansalva y llenos de emoción más adultos que niños. 

La segunda estrella del museo es un vecino de sala del Mach 5, “El Justicialista”. Solo hay 167 fabricados como este, en distintos colores. El que puede verse hoy en el museo es beige, tiene la trompa alargada y coronada por el escudito justicialista. Se hicieron a pedido del expresidente Juan Domingo Perón entre 1953 y 1955 en IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado). “Solo uno fue exportado”, explica nuestra guía: se envió como obsequio a Anastasio Somoza García, expresidente nicaragüense.

El Museo del Automóvil Termas de Río Hondo es una de las obras más imponentes realizadas en la provincia. Se inauguró en octubre de 2012 y aunque el cambio en el paisaje es drástico se llega en pocos minutos en auto desde el centro de la ciudad. Pensado para poner en valor autos, motos y otros elementos relacionados con el deporte, tres pisos conforman todo el museo, que está integrado al circuito y es una característica que lo hace único en el país. Como si no alcanzara para convertirse en el parque de diversiones de cualquier fierrero, justo enfrente al museo está el Hotel Termas Uno, construido en homenaje al múltiple campeón Juan Manuel Fangio.

Todavía estamos en la planta baja: la exhibición incluye también objetos de antiguas estaciones de servicio (como un surtidor de una YPF de unos 50 años atrás), accesorios de pilotos (como el casco de Valentino Rossi) y miniaturas de autos clásicos detrás de las vitrina. La sala está rodeada por una pista de Turismo Carretera donde se exhiben autos que simulan doblar en plena curva y a toda velocidad. Todo en el museo está montado de forma impecable y el boca a boca de los turistas los hace crecer cada año. “En 2015 nos visitaron 140 mil personas”, dice nuestra guía. Y la cifra creció al año siguiente, cuando se registraron 160 mil visitas. “La expectativa –suma– es volver a superarnos este año”. 

EN DOS RUEDAS Verónica nos lleva ahora al segundo piso. Allí se exhiben motos de competición y motos clásicas de principios de siglo. “Esta moto”, apunta Verónica señalando una Zanella, “es del piloto Kiko González”. Con ella, González ganó seis campeonatos seguidos. “Cada vez que Don Kiko viene a una carrera, la viene a visitar”. Muy cerquita está una moto donde una vez una mujer lloró frente a la guía: “Con esta moto paseábamos con mi marido y es también la moto en la que llegamos a nuestro casamiento”, se acordó una turista. “Todo el mundo pide para pasar atrás y sacarse una foto –dice Verónica–, es una moto con la que mucha gente tiene lindas historias”. 

Por estar dentro de un circuito, el Museo del Automóvil tiene acceso visual y panorámico a la pista. Se hicieron palcos privados con capacidad para 16 y 20 personas justo enfrente de la recta de largada: a los del segundo piso se los bautizó con nombres de pilotos argentinos reconocidos a nivel mundial, y a los del tercer piso con nombres de circuitos internacionales. Ahí los espectadores tienen todas las comodidades (aire acondicionado, calefacción, TV HD, servicio del bar al palco y frigobar) y vista privilegiada.

Nuestra guía nos lleva ahora a la última sala, la de las motos japonesas. Apartada del resto de las muestras quedó montada en un espacio desde el que se ve la pista y huele a espíritu adolescente: además de exhibir las Yamaha y Kawasaki más veloces, funciona como una especie de altar al movimiento de motoqueros Café Racer, iniciados en Inglaterra durante la década del 50. “Esta es la sala donde los turistas más se acuerdan de sus primeras motos –dice Verónica– y todo remite directamente a la juventud de los visitantes”. 

El museo, hoy de las atracciones más impresionantes de Termas, tiene todavía planes de crecimiento. “Tenemos un proyecto muy ambicioso de sumar un auto de TC o Top Race para que los visitantes puedan dar una vuelta por la pista con un piloto profesional como conductor”, dice Raúl Cano, director del museo. En septiembre, además, el simulador grupal que ya funciona pasará a ser 3D y se van a sumar actividades para chicos y adolescentes con juegos de educación vial. La combinación de precios accesibles y espacios para distintos públicos lo hace amigable para la visita familiar. “Es a los que apuntamos”, dice Cano, “queremos que vengan todos a repasar la historia del automovilismo, además de su propia historia”.

Arnaldo Pampillon
Los guías del lugar exhiben una cuidada preparación sobre la colección de automóviles.